Capítulo 41

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Antes debería haber advertido que aquel espantoso antro de sangre y tediosa lucha no era lugar para cierta joven que algún día había anhelado situar algo de acción en su aburrida vida. Antes debería haberme dado cuenta de que con un corazón de piedra la vida simplemente era vida, y mis acciones y deseos tan solo eran dictaminados por lo que mi persona antes había sido.

En aquellos tiempos donde la vida que me acompañaba estaba rozando la palma de mis manos, no había necesidad de pensar en sentimientos, no los comprendía demasiado. Conocer el mundo de los vampiros me los había presentado, e ignorante yo, había sabido aceptarlos asumiendo que serían ellos los que me traerían la felicidad y fortaleza para superar todo aquello que se interpusiera en mi camino. Pero, ¿que son los sentimientos si lo único que te hacen es sentir? Sentir emociones que no deseas.

Te hacen amar, amar tan fuerte que hasta el corazón duele cuando piensas en la pérdida. El amor se transforma en miedo poco después de conocerlo. Miedo por deshacerte de aquellos a los que quieres. Con ello llega la tristeza. La angustia. La desesperación. La soledad. Por no hablar de lo que te entrega la amistad, te regala dulces momentos en los que la felicidad te ciega impidiéndote ver la traición que se prepara bajo ella. Y, ¿que buen sentimiento no tiene un antónimo que lo supera? Ninguno. Todo viene con un precio, y sobre todo, unos efectos secundarios.

Era extraño, pero había sabido conocer la humanidad cuando había muerto. Y por grandes momentos que me hubiera cedido, me arrepentía de habérmela encontrado por el camino. Había cambiado mi forma de ser y había amoldado mi oscura frialdad a lo que aquel mundo me había mostrado. No solo mi pertenencia a ese sector había conseguido perjudicarme en todos los sentidos, sino que lo había hecho a aquellos a los que había conseguido amar.

Necesitaba despojarme de mis sentimientos, necesitaba despojarme de mi humanidad para salvarlos a todos. Aquel sería mi objetivo antes de hundirme en la oscuridad.

Mis ojos se abrieron despertándose bruscamente de lo que una pesadilla había sido. Más que una pesadilla, aquello había parecido ser una reflexión que mi propia mente había construido. Algo que en el fondo, me daba miedo admitir. Algo que en el fondo era verdad.

Mi respiración, así como los nervios de mi cuerpo, se espabilaron cargándose de energía cuando recordé lo que había pasado. Una bofetada se hizo paso entre mis pensamientos.

-¡Oh! La bella durmiente ha decidido honrarnos con su presencia.-Exclamó una voz extremadamente indeseable a mí costado.

Me giré lenta y difícilmente para encontrarme con el rostro angelical de un demonio. Cuando quise darme cuenta, descubrí que mis manos estaban atadas a un árbol por una especie de cuerda, que al haberme girado, había causado ligeros cortes en mis muñecas.

-Atara.-Solté con rabia mientras me ardían los brazos.

-Es un placer poder volver a verte.-Dijo haciendo caso omiso de la furia de la que estaban cargadas mis palabras.-Por cierto, yo de ti no me movería demasiado, están impregnadas con sangre de cazador.-Dijo Atara señalando las cuerdas que me sujetaban.

-Lástima que no pueda decir lo mismo.-Dije sonriendo falsamente después de dejar de intentar liberarme de la soga.

Me sentía extrañamente bien, de hecho, más que eso. Todas mis fuerzas habían regresado, y parecía que con ellas, las ganas de vivir. Notaba como la sangre corría fuerte y veloz por mis venas, y distinguía que los sentidos de mi persona se habían agudizado en todos los maneras posibles.

Full Moon®  #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora