V - Sentimientos

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Después de haberme ido de la casa de Eduardo, no lo he vuelto a ver. Han pasado dos semanas y mi mente aún vaga en esos sentimientos que no debo sentir pero ya es inevitable.

No sé en qué momento sucedió, solo sé que siento un profundo dolor por no estar con él, por haberme ido sin verlo ni hablarle, sumado a unas ansias locas de abrazarlo. Sigo pensando en que debo estar mal de la cabeza cuando en tan poco tiempo han surgido sentimientos por alguien que poco conozco. Con sólo pensar en lo desdichada que es mi vida y que si le contase la verdad a Eduardo probablemente huiría, me hace sentirme impotente y angustiada. Temía que esto sucediera, porque en el fondo sabía que el dolor sería inevitable y la poca posibilidad de estar juntos se iría de mis manos.

El pensamiento de nosotros yendo contra los prejuicios y haciendo una vida juntos me embarga y no puedo evitar sentir melancolía y aflicción, eso no ocurrirá, él es muy importante y estar conmigo solo nos traería problemas, discusiones y hasta malos entendidos. Vivir en su mundo sería difícil, ya que no estoy acostumbrada.

En estos momentos necesito de los sabios consejos de mi madre, ella siempre sabía que decir en momentos menos oportunos, su sabiduría me hubiese ayudado a tomar la mejor decisión y no estuviera tan ensimismada como ahora, perdida en las miles de sensaciones y sentimientos que me agobian o quizás tendría un hombro en el que apoyarme sino encontrara el camino adecuado.

Frustrada, así me siento y no sé como salir de mis pesares, como resolver el conflicto interno que tengo. No se si lo mejor sería alejarme de Eduardo para siempre.

Todos estos días las cosas han estado igual, Aurora y yo nos ignoramos olímpicamente y ella no se imagina lo feliz que me hace con su actitud.

Gracias al cielo no supo nada sobre mis encuentros con Eduardo y eso me alivia. Sin embargo, del trabajo no puedo decir lo mismo, Don Agustín se ha comportado extrañado esta última semana, ha estado muy cercano y debo confesar que me pone de los nervios. Disfraza su actitud con la apariencia de ser un señor educado y servicial y la verdad me incomoda bastante pero necesito el empleo y no puedo permitirme abandonarlo.

Por más que me altere que mi jefe me esté viendo con otros ojos, debo soportar, aunque sea unos meses hasta cumplir la mayoría y pueda dedicarme a hacer otra cosa, buscar un empleo mejor y así alejarme de él y de Aurora.

Sacudo mi cabeza obligándome a volver al presente, son las 11:50 de la mañana, me precipito a recoger todos los periódicos para cerrar el kiosko. El fin de la media mañana está cerca y mi primer turno va a terminar. El día ha estado atariado, las ventas han aumentado y ya me siento cansada. Quiero llegar y acostarme de una vez sin preocuparme por nada más.

Me extraño totalmente cuando Don Agustín no llega a cerrar junto conmigo, él siempre se queda con las llaves por si sucede que se me presente un inconveniente. El que le haya sucedido algo me preocupa, pero tampoco sé como llegar a su casa para ver si todo está bien con él.

Dándome por vencida, me voy rumbo a la parada de siempre y me adentro en el bus que me deja a una cuadra de mi casa. Mis pensamientos se desvían en el camino hacia cierta persona que he estado evitando. Le echo de menos, sinceramente lo extraño mucho y el no saber como está o lo que está haciendo y pensando me abruma, quisiera poder leer mentes en una situación como esta.

Bajo del bus en la parada correspondiente y camino a mi casa para llegar pronto, me detengo en seco cuando diviso el auto de Eduardo aparcado en la acera y mi corazón empieza a martillar como loco. Muero de los nervios por el hecho de no haberlo visto en dos semanas consecutivas, consecuencia de que salí huyendo de él y de mis sentimientos como si de esa manera hubiera solucionado no pensarlo como lo hacía ni empezar a quererlo como lo hago.

Eterno © |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora