El chico problemas

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  Sonaba el timbre, era un día gris, nublado, y hacia un poco de frío, las últimas gotas de una lluvia pasajera caían del cielo. Mery sabía de quien se trataba, podía ver las luces rojas y azules del patrullero desde la ventana. Se asomó por la misma con la esperanza de que no fuese lo que pensaba, que uno de sus mayores miedos no se haya hecho realidad, pero todo el deseo fue en vano.

  La cara de un joven de unos diesisiete años se veía en el asiento trasero del auto del policía y, aunque se encontraba encapuchado, una madre puede reconocer a su hijo en cualquier lado.

  John Peterson abrió la puerta con el mismo deseo de Mery de que no fuese por causa de su hijo que el sargento Collin se encontrase allí. Pero nuevamente fue en vano.

- Buenos días John - dijo el sargento sufriendo con cada palabra - lamento estar aquí por tercera vez esta semana.

- ¿Qué fue esta vez, Ford?-. Contestó John decepcionado.

- Entró en la casa de la señora Phillips, rompió la ventana y se llevó al perro. Ella me llamó muy enojada y me advirtió que la próxima vez que Luke causara problemas presentaría cargos.

- Lamento oír esto Ford-. Respondió John.

- Lo se, pero ya no puedo cubrirlo, es un buen chico y yo a ustedes les tengo un gran aprecio, los conozco desde toda la vida, pero sus actitudes están cansando al barrio y yo no puedo estar más de su parte.

- Gracias querido Ford, te prometo que encontraré la forma de mejorar esto, no se que haría sin amigos como ustedes. Saluda a Tina por mi y dile que esperamos con ansias probar su tarta de fresas en la fiesta el viernes. Y cualquier cosa que necesiten no duden en llamarnos.

- No te preocupes John, se que hay solución. Saludos para Mery también.

  El sargento Collins se dirigió a su auto y abrió la puerta trasera, dejó a Luke salir y le quitó las esposas.

- Puedes hacer mejor que esto, deja de hacer sufrir a tus padres, no lo merecen.

  Luke lo ignoró y caminó a paso firme hacia su casa. Ignoró a sus padres que lo intentaron frenar y se dirigió a su cuarto. 

  Luke Peterson, 17 años. Toda su vida había sido un chico diez. Le iba excelente en la escuela, era uno de las mejores promedios, y tenía grandes planes para su futuro. Nunca había causado ningún problema y todos en su barrio lo quería, a él y a toda su familia. Tenía un gran grupo de amigos y también, era muy popular entre las chicas pues era alto, rubio y de ojos verdes. Pero nunca fue esa clase de chicos que le gustara la popularidad, fiestas o partidos de futból, era más de familia, tranquilo y sobre todo estudioso. Su gran sueño era ser ingeniero agronómo, pues amaba el campo y todo lo relacionado con plantaciones. Había pasado la mayor parte de su infancia en los campos de su tío, desde el primer segundo se enamoró de ese lugar y supo desde ese momento que a eso se quería dedicar, y esperaba ,cuando fuese grande, pasar días enteros en lugares así.  

  Pero un día todo cambio. Era un día muy normal en la casa de su familia, su padre, como todos los miércoles iba a hacer las compras de la semana, y como todas las veces subía a la pieza de Luke para consultarle si necesitaba algo en particular, a lo cuál su hijo se negó.  Pero cuando escuchó que se había ido, recordó que necesitaría unos materiales para su proyecto de química, por lo tanto, decidió tomar la bicicleta para ir a buscarlo y pedirle los elementos para su tarea. Cuando localizó el auto notó que no tomaba la ruta habitual hacía el supermercado, algo que lo sorprendió y decidió seguirlo.

Estancia CarolinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora