¿15m²?

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Caí al suelo de rodillas con el pulso acelerado y mis pulmones suplicando por un poco de oxígeno. Con mi mano en el corazón volví a levantar la cabeza y observé por última vez la habitación. Ya no recordaba cuantas veces la había recorrido de pared a pared, de esquina a esquina, tropezando mi pie unas cuatro veces con la pata de la cama, con la cómoda unas dos veces e incontables veces mis manos golpearon la puerta que se negaba a responder ante mí.

Recorrí con mis ojos los límites de la habitación, ¿qué tan grande era? Quizás... unos ¿15m²? No estaba seguro, pero podría haber acertado a la primera.

Mi respiración se calmó, así como los temblores que recorrían todo mi cuerpo. ¡Ni siquiera había una maldita ventana, ahora que me fijaba!

— ¿Te calmaste al fin? —de nuevo la voz resonó en mi habitación, aunque si hubiese algo de ruido sería casi imposible de hacerse notar. Lamentablemente, aquí no había nada de ruido.

Me levanté con las piernas aún débiles pero lo suficientemente resistentes para poder caminar un poco. Sequé con la manga de mi sudadera las lágrimas recientes y secas de mis mejillas y me acerqué al agujero de donde provenía la voz.

— ¿C-cómo puedo salir de aquí? —pregunté con la voz gangosa por culpa de mi nariz en taponada.

— Ojalá pudiera decirte cómo, pero si tuviera la respuesta ahora mismo nadie te estaría hablando desde este lado.

— ¿Estás en otra habitación?

— Sí.

— ¿Qué haces ahí? ¿Qué hago aquí? ¿Dónde estamos? ¿Por qu-...?

— Hey, hey, hey, tranquilízate. No tengo tantas respuestas como crees..., lo siento —guardó silencio por unos segundos hasta que continuó—. Lo importante es que no pierdas la calma.

— Tarde —me abracé a mis rodillas y escondí mi rostro entre ellas. Podría asomarme como en un principio y así poder verlo a través del agujero, pero la sensación me aterraba más cuando me encontraba con aquellos ojos.

— Escúchame bien... —lo oí resoplar, como si estuviera mentalizándose o preparándose para lo que tuviera que hacerme saber, pero su próxima palabra no la alcancé a oír porque un ruido llamó mi atención— ¡Mierda, vienen!

Aquellas palabras sí las oí y después de no escuchar más la voz del chico al otro lado, me levanté asustado sin apartar la mirada de la puerta; de donde provenían los ruidos, pasos y voces de unos cuantos hombres.

Corrí hasta la cama y me escondí bajo ella. Quizás no tenía mucho sentido ya que la habitación estaba cerrada a cal y canto y de allí no podría salir ni una mosca, pero cuando el terror te corre por las venas, tu supervivencia te pide que hagas algo y no podía quedarme simplemente a mirar.

Tapé mi boca con ambas manos para que mi fuerte respiración no me delatara y con los ojos abiertos de par en par, vi como abrían la puerta y algunas personas entraban, encendían la luz de la habitación; cosa que no supe cómo hicieron, y caminaban por ella mientras comentaban entre ellos. La puerta fue cerrada nuevamente tras la espalda del último que entró y se acomodó en ella mientras silbaba algún tipo de canción.

— ¿Dónde cojones se ha metido? —preguntó uno.

— Donde todos se esconden siempre —vi un par de pies acercarse a la cama y, antes de dejarme asimilar su acercamiento, levantó la cama con fuerza hasta volcarla. Raspé mis palmas por el suelo impulsándome hacia atrás, pero la cama, ahora volcada, me impidió la salida—. ¿Ves? —se giró al hombre a sus espaldas y sonrió con malicia mientras volvía a mí y estiraba su mano para agarrar mi sudadera por el hombro para levantarme sin mucha dificultad.

18m² [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora