Otoño (XII)

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Rosie

Me desperté alrededor del mediodía con un terrible dolor de cabeza y con los ojos hinchados. No era algo bonito de presenciar, era como ver el despertar de los muertos vivientes.

No espere ni otro segundo para arrojar los montones de pañuelos al bote de basura, luego de eso busque mi ipod y los pequeños parlantes que había decidido llevar de último minuto, podría besar a mi yo del pasado por esa buena decisión; deje los parlantes encima del tocador y busque a través de las canciones una que sabía ayudaría a mi ánimo. Curioso, que después de una noche de llanto me sintiera tan... liviana.

Aproveche para tomarme un largo baño, mientras me sacudía al ritmo de la música. Ya había llorado lo suficiente por este viaje y quizás por esta temporada.

Me puse unos vaqueros, una blusa de manga larga azul oscuro y unas zapatillas deportivas antes de salir a echarles un vistazo a mis padres.

-Rosie- papá me da un rápido abrazo antes de abrir la puerta lo suficiente para dejarme pasar

-¿Cómo amanecen?- pregunto mientras me dejo caer en la cama

-Siéntate bien Rosie- dice mi mama, sin levantar la mirada de su laptop

Decido ignorarla. Un deliberado, aunque insignificante, acto de rebeldía.

-¿desayunaste?- pregunta papá en tono conciliador

-no, aun no-

-Entonces únete a nosotros- dice mi mamá, aun sin mirarme –acabamos de ordenar algo

-por favor- añade papá como si presintiera que iba a decir que no

-claro-

-Jim, ven aquí- llama mamá –crees que esto debería ser así, quiero decir, no parece una buena decisión...-

Deje de escuchar y empecé a mirar a mi alrededor; su alcoba era una réplica exacta de la mía, mas o menos, era mas grande; La cama estaba bastante alejada de la puerta recostada en la parte posterior derecha, un gran escritorio de caoba en la esquina izquierda y en el centro, una pequeña mesa rectangular de vidrio y hierro forjado con tres sillas. La luz daba directamente a la zona central provocando que la luz se refractara en el vidrio y creara primas en la alfombra crema cerca de la cama.

El golpe en la puerta me saco de mis pensamientos

-debe ser el servicio a la habitación- dice papá mientras se dirige a abrir

Una mujer en sus treinta y tantos -quizá menos- entra en la habitación arrastrando un carrito de metal con varias bandejas encima, dispone un mantel blanco sobre la mesa y organiza meticulosamente cada uno de los platos en ella. Una vez que está satisfecha con su trabajo se marcha, murmurando un hasta luego y "llame si necesita algo mas" se va igual de rápida y sigilosa como llego

Huevos revueltos, tocino, waffles, porciones de frutas, jugo de naranja y café, todo luciendo totalmente delicioso, arrancan un gruñido de mi estómago. Mi mamá me mira con una ceja arqueada pero con una sonrisa. La primera vez que hace contacto visual conmigo desde que entre en la habitación, me sentiría algo molesta si no fuera porque está sonriendo.

-Buen provecho- dice mi papá antes de que todos nos sentemos en la mesa y empecemos a comer.

Son las últimas dos palabras pronunciadas durante la próxima media hora.

El silencio nunca había sido un problema para mi, pero últimamente el silencio era como un grito ensordecedor en mi cabeza. Lo odiaba.

Sé que suena loco e incongruente pero así se sentía.

Cuando te perdíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora