三十四

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三十四
concern

—Nos vemos luego, Kise, Shibata.

Ambos se voltearon en seguida al escuchar la despedida de Midorima, pero fue Ryota el primero en reaccionar. Kai todavía estaba un poco aturdida por el partido, por lo que tardó en siquiera entenderlo.

— ¡Eso fue rápido! ¿No estás sorprendido por estos resultados?

Shintaro se detuvo y miró a Kise de reojo, una mueca instalada en su rostro.

—Deberías estar preocupado por Kuroko, en lugar de por mí.

— ¿Qué?

—El baloncesto de Kuroko fue completamente inservible contra Aomine.

Recién ahí fue cuando Kai se recuperó de su sopor, asintiendo inmediatamente, complementando la afirmación del peliverde:

—Tiene razón. Debe haber sido bastante dañino psicológicamente… y seirin sigue siendo un equipo joven. No será fácil para ellos volver de esta derrota.

—Así es: solo podemos esperar que no les afecte en los dos juegos siguientes.

• • • ● • • •

Un par de días pasaron. Seirin no se recuperó de aquella derrota, y Kai no volvió a ir con Kise a ninguno de los partidos. Era un miércoles por la tarde, Kasamatsu entrenaba solo en el gimnasio, acompañado por Shibata que se encontraba sentada en las gradas, como siempre, leyendo un libro. La práctica del equipo ya había terminado.

La puerta se abrió, dando paso, para sorpresa de ambos, a Kise.

— ¡Hola! —saludó, sonriente.

—Kise.

El rubio estaba de buen humor… un buen humor peculiar. Kai no tuvo que verlo de cerca ni peguntarle para saber que estaba fingiendo.

—Senpai, ¿quisieras jugar un uno a uno? —inquirió, entrando al gimnasio. Dejó su bolso junto a Kai, a quien le dio un ligero beso en la cabeza antes de acercarse a Kasamatsu.

— ¿Conmigo? Pensé que habías ido a ver el último juego de la liga de campeonato.

—Lo hice.

— ¿Cómo resultó?

Ryota sonrió de forma serena, una vez frente al capitán.

—Me hizo tener ganas de jugar baloncesto.

— ¡Eso no es lo que pregunté!

En lugar de lloriquear, como siempre hacía cuando Yukio lo regañaba, lo que hizo fue alzar las cejas y hacer una mueca sorprendida.

— ¿No tienes curiosidad de los resultados?

—No puedo lidiar contigo…

— ¡Vamos!

Tras eso, le arrebató el balón de las manos al moreno y comenzó a botarlo, seguido de cerca por Kasamatsu para tomarlo de vuelta.

Pero Kise no sonreía. Tenía el gesto pensativo, un poco decaído y desganado. Aquello se notaba incluso en sus movimientos. Kai había dejado el libro de lado cuando notó aquello, volcando su atención por completo en el rubio. No pasó mucho antes de que dunkeara el balón y con eso diera fin al pequeño reto.

—He ganado, senpai —recalcó con una nueva sonrisa, de oreja a oreja, un poco tensa y poniéndose las manos en las caderas.

Yukio frunció el ceño, por supuesto que ya había notado la rara actitud del más alto. Pero se dijo mentalmente que no iba a meterse en ese asunto, aunque... de todos modos, le lanzó un golpe tras el cual escuchó claramente su quejido, y no tardó en ver el puchero tan acostumbrado instalado en sus facciones.

— ¡Senpai! ¿¡Y eso por qué ha sido!?

—Eres muy malo fingiendo, idiota —fue lo único que le espetó el de ojos azules. Kasamatsu se acercó a las gradas, donde estaban sus cosas, notando también a una confundida Kai de pie en el lugar. Tenía intenciones de bajar para ir junto a Kise; supuso que no lo había hecho porque él seguía ahí. Disimuladamente le guiñó un ojo y recogió su mochila, enderezándose tranquilamente—. Nos vemos mañana.

—Hasta mañana, senpai —Shibata lo despidió con una mano y esperó hasta que desapareciera por la puerta de cristal.

Entonces fue hasta donde estaba el as de kaijo. Ryota se encontraba pensativo, mordiéndose el labio inferior y apretando los puños.

— ¿Kise? —esperó, pero fue ignorada. La segunda vez, se acercó un poco más y llamó de nuevo, pero sucedió lo mismo. Para la tercera, dio otro paso y le colocó una mano en la mejilla al jugador; recién ahí los ojos dorados de Kise se fijaron en los grandes ojos negros de Kai, que brillaban en preocupación—. Seirin perdió, ¿verdad?

Solamente dio un asentimiento, y apoyó la mejilla en la palma de la cálida mano de ella.

—Pero eso no es lo único por lo que estás así, ¿cierto?

Kise negó.

—Ya terminó la liga de campeonato, y en una semana empieza la interhigh —dicho esto, se alejó de la morena y tomó de nuevo el balón. Shibata dio un par de pasos atrás, para no interferir con sus movimientos—. Habíamos hecho una promesa, pero Kurokocchi no pudo cumplirla.

—Todavía queda la winter cup.

Sus ojos negros lo siguieron cuando saltó para lanzar la goma y encestarla, como si aquello fuera tan natural como respirar.

Pasó mucho tiempo en el que ninguno emitió palabra, el silencio era interrumpido solo por el rebote del balón y el chillido de los zapatos del jugador; hasta que Ryota se detuvo, quedándose muy quieto en su lugar.

—Este viernes nos vamos al campamento de entrenamiento.

Kai se cruzó de brazos suavemente.

—Lamento no poder acompañarlos.

—No te preocupes —se dio media vuelta, ahora sí sonriendo de verdad. Su ánimo había mejorado un poco, aunque ella sabía que no le había contado todo lo que le molestaba—, yo tampoco iré.

— ¿Por qué?

—No quiero ir si no está Kaicchi.

Shibata maldijo para sus adentros, recordando los ataques de sinceridad de Kise. Últimamente no había pasado mucho tiempo con él, cosa que ni le alegraba ni le entristecía, pero era un poco extraño no haber escuchado esa clase de cosas los días pasados. Desvió la mirada, intentando esconder un sonrojo, aunque él notó sus orejas rojas de todos modos.

Eso le sacó una pequeña cacajada que quedó ahogada en su garganta. Nunca se cansaría de molestar a Kai, y la había extrañado los días pasados (aunque no estuvieron tan distantes). Por lo que decidió que nunca sería mejor momento para recuperar el tiempo perdido.

Se acercó hasta ella y la envolvió con sus brazos, hasta que quedó escondida en su pecho. La presión de los brazos de Kai correspondiéndole, aferrándose a sus costados, lo hizo ridículamente feliz; y sin poder contenerse más, se inclinó, le dio un beso en la oreja y susurró, suavemente, con todo el sentimiento brotándole desde lo más profundo del pecho:

—Te quiero, Kaicchi.

No escuchó una respuesta, pero el apretón que le dio ella, la forma en la que buscó esconderse más en su pecho y su leve temblor, las puntas visibles de sus orejas tan rojas, fueron más que suficiente.

No necesitaba más que eso.

No necesitaba nada más que a Kai.

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