LEX
Soy solo una chica trabajadora, amante de los ordenadores y con una enorme curiosidad.
Si a eso le añado mi afición a meterme donde no me llaman...
Así que ahora estoy siendo perseguida.
¿Quien me lo iba a decir?
Y no solo debo preocuparme por...
La estación estaba desierta, o al menos eso es lo que parecía. Lo cierto es, que tampoco importaba. Para el momento en que llegase a su casa, la situación no cambiaría.
Nueva ciudad. Nuevo trabajo, pero lo más importante, su familia, no estaba con ella. Y Alexa los extrañaba. Muchísimo.
Quería volver a casa. Volver a su solo y triste apartamento no mejoraría su humor.
Quizá podría comprarse una mascota. Tal vez un gato. Alguien que la esperase en casa cuando regresaba por la tarde.
La idea la hizo sonreír. Apenas tenía tiempo para si misma. ¿Como iba a cuidar a un animal?
*****
...
Allí estaba ella, confundiéndole una vez más. ¿Como podía pasar alguien de estar triste a sonreír sin más? ¿En que estaba pensando? Él detestaba las misiones de vigilancia. Eran demasiado aburridas, y él necesitaba acción.
Sólo había un motivo por el que había aceptado esta. Su compañera, Stella Evans. Ella había estado rara últimamente.
Eran compañeros desde hacia tres años y durante este último, Stella no parecía la misma. Siempre fue de las que bromeaba por todo. Siempre con una sonrisa en los labios.
Se había casado con su mejor amigo, Ian, y él jamás había conocido a dos personas tan compenetradas.
En aquel momento, Stella se encontraba en el apartamento de la chica a la que él estaba vigilando.
Volvió a poner la mente en el caso. Aquella chica era de hábitos sencillos y repetitivos.
Se levantaba por la mañana, preparaba café, se metía en la ducha y luego tomaba su café mientras se vestía y arreglaba para ir a la estación donde cogía el tren de las ocho y cuarto para ir a trabajar.
Tras ocho horas en su oficina regresaba directamente a su apartamento.
Ducha, pijama, llamada a sus padres que vivían a doscientos quilómetros y luego cenaba mientras veía la televisión.
A las once en punto se metía en la cama y leía durante una hora y media.
Hacia más de tres meses que habían empezado a vigilarla. Lo primero que pensó en cuanto la vio fue que no era más que una chica normal y corriente. ¿Que tenía entonces Alexa Jones que le descolocaba tanto?
Su móvil vibró en el bolsillo trasero de sus pantalones. -Taylor-respondió. -Salgo ya del apartamento. -¿Has encontrado algo? -Nada irrelevante. Cogí una bolsa con algo de ropa y cosas que podría necesitar. -Bien. -¿Y tú? ¿Algo nuevo? -Si, y suerte que tienes sus cosas porque hoy no volverá a su casa. -Entonces estábamos en lo cierto en que la siguen. -Si. Puedo verles desde donde estoy y no me gusta nada como la están mirando. Nos encontraremos en mi casa mañana. -Vale. Ten cuidado. -Siempre lo tengo. Comprobó su arma y se dispuso a moverse. Era hora de que Alexa Jones comprendiese que la curiosidad mató al gato.
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