Confesiones

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— Tenía el cabello tan largo... Tan suave como tocar la seda con los dedos. ¿Sabes a qué me refiero? —asentí sin dejar de mirar el techo de la habitación. Estábamos sobre su cama, la cual era bastante grande y los dos cabíamos perfectamente. Él estaba con su cabeza a los pies de la cama, mientras que yo estaba al contrario, con mi cabeza pegada al cabecero— Es muy hermosa, aún puedo llegar a verla vagamente si cierro los ojos. Aunque poco a poco comienzo a perder esos pequeños detalles en ella. El tiempo... es malditamente injusto —apreté la manta que cubría la cama en mi puño, sintiendo esa sensación de nostalgia recorrerme al oír sus palabras. Pero yo sólo podía pensar en mi madre; ella no tenía el pelo largo y excesivamente sedoso, pero me gustaba verla y decirle que tan hermosa se veía cuando se lo arreglaba—. A veces me pregunto qué fue de ella o qué está haciendo.

— Yo también me lo pregunto... —dije algo apagado sin apartar la vista del mismo lugar, sólo que ahora no veía al techo, sino la figura de mi madre dibujada ahí mismo.

— Estoy seguro de que tu madre está muy preocupada y estará haciendo todo lo posible por encontrarte —desde su posición buscó mi mano y la acarició con suavidad—. Háblame de ella.

— Bueno, ella es como la mayoría de las madres —sonreí con melancolía mientras que con mi otra mano borraba algunas lágrimas que habían caído por mis sienes—. Sobreprotectora, extremadamente cariñosa, a veces algo pesada; puede ser muy molesta cuando quiere, pero... me quiere muchísimo, no hubo día que se olvidara de hacérmelo saber —de nuevo las lágrimas comenzaron a desbordar por el rabillo de mis ojos y no pude contenerme más, sollocé ocultándome bajo mi mano.

Jimin, sin decir nada, se incorporó y se colocó a mi lado, pasó un brazo por mi cuerpo y me acercó al suyo para darme calor y apoyo. Yo lo abracé ocultando mi rostro en su pecho. Parecía un niño llorón, desde que había entrado en esta habitación todo lo que había hecho fue llorar, llorar y más llorar.

No podía evitar sentir miedo, no sabía qué podría depararme mañana o dentro de diez minutos, pero a pesar de convivir con el horror en mi cuerpo, no podía dejar que JiSung me viera y le transmitiera ese mismo sentimiento, tenía que ser fuerte para él. Y ya no sólo por JiSung, sino por Ten, que a pesar de no saber si era mayor o menor que yo, no me dejó más opción que también mostrarle confianza y fuerza para que no decayera. Pero con Jimin todo era diferente. Él llevaba más tiempo que yo aquí, muchísimo más, en realidad. Sabía mejor que nadie que se sentía estar encerrado en este lugar y vivir todo el horror que día tras día soportábamos. Es por eso que no podía evitar derrumbarme y desahogarme en sus brazos, sintiendo que él me entendía y me daba la seguridad y protección que yo podía dar en JiSung y Ten.

Jimin me la daba a mí. Y necesitaba ser abrazado y sentir algo de protección.

— Teníamos un perro tan grande como un caballo —dijo de repente y abrí mis ojos para separarme un poco y mirarlo desde mi posición—. Era un mastín muy grande, ocupaba todo el sofá, pero era muy bueno y lindo, a pesar de su tamaño, así que siempre me daba pena quitarlo.

— ¿Cómo se llamaba? —pregunté algo curioso una vez dejé de llorar.

— Bobo — rió—. Creo que no necesitas una explicación para eso, ¿no? —negué con una leve sonrisa y él aprovechó para retirar esas últimas lágrimas con su pulgar—. Eres muy guapo, JungKook. Hasta con la nariz y los ojos rojos lo eres —abrí mis ojos algo sorprendido y aparté la mirada algo nervioso—. Aún con tus mejillas rojas también —sonrió más ampliamente. Yo terminé por separarme lentamente y clavar nuevamente mi vista en el techo.

— ¿Cuántos años llevabas con tu novia?

— Tres años, estábamos prometidos —giré mi cabeza y lo miré sorprendido—. Incluso íbamos a tener un bebé —Jimin seguía con sus ojos fijos en mí, tenía una leve sonrisa formada en el rostro, pero en su mirada podía percibir el dolor que guardaba dentro.

18m² [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora