二十二

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二十二
arcade

La mañana del martes llegó con nuevas promesas de un hermoso día, y aunque estaba todo despejado, claro y fresco, Kai no se levantó de su cama ese día, con los ánimos lo suficientemente bajos como para no querer ir a la escuela. Hayami se dio cuenta del estado de su hija, por lo que decidió dejarla estar por hoy (aunque no se salvó de una reprimenda de todos modos).

Era cerca de mitad de mañana cuando su madre se quedó dormida, siendo Kai la única despierta pues Ryota estaba en la escuela y Johan trabajando. Entonces, cuando iba camino a la cocina, el timbre sonó.

Estaba bastante segura de que debió haber mirado antes de abrir la puerta, porque definitivamente no se esperaba a Kise del otro lado, con un ramo gigantesco lleno de azaleas blancas, tulipanes rojos y tréboles blancos y de cuatro hojas en una mano; mientras en la otra cargaba un oso de peluche más o menos de su mismo tamaño.

— ¡Kaic–

Nada. Ni siquiera lo dejó comenzar a hablar cuando gritó y le cerró la puerta fuertemente en la cara. No era como si se hubiera asustado de verlo ahí, rayos, había faltado a la escuela, había ignorado todos los mensajes y llamadas solamente porque no quería verlo, pero ahí estaba el condenado, con ese ramo de flores tan raro que... maldecía la hora en la que decidió que sería buena idea aprender el lenguaje de las flores.

What. The actual. Fuck.

Aún desde el otro lado de la puerta, escuchó los gritos de Kise:

— ¡Kaicchi! ¡Eso es de mala educación! ¡Uno no le cierra la puerta en la cara a las visitas!

Shibata se incorporó y salió corriendo hasta la cocina, asomándose por la ventana de la misma, por la cual se veía la puerta de la entrada en donde estaba Kise haciendo un berrinche. Acto seguido, comenzó a tocar el timbre sin descanso, despertando incluso a Hayami de su sueño. La mujer bajó frotándose un ojo y con una expresión de interrogación infinita en su rostro, haciendo exactamente lo mismo que su hija: abrió la puerta y dio un grito cuando vio al rubio parado ahí, con esos regalos enormes.

— ¡Shibata-san!

— ¡Buenos días Kise-san! ¿Buscas a Kai?

—Así es. Y, por favor Shibata-san, dígame Ryota.

—Por supuesto. Pasa, Ryota, iré a buscar a Kai ahora mismo.

Rayos, diantres y centellas. Que su madre fuera la fan más acérrima de Kise no ayudaba en nada. Ella de verdad no quería verlo... es decir, se había esforzado mucho evitándolo como para ahora tener que enfrentarlo cara a cara. Hayami no tardó en llegar a la cocina y mirar a su hija con una cara de pocos amigos que a los cuatro vientos gritaba: no-quiero-tener-que-regañarte-de-nuevo-pero-te-lo-estás-ganando-con-esa-actitud.

—No me mires así. Llevo evitándolo todo el día para que ahora vengas y me dejes en bandeja de plata como si...

— ¡Eso no es excusa para ser mal educada!

Kai dio un salto y corrió hasta la sala, huyendo del regaño de la mujer. Por desgracia ahí estaba Ryota, sentado en el mueble con el oso de peluche a un lado y el ramo de flores entre las manos.

—Kaicchi, ¡buenos días! —esa sonrisa que le dedicó le derritió el corazón—. Me preocupé porque no fuiste hoy a la escuela y no contestabas mis mensajes ni llamadas, así que vine a verte —acto seguido, le tendió el ramo de flores, cosa que ella tomó con cuidado—, y te traje esto. Espero que te mejores pronto.

Ella no respondió, no dijo nada. Se quedó ahí mirando las flores, mordiéndose los labios al punto de que llegaron a ser una tensa línea recta, queriendo por todo lo sagrado en el mundo que sus mejillas no se pusieran rojas, cosa que parcialmente no pasó. Probablemente él ya se había dado cuenta de que no estaba enferma en absoluto, pero la verdad, eso era lo de menos.

[ 1 ] KnB ▶ yellow serendipity [PremiosKnB2017]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora