10 años

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No supe cuanto tiempo estuve observando el par de camas que ahora se encontraban en la habitación. Había pasado de tener sólo mi cama a tener una al lado pero sin dueño. Curioso ante la novedad del día, intenté obtener información del guardia que solía pasearse por el pasillo, pero en vez de conseguir lo que quería, obtuve un dolor de cabeza por oír las idioteces que soltaba por la boca. Incluso en una de mis preguntas llegó a ponerse a cantar.

Menos mal que el otro guardia lo acalló.

Desistiendo por conseguir una respuesta, decidí acostarme en mi propia cama, tapando todo mi cuerpo hasta la cabeza, de esa forma, cuando despertaba lo primero que veía era oscuridad, y no la habitación que incluso a día de hoy me sobresaltaba cada mañana. Pero aquella nueva mañana me levanté con uno de esos sobresaltos que tenía los primeros días, y no por la habitación o por recordarme dónde estaba, sino por el estruendo que había en ella.

Con los ojos entrecerrados, asomé mi cabeza y vi a uno de los guardias apoyado en la pared mientras silbaba, rápidamente pude reconocerlo, incluso al segundo guardia; más alto. Entró luego con un saco de tela viejo en su hombro, seguido de éste lo hizo el hombre rubio y, sin poder permanecer más tiempo tumbado, me senté sin moverme de mi sitio pero observando todo con detalles; y por supuesto, aterrado.

El guardia dejó caer con cuidado el enorme saco en su hombro y se agachó para comenzar a desatar el nudo.

— ¿No es un saco muy pequeño? —preguntó el guardia llamado HeeChul sin apartar sus ojos del trabajo de su compañero.

— ¿Qué más quieres? Tiene 10 años.

10 años... ¿10 años? ¿Qué tenía 10 años? ¿El saco o lo que había dentro...?

Un sudor frío comenzó a crearse bajo mis ropas viejas y raídas, presencié como el saco era abierto y de ahí sacaba unos delgados brazos de los cuales comenzó a tirar sin mucho cuidado. Se descubrió el rostro de un niño de cabello claro e inmediatamente supe a qué se refería con los 10 años... Era la edad del chico.

Entre los brazos del guardia alto, lo dejó caer en la cama justo a mí lado, luego me echó una mirada y vio tantas preguntas en mis ojos que no pudo evitar soltar una pequeña risa.

— Listo, podemos irnos —y dicho aquello, me dejaron a solas con el niño que seguía sin mover un músculo en la cama vecina.

Con el pulso acelerado, las piernas temblando y mis manos imposibles de calmar, me levanté para dar el par de pasos que nos separaban y me senté junto a su escuálido cuerpo. Lo observé con horror, quién me diría a mí si el niño seguía vivo o no, pero antes de sacar mis propias conclusiones, vi como su pecho daba una buena bocana de aire y luego movía su mano.

Suspiré aliviado, quizás no tanto porque aún seguía preguntándome que hacía este niño aquí. ¿Iba a correr la misma suerte que yo? ¿Lo habían separado de su familia como a mí? Sin evitarlo derramé mi primera lágrima imaginando el horror por el que tuvo que pasar, por el horror que pasará cuando despierte y se encuentre encerrado, pero rápidamente borré el rastro de la lágrima cuando sus ojos comenzaron a abrirse.

— H-hola —dije, intentando que mi voz sonara lo más serena posible.

El niño arrugó el entrecejo y se frotó los ojos mientras se incorporaba— ¿Hermano? — Ni me sorprendió que aquello me doliera tanto, fue como una lanza clavada justo en el pecho.

— N-no..., no soy tu hermano —tras mis palabras, el niño se detuvo, quitó sus delgadas manos de los ojos y se giró para mirarme fijamente.

No supe en qué milésima de segundo pasó de estar todo en silencio a crearse un caos de gritos, sollozos y golpes. Tampoco supe por qué no reaccioné y me quedé viendo como el niño de 10 años se volvía completamente histérico y uno de los guardias le llamaba la atención inútilmente. Corría de un lado a otro, desesperado por encontrar una salida a parte de la puerta cerrada completamente, gritaba nombrando a sus padres y hermano, pedía auxilio entre lágrimas gruesas y aporreaba la puerta cuando ya no sabía qué más hacer.

18m² [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora