三十七

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三十七 
feels

No podía creerlo.

A penas iban a mitad de semana y ya no podía soportarlo más, sentía que se iba a desmayar por una hipoglicemia severa en cualquier momento. Y mientras se sentía tan mal, veía a Kise correr de aquí para allá haciendo ejercicios y dunkeando el balón y se preguntaba cómo podía tener tanta energía a pesar de no haber comido casi nada de azúcar, igual que ella.

Respiró profundo, y alzó su mirada al cielo en una silenciosa súplica.

— ¡Kaicchi! ¡Ya terminé! ¿Ahora qué sigue? —Ryota se acercó con una sonrisa en la cara, quitándose el sudor de la frente con el borde inferior de la camisa.

Ella solo pudo atinar a desviar la mirada antes de que sus orejas enrojecieran por haber visto los perfectos abdominales de Kise, quien, con una sonrisa maliciosa, se dio por realizado ante su reacción.

La muchacha lo pensó unos segundos (aunque le costó, mientras pensaba en las vistas previas) y decidió que ya no podía seguir sufriendo, necesitaba azúcar y la necesitaba urgentemente.

—Eso es todo por hoy.

— ¿Eh? —Kai esperó. Uno, dos, tres segundos, y cerró los ojos al escuchar su grito—. ¿¡Eh!? ¿¡Tan pronto!?

Siguió sus pasos cuando ella comenzó a caminar para salir de la cancha de básquet callejero. El balón quedó olvidado unos metros más allá.

—Quiero pasar por la biblioteca, ya no tengo nada que leer… y quiero que descanses, tampoco pretendo explotarte —dijo simplemente.

No escuchó nada, además de sus pisadas apresuradas. Debió imaginarse lo que pasaría a continuación, desde luego, pero no lo pensó hasta que los brazos de Ryota le rodearon los hombros y detuvieron su paso, apegando su cuerpo al masculino. Kai se tensó ligeramente, antes de posar sus manos sobre los antebrazos del rubio.

— ¡No es justo! —gruñó Kise, por lo bajo—. Deseaba pasar mucho tiempo con Kaicchi en vacaciones…

—Hemos pasado mucho tiempo juntos.

Ladeó un poco el rostro al sentir que el agarre se intensificaba. El rubio escondió su rostro en el hueco entre el cuello y el hombro de Shibata, produciéndole leves cosquillas con su respiración.

—No así, Kaicchi —a pesar del susurro ahogado, pudo notar la frustración a través de su voz. No obstante, dejó de sostenerla tan fuerte, y se incorporó, dejando sus labios al nivel del oído de la chica—. ¿Puedo darte un beso?

Su corazón se detuvo en ese justo momento, y al segundo siguiente arrancó a latir desenfrenado, loco. Llegó a jurar que Kise lo escucharía si no se calmaba. Se sonrojó, obviamente, y tanto que sus orejas enrojecieron y se sintió acalorada, sofocada, mientras se mordía los labios y cerraba las manos en puños entorno a las muñecas de Ryota.

Él sonrió cuando la sintió temblar.

—No haré nada si no… —pero no pudo seguir hablando. El asentimiento de Kai le interrumpió la oración. Aunque estaba rígida, como un tronco; demasiado nerviosa para siquiera intentar disimularlo.

Y así, sin más, le dio un sonoro beso en la mejilla, antes de dejarla ir.

Estaba tan feliz.

• • • ● • • •

La biblioteca estaba silenciosa como siempre, poco concurrida, y la bibliotecaria la saludó con una amable sonrisa de bienvenida, como usualmente lo hacía. Caminó entre los pasillos de ficción, desviando la mirada aquí y allá hasta que encontró un título que le llamó la atención.

[ 1 ] KnB ▶ yellow serendipity [PremiosKnB2017]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora