Capítulo 26

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Pronto, la castaña se paró frente a la pelirroja que seguía en el suelo con el cabello tapando su cara; pasó su brazo por su tobillo derecho, en el que descansaba su tobillera, la que se transformó en una bella daga con un mango de oro y en vez de tener un filo de metal, era de cristal. La daga tenía un aura multicolor, como una aurora boreal con los colores del arcoíris. Simplemente preciosa.

Sophia se dispuso a atacar a la pelirroja que yacía postrada sobre sus rodillas. Dejándose guiar por su venenosa sangre tiró de su mano fuertemente para clavarle la daga en la coronilla de la cabeza, súbitamente se escuchó un agudo grito desgarrador en todo el salón; pero el grito no pertenecía a la chica sobre el suelo, ella estaba perfectamente bien y no había ninguna daga clavada en su cráneo, pero tampoco había muestra de la daga en las manos de Sophia.

Rápidamente su cabeza resolvió todo el misterio, la castaña sentía cómo todo su mundo se venía abajo mientras se daba media vuelta sobre sí para ver a Jonathan acostado en el suelo en posición fetal mientras se agarraba su mano izquierda fuertemente; su cara estaban aún más blanca que nunca, tenía la boca entreabierta tratando de gritar y, sus bellos ojos estaban rojos y apagados. La daga estaba tirada a unos centímetros de él y brillaba tan fuerte que era enceguecedora.

Ella no se dio cuenta cuándo comenzó a correr, pero al llegar a su lado se arrodilló frente a él. Estaba sudando y gemía de dolor. El corazón de la chica se encogió al verlo tan indefenso; le puso una de sus frías manos en la frente intentando bajar la temperatura mientras con la otra recogía la mano que Jonathan sostenía con fuerza, sus ojos se posaron a su mano izquierda que estaba a carne viva y sangrando profusamente, la sangre que salía de él era negra, pero tenía algunos destellos dorados como un ojo de tigre1.

-Jonathan, ¿qué hiciste?- Susurró más para sí misma que para él. El chico estaba sufriendo con el dolor que sentía. Ella se sentía tan inútil sin saber cómo hacer que no sintiera dolor, pero rápidamente se acordó que había algo que sí podía.

Tomó su daga y cortó un poco la palma de su mano, el ardor de la daga quemando parte de su sangre demoníaca era asquerosamente insoportable aunque ella solo sentía una minúscula parte de lo que el rubio estaba sintiendo. Cuando vio la sangre dorada brotar de la palma de su mano, tomó la mano de su prometido y las juntó, transfiriéndole un poco de esa parte angelical que funcionaría como anestesia para el dolor. Pero al hacer eso, la sangre demoníaca de él se juntaba con la suya quemándola, quiso gritar, pero se contuvo mordiéndose fuertemente el labio; aun así algunas lágrimas brotaron de sus bellos ojos violetas.

Volvió su mirada hacia el joven que ahora estaba menos tenso, sus ojos sin brillo cada vez se cerraban más y más hasta que se sumió en un coma inducido por el dolor y shock. Sophia soltó su mano mientras volvía a poner su tobillera de oro en su pierna. Recogió suavemente la cabeza del rubio para ponerla sobre sus muslos, ella le acariciaba lentamente sus sedosos cabellos mojados por el sudor y los peinaba lejos de la mojada frente; su suave respiración le calmó un poco los nervios.

-¡Llevadlo a mis aposentos, ahora!- La voz chillona de la pelirroja resonó en la habitación. A los segundos tres hadas de buena masa muscular entraron en el salón y apartaron a Jonathan de los brazos de Sophia. La chica se paró furiosa del suelo, dejó de darle la espalda a la otra mujer y la encaró.

Por primera vez pudo ver sus facciones; ella era tan bella como cualquier hada, el cabello rojo le llegaba hasta la cintura en suaves ondas, sus ojos celestes brillaban como agua y sus facciones eran las típicas de las hadas, suaves y anguladas. Pero su belleza no se comparaba con la de Sophia.

-¿Quién creéis que sois para ordenar qué hacer con él?- Le braveó a la reina Seelie- ¡Vosotros, no deis un paso más si no queréis sufrir las consecuencias!- Se dirigió señalando con un largo dedo a las hadas que llevaban en sus brazos al gigante de Jonathan. Las hadas se pararon al segundo mientras se cuestionaban si seguir y obedecer a su reina, o evitar la muerte segura que les esperaba si desobedecían a la invitada.

-Yo soy la reina de este mágico lugar, mangurrián. Ellos hacen lo que yo os digo y yo hago lo que se me plazca con quienes osan pisar mis tierras. Ahora, mis queridos guardianes, llevad a mi Sebastian directo a mis aposentos, sanadlo y haced todo lo que os diga sin rechistar- Ellos comenzaron a caminar. La poca paciencia que traía la castaña se le comenzaba a agotar otra vez.

-¡Os dije que no os atrevieras a dar un maldito paso más de este lugar!- Las pupilas violetas llamearon de color rojo, dejando sus ojos de un color vinotinto- Sois un hada, mi queridísima reina Seelie, tenéis una mitad demoníaca; una parte que pertenece al infierno, a Lucifer y a mí, la hija de Lucifer- Siseó sintiendo sus palabras como veneno en la boca. Los tres guardianes se tensaron y la cara de la famosa reina Seelie se desfiguró ante las palabras que la chica acababa de soltar- Si sabéis lo que es bueno para vos y vuestro reino, haréis lo que yo os diga.

La reina tragó en seco y solo se dignó a asentir.

-Llevad a Jonathan a un cuarto que no sea a los aposentos de la reina, pronto yo estaré allí y os ayudaré a curarlo, soy la única que sabe cómo hacerlo- Ordenó, los guardianes hicieron una reverencia a las dos mujeres y se fueron cargando el cuerpo inconsciente del chico- Ahora que estamos solo nosotras dos, reina Seelie, dejadme deciros algo; primero Jonathan es mío, pronto nos casaremos y nos complacería a mares tener vuestra grata presencia en la boda. Por lo tanto no quiero volver a escuchar que de vuestra no tan refinada boca saliese una falacia tan grande al decir que Jonathan os pertenece y segundo os digo que os falta una refinada boca al escuchar tal grosería que de vos salió para herir mi autoestima, pero lo dejaré pasar esta vez. Ahora si me permite, me iré a curar a mi prometido- Sophia hizo una pequeña inclinación burlesca hacia la reina que se encontraba asombrada.

-Pero querida princesa mía, dejadme deciros algo- La reina comenzó a hablar y Sophia automáticamente frenó en seco- Nosotras no estamos solas en este salón, unas bellas personas nos han acompañado desde el principio. Por favor chicos, salid de donde estáis escondidos- Pronto, de las sombras surgieron cinco cabezas, todas eran conocidas, pero con dos había tenido un contacto recientemente. Eran nada más que Magnus y Alec, su novio.

1Es una piedra negra con destellos dorados. La sangre de Jonathan es más negra con algunos hilos dorados, mientras que la de Sophia es mitad negra mitad dorada.

Ángel Infernal. (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora