Juntos

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— Jimin, tienes cliente.

Fue lo único que dijo NamJoon cuando entró y nosotros nos encontrábamos sentados en la cama en absoluto silencio. Ninguna palabra fue dirigida hacia mí, como si no tuvieran noticias de JiYong o nada que me concerniera, tan sólo la ignorancia y el dolor de ver como Jimin se levantaba suspirando pesadamente y se peinaba un poco el cabello con sus dedos. Una mirada que pareció más una disculpa, fue lo que me dejó con la amargura de la soledad y los horribles pensamientos por lo que él tendría que pasar en unos minutos.

Me abracé a mis piernas y apreté los puños de rabia por no poder hacer nada, tan sólo esperar y que las cosas llevaran su curso habitual. Intenté recrear mi mente con las horas pasadas donde ambos hicimos el amor y guardamos un hermoso recuerdo más a nuestras destrozadas vidas. Era lo único que nos quedaba.

Comencé por tararear una canción que solía escuchar de mi madre cuando se pasaba la tarde inventando postres o poniéndose a prueba con una nueva receta. No era la mejor cocinera, de hecho mi padre era quien se encargaba del almuerzo y cena, pero mi madre tenía unas manos especiales para los dulces, e incluso una vez se presentó a un concurso de dulces artesanos del vecindario y quedó segunda. Aquello la motivó aún más y mi padre y yo temimos engordar demasiado por culpa de sus exquisitos dulces.

Sonreí inconscientemente al imaginarme miles de escenas pasadas donde mi padre se quejaba de que había subido de peso, luego mi madre se hacía la ofendida y mi padre siempre caía, acabando por comerse toda una ración del postre del día sólo para verla feliz de nuevo. Amaba ver ese tipo de escenas, y ahora... las echaba tanto de menos.

Antes de que Jimin llegara, Kris apareció por la habitación y me llevó a la sala del doctor. Desde que JiYong había asumido mi vida por completo apenas había vuelto a ver al doctor de la sala blanca, JiYong solía traer a nuestra habitación uno de suma confianza para su familia, así que no tenía razón para volver a ir, pero ahora que él no podía venir como antes, mi salud volvió a recaer ante la responsabilidad de mis secuestradores.

— Tanto tiempo, JungKook —ensanchó sus labios y formó olas de arrugas en sus mejillas.

— Y sin embargo, no me he movido del mismo techo que usted —el doctor le hizo una seña a Kris para que se marchara.

— Ya me he enterado que tienes dueño —fruncí el ceño por la molestia que me producía escuchar una y otra vez la nula libertad que tenía, recordándome siempre tener que verme como un perro con dueño y al cual debía serle fiel—. Siéntate en la camilla, solo haremos un chequeo. Como en los viejos tiempos.

— Ni que haya pasado tanto.

— ¿Más de un mes, quizás?

— No lo sé, ni siquiera sé en que mes vivo —rió bajo y acercó una mesita con los utensilios necesarios.

— Octubre.

Dijo como si nada y comenzó a sacar mi camiseta mientras yo me perdía en aquel mes. ¿Tanto había pasado? Incluso el día de mi cumpleaños había quedado atrás en algún doloroso día que viviría eternamente en mis recuerdos para atormentarme. Había cumplido 19 años hace un mes y hasta entonces había pensado que aún tenía 18, tan olvidado y ajeno a la vida, como si pasaran años y años y dejara de ser consciente de la edad que tenía.

¿Me ocurriría eso a mí? ¿Llegaría a presenciar el olvido y la ignorancia de algo tan ordinario?

— ¿Alguna vez... alguien ha conseguido escapar de aquí? —musité y el doctor dejó lo que hacía para elevar sus ojos sobre sus gafas.

— No —contestó simple y continuó con su trabajo.

De nuevo me vi ahogándome en aguas oscuras, con miles de manos agarrando mis pies y tirando de mí hasta las profundidades. Aunque yo luchara por salir y soltarme, sus manos eran más fuertes y me superaban en número. El ahogarme, tarde o temprano, sería inevitable.

18m² [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora