CAPITULO CUATRO (4)

152 8 0
                                    

El lago era sin duda uno de mis lugares favoritos en todo el mundo, estaba pasando el bosque por lo que no mucha gente conocía de su existencia, estaba rodeado de árboles y arbustos, era pequeño pero algo hondo incluso por su ubicación no llegaba señal para nuestros teléfonos, lo que hacía de ese lugar aun mejor.

Fue Steve quien descubrió el lugar seguido de mí. La vida de Steve debería ser igual de fácil que la de sus hermanos menores, pero eso no es así; tía Marie fue madre adolecente y el padre de Steve no quiso hacerse responsable de él, por lo que desaprecio de sus vidas, volvió ya cuando estaba casada y tenía a Connor y Jamie. El punto aquí es que la madre de Steve siempre lo ha dejado de lado, siendo el responsable de sí mismo y cuando decide notar su existencia es solo para ser dura con él, incluso lo golpea, varias veces le hemos dicho que vaya a vivir con su padre pero el siempre dice que teme que el sea peor.

Cuando teníamos alrededor de trece años, estábamos a mitad de verano y Steve dejo caer una jarra de limonada en la alfombra de tía Marie creando una gran mancha en ella, solo yo vi el momento en el que lo tomo por la camisa y lo empujo contra la pared más cercana golpeando su cara con una fuerte bofetada seguido de maldiciones y groserías, el, asustado hasta la mierda salió corriendo camino al bosque, me quede unos minutos diciéndole a su madre lo despreciable y horrendo que era compartir su sangre, desde ese momento no es que nos llevemos muy bien; luego de eso salí disparada por la misma dirección que mi primo se había ido, no lo encontré si no una hora después de deambular por el bosque, hasta que vi una cortina de hojas tapar una especie de cueva, pensé por lógica que estando asustado Steve tuvo que haber entrado, así que hice lo mismo y al ver lo que había del otro lado me quede asombrada por lo hermoso que era ese pequeño lago, pude verlo sentado en la orilla del rio llorando como un niño de seis años pero eso no me importo, llegue a su lado y sin decir palabra lo abrace durante dos horas más. Lo difícil fue volver, ambos habíamos encontrado ese lugar habiéndonos perdido primero asi que caminamos hasta que el sol se oculto, estaba asustada pero mi prioridad siendo mayor un mes era llevarlo sano y salvo a casa de tía Margaret y no con su madre. Cuando llegamos todos nos estaban buscando como locos, yo les conté inmediatamente toda la verdad y a las pocas semanas de acabarse el verano recibí una carta de Steve diciéndome que se había ido a vivir a casa de tía Margaret. Fue así como en el verano siguiente decidimos compartir nuestro pequeño lago con el resto los primos.

-¿Recordando viejos tiempos?- La voz de Steve me hizo volver a la realidad.

-Un poco.- respondí haciendo una mueca.

-Quería contarte algo importante, pero no sé como vayas a tomarlo.

Lo mire y vi que sus hombros estaban tensos.

-Sabes que puedes decirme lo que sea.

Todo una respiración profunda y hablo.

-Tengo novia, y quiero que la conozcas.

Mis ojos se abrieron ante la sorpresa, no es que mi primo fuera un chico feo, al contrario, es un rubio de ojos azules con sonrisa encantadora y cuerpo de infarto, ya estaba enterada que atraía bastantes miradas, era el único rubio de nosotros, pues había sacado todo de su padre, el resto de nosotros éramos castaños de ojos cafés sin embargo, eso no quita el hecho de que es mi primo y soy demasiado celosa en lo que a ellos respecta, ahora entiendo porque temía contarme eso.

Trate de relajarme un poco.

-¿Quién es la afortunada?- Pregunte rogando que mi voz no sonara normal.

-Su nombre es Liz y es una chica encantadora, te va caer de maravilla.- Lo dudo, pensé- Se que en este momento debes estar recelosa con ella pero te lo aseguro, es una chica increíble.- Sus ojos brillaban.

MENTIRAS DE VERANODonde viven las historias. Descúbrelo ahora