Capítulo siete

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Capítulo siete:

Subimos al auto y partimos. El auto recorrió calles tras calles. Finalmente llegamos a un restaurante, imposible pensar que comeríamos nuevamente.

—¿Vamos a comer, otra vez? – le pregunté a Harry cuando abrió mi puerta.

—No, te enseñaré a hacerlo adecuadamente.

Antes de entrar al restaurante, miles de personas nos rodearon, con camaras y preguntas. Los flashes llegaban directamente a mis ojos. Me aferré a Harry, tomando su mano con firmeza. Él hizo señas y un hombre alto y grande nos ayudó a entrar en el restaurante.

—Disculpa por eso – me susurró cuando estuvimos dentro del lugar.

—No te preocupes, estoy bien. Aunque ¿no te cansas de eso? – le pregunté

—Si, pero es mi trabajo, yo decidí estar aquí – hizo una mueca.

Me costaba pensar que el "decidió" del todo estar aquí, pues se pueden pensar que no ha disfrutado su vida en varios años.

—Bien – intervino mis pensamientos – él es Brandon Gigiacomo. El dueño del restaurante.

—Es un placer – sonreí amablamente.

—El placer es mío, señorita – sonrió. – Tomen asientos donde quieran.

El lugar estaba cerrado. Nos setamos en una mesa lo más apartada de la ventana, habían muchos reporteros allí, igualmente cerraron cortinas y el lugar se oscureció un poco, nos acompañaba la luces de las velas y Harry empezó a decirme tips para comer en público.

—Debes en sentarte muy derecha – acomodó mi silla y a mí en ella – no te encorbes para tomar un bocado – se encorbó para hacerme saber la postura que no debía tomar. Reí – no te rías – dijo serío y yo me acomodé.

—Lo siento – dije rápidamente.

—No te preocupes – me sonrió. – los cubiertos se usan desde los más afuera, hacia adentro. Es facil identificarlos.

Luego de una hora, terminamos comiendo un pequeño postre francés.

—Si, se te olvida algo, solo observame – dijo como último consejo.

Todo quedó en silencio y él me miró por unos segundos.

—¿Qué? – pregunté. Mi voz estaba ronca, hacia rato que no emitía sonido, así que me aclaré la garganta.

—Nada – bajo su mirada. – Solo que te ves muy hermosa a la luz de las velas – dijo muy dulcemente.

Me sonrojé, pude sentir como mis mejillas comenzaban a arder.

—Gracias – dije con un todo de voz bajo.

Harry hizo un movimiento veloz de brazo para ver su reloj.

—Vaya, son las 20:35.

Habíamos estado horas en aquel restaurante, quedaba una hora y veinticinco minutos para llegar a casa.

—¿Ire a casa? – le pregunté.

—No, aún nos queda tiempo para algo más, y muy importante.

—¿Qué? Me has enseñado a bailar, comer y hablar. ¿Qué falta?

—Tu vestuario para el domingo – dijo y se levantó de la mesa.

—¿No puede ser mañana? Estoy cansada – le hice puchero

—Lo siento, mañana tengo practica de futbol y tenis. Y en la noche saldremos con Vienna y Luke – me dijo

—Muy bien, vamos – me apartó la silla – entonces ¿mañana podré despertar tarde?

—Si, mañana será tu día libre – sonrió.

Tomó mi mano, todo su calor recorrió mi cuerpo. Salimos del lugar y aún se encontraban varios reporteros allí. Él abrió mi puerta velozmente y subió de su lado. Los paparazzis lograron tener muchas fotos pero salimos de allí lo más deprisa posible.

La noche nos cubría con su manto oscuro lleno de estrellas, yo estaba admirando el cielo cuando sonó el telefono del auto.

—¿Si? – contestó Harry.

Harry Styes, ¿piensas venir a casa? – dijo una chica.

—¿Gemma?

La misma.

—Hola. Bien, iré a las diez.

Muy bien, te esperaré – dijo y cortó la linea.

—Era mi hermana – dijo al momento de cortar.

—Oh, que linda – dije amable.

—No, no lo es – dijo y sonrió. Sonreí y me guiñó el ojo.

*Ring ring*Sonó otro telefono celular, esta vez el mío.

—¿Hola? – dije al momento de atender.

Guapa, ¿dónde estás? Te estoy esperando para dormir – dijo Luke. El telefono estaba en altavoz y Harry abrió sus ojos como platos.

—No sé si iré, Luke. – Harry relajó su mandibula al darse cuenta que era Luke.

Luke podía tener desviaciones sexuales pero su voz era muy gruesa y sensual.

¿Por qué no? Hablamos con tu padre. El tendrá que salir esta noche, dejará que te quedes aquí.

—¿Mi padre te dijo eso? – le pregunté

Si, preguntale a Vienna – dijo – acomodé mi cuarto con otra cama para que duermas bien.

—¡Que tierno eres! Gracias. Entonces nos vemos en un hora – vi el reloj del auto y eran las 21:05.

Claro cielo. Te quiero, nos vemos – dijo y cortó la llamada


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