Capítulo 4

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Sophia paró de golpe su caminada y se fijó en esos ojos verdes, todo a su alrededor se desvaneció, ahora solo estaba él y ella, nadie más.

"No, esto no puede ser posible, debo de estar en otro maldito sueño" Sophia se dice a sí misma una y otra vez. Se sintió mareada teniendo que sostenerse fuerte del barandal de oro que acompañaba a las escaleras, no podía ubicar sus pies, iba a caerse. Pero antes de que lo hiciera, unas manos fuertes y calientes la agarraron de la cintura. Esas manos se amoldaban tan bien a su cintura que pensaba que esa parte de ella fue hecha para esas manos.

-¿Estás bien?- Preguntó una voz masculina con un acento británico. Era él, era Sebastian quien la estaba agarrando para que no se cayera.

No podía responder, solo miró esos ojos verdes que había visto por unos minutos antes de que él sucumbiera para siempre. O eso pensaba ella, al parecer sí había funcionado la poca sangre que le suministró. Se sintió tan aliviada, como si se hubiera quitado un peso de encima. El saber que el muchacho estaba a su lado y vivo, fue todo lo que quiso que sucediera por años; y ahora estaba pasando exactamente eso. Él sonrió pero solo un lado se le curvó, le estaba dedicando una bella sonrisa torcida.

-Estás bien- Afirmó, Sebastian no la soltó de la cintura, pero con la mano libre hizo un ademan para que siguiera caminando y todo volvió a la normalidad, los seres presentes los observaban bajar las escaleras, la orquesta todavía seguía tocando Canon, los demonios sirvientes corrían a todos lados con comidas y licor en bandejas.

La mano caliente de Sebastian no la soltó hasta llegar al final de las escaleras, donde se encontraba su padre, Asmodeus y una mujer de Cabello rojo. Sebastian caminó directo hacia donde la mujer, ésta no tuvo más opción que correrse dos espacios para que él tomara el lugar entre ella y Asmodeus, justo frente a Sophia.

-Hace tanto tiempo que no nos vemos, Sophia. Mira lo grande y hermosa que estás- Asmodeus la miró de arriba abajo como si intentara ver detrás de su ropa- Lucifer, si tu hija no estuviese prometida, te hubiese pedido su mano en este instante- Su padre miró a Asmodeus con desaprobación, pero no dijo nada más.

-Es una lástima no poder decir lo mismo de ti- Le respondió en un tono más cortante de lo que ella hubiese esperado, el aludido solo se dignó a reír.

El ambiente que se creó a causa de los dos se volvió incomodo, incluso para los otros tres que no participaban en la conversación. Así que para alivianar ese ambiente, la mujer pelirroja habló.

-Así que ella es tu querida Sophia- La mujer la miraba de arriba abajo, como si intentara encontrarle un mínimo defecto para reprocharle por ello.

-Así es, Lilith- Lucifer miró a su hija que no tenía ninguna expresión en su rostro, pero sabía a qué se debía eso- Sophia, ella es Lilith, quien junto con Asmodeus, a quien ya conoces; gobiernan la dimensión de Edom- A la mente de Sophia se le vinieron varios recuerdos de cuando era pequeña y su padre la obligaba a tener clases de historia demoniaca, Lilith era la mujer demonio quien fue la primera esposa de Adán y la madre de todos los demonios. Además, por lo que recordaba, ella es la madre adoptiva de Sebastian- Y él debe ser tu hijo, Sebastian- Predijo su padre mirando al de ojos verdes que había estado mirando todo ese rato a Lucifer.

-Jonathan, prefiero ser llamado así, señor- Le respondió con una voz calmada. Lucifer asintió una sola vez pero cambió de tema rápidamente.

-Es hora de pasar a la pista de baile. Es mejor que encuentren una pareja- Lucifer dejó de mirar a Jonathan y posar sus ojos en algún lugar entre la multitud- Yo ya encontré la mía- Dijo eso antes de marcharse a algún lugar entre la multitud. No sabía si su padre había estado viéndose con otra mujer, pero supuso que no debía entrometerse en ese asunto todavía.

Jonathan se posó a su lado antes de tomarla de la mano.

-¿Me harías el honor de ser mi pareja para el baile, señorita Sophia?- Sus ojos de un reluciente verde la miraban penetrantemente.

-Sería todo un placer- Respondió antes de comenzar a caminar los dos juntos hacia la pista de baile dejándose llevar por la música lentamente mientras el chico le tomaba la cintura para acercarla más a él.

Ella pudo notar, aun con el esmoquin puesto, un abdomen con unos músculos duros y firmes, como si hubiese estado haciendo ejercicio por un largo periodo de tiempo. Sus pechos se pegaron en ese abdomen, pues Jonathan la tenía demasiado pegada a él. Sophia se dejó llevar por el ritmo de las canciones y por primera vez pudo disfrutar del baile anual que hacía su padre.

Ángel Infernal. (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora