四十一

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四十一
from the begining

La bocina que anunciaba el final del tercer cuarto sonó, y Kai saltó como un resorte de su asiento, demasiado ansiosa como para seguir sentada en ese sitio los cinco minutos de descanso.

— ¿Shibata? —esta vez, fue la voz de Teppei quien la llamó, pero cuando se volteó a ver al castaño, se encontró con todas las miradas sobre su espalda—. ¿A dónde vas?

Piensa en una excusa, rápido.

Era mala para mentir y aquellas miradas insistentes simplemente la hacían sentir más nerviosa, así que dijo lo primero que se le ocurrió en el momento:

—Tengo algo de sed así que voy a comprar algo en las máquinas expendedoras...

Teppei la conocía demasiado bien y su voz no había sonado nada convincente. A eso le atribuyó su ceja alzada y la repentiva iniciativa que tuvo de acompañarla.

Hicieron parte del camino en silencio, hasta que estuvieron en los pasillos en el interior del estadio y Teppei se cruzó de brazos, atravesándola con una mirada acusadora.

— ¡No me mires así! ¡Yo no tengo la culpa de ser ligirofóbica! —gruñó entre dientes, pero no era más que una excusa, que Kiyoshi no tardó en descubrir.

—No busques mentirme como si no te conociera —la regañó, causando que desviara la mirada—. Sé que no te sientes bien viendo este juego. Pero debes calmarte, kaijo es un equipo muy bueno.

—Lo sé, no es eso lo que me preocupa... —y la verdad era, que el ganador era lo que menos le preocupaba—. Temo que Kise se lastime. Temo las consecuencias a la larga.

Teppei suspiró y se acercó para darle un cálido abrazo por los hombros. Kai se dejó abrazar, sintiéndose pequeñita entre los brazos de su amigo. Su ánimo estaba por los suelos, sus nervios descontrolados. A penas sí podía soportar seguir en ese lugar.

Se mordió los labios para no llorar de frustración.

—Todo va a estar bien, no tienes nada de qué preocuparte.

Nunca deseó como en ese momento que las palabras que le decían fueran ciertas.

• • • ● • • •

Kise respiraba agitadamente, le costaba regular su ritmo cardíaco. Estaba cansado, se le notaba en la cara y los ademanes. Moriyama lo miró por sobre el hombro cuando tomó una honda inspiración.

— ¿Estás bien?

—Sí, algo así —murmuró el rubio, apoyando los codos sobre sus rodillas.

—Incluso si sacan a Aomine de la cancha, aún te necesitamos para alcanzar el marcador —dijo—. Si no sigues de pie hasta el final, estaremos en problemas.

Kise se veía tan exhausto. Las líneas que se remarcaban bajo sus ojos solamente lo hacían lucir peor. Sin embargo, se incorporó, alzando la ceja con una sonrisa.

—No hay de qué preocuparse. Tal vez no lo creas, pero yo también entrené en nuestros días libres —dijo, tranquilamente, tratando de darle al ambiente un poco de ánimo.

— ¡Ya 《o》《saemos》, ton-tú-tonto! —gritó Hayakawa, ganándose una mirada irritada de parte del resto del equipo.

— ¡No tartamudees! —regañó Moriyama.

Kasamatsu les echó una mirada de pura molestia, como queriendo decir "es el descanso, cállense un rato, estúpidos".

—Creo en ti —dijo Yoshitaka, sin más. Kise lo miró sorprendido—. Desde siempre.

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