Hermanos

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La brocha se deslizaba dificultosamente sobre la grumosa pared, tenía que pasar tantas veces por el mismo lugar que apenas llevaba la mitad de una pared y ya me dolía el brazo. Por suerte, tenía a los chicos ayudándome; JiSung pintaba la parte baja mientras que el resto mezclaban colores y sacaban los que más les gustaban, luego Yuta intercambió conmigo y continuó él mientras yo veía los hermosos colores que habían conseguido sacar, ya que JiYong no pudo traerme tantos botes y decidió escoger la base de ellos para nosotros poder sacar los que queríamos.

Realmente no sabría cómo explicar el hecho de por qué decidí pintar las paredes, quizás quería llevarme algo bueno de este lugar junto a mis compañeros; un recuerdo bueno, una visión menos lúgubre del reino de mis pesadillas, convertir la oscuridad en algo colorido y así pues intentar ocultar el daño. Pero sobretodo por ellos, quiénes no sabían cuánto tiempo estarían aquí y la idea de para siempre podía ser una opción.

— Aún no entiendo cómo SiWon ha permitido esto —si la boca de Kris no se hubiera abierto, habría seguido pensando que estábamos solos, pero él llevaba dentro de la habitación desde que habíamos empezado a pintar—. Tienes suerte de tener a JiYong, SiWon nunca le negaría nada —mezclé blanco con amarillo y un poco de rojo, luego lo moví con un delgado palo—. Pero no tendrás tanta suerte cuando vivas con él. Puede que no lo veas tan horrible ahora, pero lo harás, créeme que lo harás. Cuando ese hombre se enfada de verdad... más vale correr. Sólo espero que tengas muchos lugares en los que esconderte allí a donde vayas —dejé de mezclar clavando mis ojos en el naranja que comenzaba a formarse.

— ¡Déjelo en paz! —gritó JiSung soltando la brocha de golpe y encarando a Kris. Rápidamente, antes de que Kris se acercara más después de levantarse de la silla que había traído, llegué hasta JiSung y lo protegí entre mis brazos, dándonos la vuelta.

— JiSung, no escuches. Sigamos pintando, ¿sí? —el menor bufó y asintió con su cabeza, la cual besé antes de soltarlo.

— Ese mocoso morirá algún día por su atrevimiento. ¿Y sabes de quién será la culpa? —me giré viendo a Kris a no más de dos metros de mí— Sí, tuya. Los niños copian a los adultos, y aunque tú no lo seas, se nota que te admira. Deberías tener eso en cuenta.

— Creo que no hay nada de malo en ser valiente.

— ¿A pesar de que eso te cueste la vida?

— Sí —rió dándose la vuelta para volver a sentarse.

— Por cierto, habéis hecho un trabajo sensacional ocultando el agujero. Hasta ahora ninguno nos habíamos percatado de que aquella tabla, la cual se suponía debía estar clavaba a la pared, estaba sirviéndoos de ventana. Buen trabajo —dijo con un tono sarcástico y decidí ignorarlo, quizás así dejaría de hablar. Pero el recordarme el agujero me hizo obligarme a clavar los ojos en ese punto, imaginando qué estaría haciendo Jimin y si sus heridas estaban siendo curadas.


[...]

— Tú, el tailandés, fuera —me desperté cuando volví a oír la voz de Kris, quien se había ido horas antes. Froté mis ojos para poder abrirlos con facilidad y me levanté—. Oh, no, ni se te ocurra montar un numerito.

— ¿A dónde le llevas?

— Eso no te concierne.

Y se marcharon.

Quizás Kris, en el fondo, tenía algo de razón. Metía demasiado las narices en todo, convertía montañas de arena en inmensos oasis y, aunque no me gustara saberlo por mí mismo, eso conseguía dañarlos más que ayudarlos, pues de un par de veces que me había servido para detener el sufrimiento, la mayoría de las ocasiones acababan pagando el precio de dos o quizás tres personas.

18m² [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora