Escorias

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Pensé que desde el día en que desperté entre estas cuatro paredes, viví el peor infierno que podría esperar en mi vida, pero estaba demasiado equivocado. Lo que había vivido hasta ahora tan sólo era como el hall del infierno, sólo la punta de lo que podría y había comenzado a presenciar.

A veces, durante la noche, JiSung y yo nos despertábamos sobresaltados cuando nuestra habitación era abierta y dejaban tirada a una persona completamente amordazada, a ésta la ataban a una anillas de metal que había colgadas cerca de la puerta, y mientras nos miraba en la oscuridad, estallaba en gritos ahogados que eran amortiguados por el precinto en su boca. A veces eran mujeres, y otras, hombres.

En dos ocasiones tuve el valor de acercarme y ayudarlos, pero con la segunda advertencia fueron más duros, y en vez de dejarme sin comer durante dos días, me dieron una paliza. Aún siento arder mis costados por las patadas que me proporcionaron, el sólo roce de las ropas ya era suficiente para que en toda la noche no pudiera dormir.

Con la lección aprendida, simplemente observábamos la escena horrorizados desde mi cama, esperando que esos gemidos de agonía y terror cesaran, y lo hacían cuando volvían a por la persona y la llevaba a algún otro lugar. Quizás a la habitación que los llevaban no estaba muy lejos, porque desde nuestra posición escuchábamos los gritos desgarradores de la persona que minutos antes estuvo atada ante nosotros.

— ¿Qué más te hicieron?

— Me sacaron tres botes de sangre —explicaba JiSung después de haber vuelto de su "revisión" con el hombre que se hacía llamar doctor. No me habían vuelto a llevar allí desde que me pillaron viendo lo que no debía, recuerdo que perdí el conocimiento por un golpe en mi cabeza y cuando desperté me encontraba nuevamente en la habitación—. Luego me desnudaron y me inspeccionaron de arriba abajo —vi sus comisuras del labio bajar y su ceño fruncirse cuando sus ojos se aguaron y las primeras lágrimas ya caían por sus mejillas—. T-tengo miedo.

Había escuchado tantas veces esa frase..., no sólo de mí, sino de él. Era un simple crío y tenía que pasar por esto de la forma más injusta posible. Un día estaba cenando alegremente con su familia y al siguiente demacrándose bajo este techo lleno de humedad y entre estas cuatro paredes agrietadas. Cambiando su carne y pescado por una papilla que me era imposible describir de dónde provenía o qué llevaba, sus aperitivos por un pan mohoso y duro y sus refrescos favoritos por un poco de agua al día.

Lo volví a abrazar como cada día, dándole el poco calor que había en mi cuerpo, transmitiéndole mis escasas fuerzas, pero lo que sí quería hacerle saber y prometer, era que siempre lo protegería, así tuviera que pagar con mi vida.

JiSung se había convertido en un apoyo moral y de grandes fuerzas desde que llegó aquí, sería egoísta decir que su compañía me llenaba, pero por supuesto habría preferido estar a solas y que él aún siguiera con su vida y familia, pero a veces la vida..., no, a veces las personas corrompidas y huecas por dentro vivían simplemente para dañar al prójimo, como si su vida dependiera de ello, como si no hubiese más vida importante que la de ellos mismo. El resto, es escoria, y eso es lo que éramos nosotros, escorias.


[...]

JiSung se había quedado dormido después de que se tranquilizara y le contara alguna de mis historias vividas en mi infancia; era algo que le encantaba. Lo dejé acostado en mi cama, ya que la suya ni la tocaba; se había a acostumbrado a dormir conmigo cada día, cada tarde o cada noche, y luego bajé de ésta con sumo cuidado de no despertarlo. Caminé con mis pies descalzos hasta el otro extremo y me senté con las piernas cruzadas y la cabeza gacha apoyada en mis manos para mirar al otro lado del agujero.

18m² [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora