*360°

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Jadeantes y sin ganas de más sexo desenfrenado...  Solo por unos segundos porqué ya el barbón quería ir por la cuarta roda,  pero el pequeño apanzurrado había caído rendido a los brazos de Morfeo.  Edgar lo vió desnudo y con su panzita ya de 16 semanas recién cumplidas lo hacían ver tan sexy dentro de lo qué cabe una exitada y engorrosa mente enamorada de un alfa,  decidió dejarlo en paz,  qué durmiera un poco,  luego lo asearia bien,  lo acomodó desnudo en la cama y se detuvo a verle nuevamente,  sus marcas de besos y mordidas le daban morbo y un extraño sentimiento de culpa,  se sentía culpable por dañarle su linda y clara piel,  pero el oscuro deseo desenfrenado de hacerlo suyo cada vez qué pudiera,  de marcarlo como tal y poseerle,  era más fuerte en ocasiones.

Eran extraños sentimientos,  oscuras emociones que le nacían en los momentos más inesperados,  cuándo se vé tán maternal acariciándose la barriguita o cantándole simplemente al las plantas cuando les daba agua,  cuando era hermosamente tierno o simplemente buena persona con actos tan humanos con los demás.

Ese maldito sentimiento le oscurecía la mente y temía perder a su amado,  y qué más podía hacer si después de todo era un Alfa y si,  esos sentimientos le afloraban por temor, egoísmo y tiranía,  bajos instintos de animal ya,  porque no eran normales.

La maldad que le producía ser a veces rudo con una persona tan delicada como lo era Naiko le daba un cierto placer,  que el estando conciente sabía qué era malo,  y no sabía porqué.

Talvez quería corromperlo,  una persona tán buena como él,  se daba miedo a sí mismo. Y era tema de todas las noches,  salía a la terraza a pensar y a meditar sobre el mismo y sus sentimientos.

Más qué amarle,  estaba obsesionado con él,  lo endiosaba cada vez más alto en su corazón y por encima de lo demás.  Aún con un amor casi idealizado,  casi porqué su dios era de carne y hueso y lo amaba solo a él,  entregándose completamente a su merced.

El no era de fumar, raras eran las ocasiones como esta,  dejo la colilla a medio fumar en el cenicero improvisado,  la noche rara vez resplandecía con todas sus estrellas sobre Santiago,  un cielo tan claro como ese era casi perfecto para el haciendolo enfadar,  le molestaba la perfección de algunas cosas resultándole incómodo,  tenía el estómago revuelto,  entró a la habitación cerrando con fuerza la puerta corrediza,  entro al baño sin entender su enojo repentino,  apretó sus puños frente al espejó qué reflejaba su irasible figura,  el pelo le había crecido al igual que la barba se vio el estómago duro y marcado, su brazos grandes y fuertes,  su cuello con rasguños se dió medía vuelta y más de ellos en su espalda.

Río de una manera macabra y luego en un fuerte alarido despertando al naiko,  a carcajadas se descojonaba,  el Edgar estaba sentado en la esquina junto al cesto de ropa,  el pobre naiko se atemorizó por lo bizarro de la situación pero aún temiendo una reacción violenta sé acercó a él a abrazarlo, la perturbadora risa del Edgar cesó de a poco,  sorprendido se sintió tan pequeño en los degados brazos de su pareja y las lágrimas bajaron resbalándose rápido por sus mejillas,  abrazó aferrándose al fragil cuerpo de su amado,  el cual llevaba su hijo,  primera vez en tanto tiempo sintió miedo de todo,  no sabía porqué ahora lloraba de manera descontrolada,  solo sabía que a los brazos los cuales se aferraban a él con toda la fuerza qué poseía trataban de contenerlo...

Tenía miedo de sí mismo.

No quería hacerle daño a lo que más amaba,  pero habían veces qué envidiaba lo perfecto qué era que le hacían pillarse complejos,  estaba tan conciente de sus actos que se hacía ver a él mismo como una mierda,  a un que no lo era,  pero...  Quién se lo haría ver en esos momentos?  Solo el naiko quién lo amaba por sobre toda las cosas como a su hijo,  qué venía en camino, él Edgar temía por fracasar como padre y esposo,  temía ser mal figura paterna e irresponsable,  un temor encarnecido por lo que se le venía,  le hacía temblar,  como sus temores en formas de fantasmas funestos qué lo acechaban justo ahora,  convirtiéndolo en algo que no era,  en alguién que no quería ser,  tanto, tanto tiempo guardándose todo esos temores lo atormentaban ahora,  donde todo parecía perfecto,  tenía miedo de perderlos a ambos.

Pero el naiko lo paró,  detuvo todo eso,  la crisis del Edgar fué interrumpida por un cálido beso qué hizo desvanecer hasta el más pequeño de sus temores,  haciendo temer a sus demonios,  aclarando todo, no podía fingir qué no le importaba,  porqué ya no era así,  tomo delicadamente a su pareja,  de la cintura besándose lentamente,  fué un beso húmedo por las lagrimas de ambos.

El Edgar descansó en el hombro de naikolas,  quién acariciaba delicadamente su cabello ondulado,  Edgar sé agachó un poco para poder apoyar su oreja en la barriga de su compañero,  escucho un pequeño latir,  en esa habitación habían tres personas qué ya conformaban una familia y ante esa idea el Edgar sonrió entre lágrimas,  todo lo qué temia estaba en su cabeza y su único escape para un mundo iluminado era a través de él.

Ambos supieron qué nada podría derrocarlos de su felicidad,  solo ellos mismos...

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Hi,  hola espero que les haya gustado,  se qué es inusual este tipo de capitulos. Sí no les gusta,  lo entiendo :) por eso mismo espero qué no por esto lo dejen de lado,  lo único qué pretendo es tocarles un poquito la patata* jsjs pero creo qué me gustó en lo personal,  lo acabó de escribir por cierto,  y lo subiré antes de arrepentirme, así que sorry sjjs.

Aún así,  me gustaría que les gustara.  :)(:

 Ω∑εの∂verseツ~ Jainicø&Ędnaikø Donde viven las historias. Descúbrelo ahora