III

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¡Hola! Antes de empezar el capítulo quiero agradecer por todo el apoyo que me han brindado hasta hora. Esta es mi primera historia publicada, como borrador claro.
¡No puedo creer que ya tenga más de 2k! Yo no creía que iba a llegar ni a los 100 leídos, así que muchas gracias.






—Un, dos... tres... Y... un, dos, tres... —Misha golpeaba su cabeza contra la mesa mientras le dirigía una mirada expectante. Ya estaba irritada, carraspeé un poco tratando de ganar su atención. Fue en vano.

Miré a Andrei, quien se encontraba apoyado en la pared con cara de fastidio mientras fumaba un porro, mi cara era casi una súplica, pero seguía sin darme explicaciones.

Hace unas horas los encontré parado en la puerta de mi apartamento sin razón aparente al parecer ¿pero quién viaja de Rusia a América sin razón?  Esta situación estaba colmándome la paciencia.

Un momento de paz, por favor.

Pero no, sabía que no podían vivir sin mí —no es por sonar arrogante, claro está—, Andrei no tenía total capacidad para manejar el negocio solo y Misha... Bueno, él lloraba cuando las cosas no salían como quería, era un malcriado.

La bratvá no se dirigía sola y a pesar de contar con un jefe mayor, tenía sus divisiones y cada uno se encarga de una cosa: narcotráfico, trata de blancas, prostitución, asesinatos... entre otros; sin entrar en detalles, de por sí en general era un tema delicado, esos negocios eran tu sentencia de muerte. A pesar de eso, los miembros eran considerados hermanos, aunque si hacías algo mal podían asesinarte, la piedad no era considerada una regla total.

— ¿Entonces? ¿Qué hacen aquí? —Mi cara parecía demostrar la gran obstinación que cargaba. No era una persona de mucha paciencia.

Por un momento Misha dejó de infligirse dolor y finalmente Andrei me miró con cara seria. Me permití sentirme nerviosa hasta que Andrei respondió:

—Tu padre es Pakhan.











Siempre he tenido muchas interrogantes como por qué el cielo es azul y el mar también, por qué tenemos un sol y cuál es la razón de nuestra existencia. Ya sabes, preguntas banales que a lo largo del tiempo te respondes, pero la pregunta que no tenía respuesta era por qué nunca podía ser feliz.  Y ahora menos la tendría...

Por lo tanto, me permití viajar un rato al pasado, en la bruma de mis recuerdos y con el amor que perdí hace tiempo. 

—... ahora sueltas, pero con cuidado —Solté como creí que era poco a poco, pero al parecer fue muy rápido porque la moto se balanceo un poco hacia adelante e inmediatamente él se acercó a mí—: Así no, poco, a poco. Con delicadeza.

Solté una risita mientras lo miraba.

— ¿Desde cuándo tú eres delicado?

Me miró desconcertado y respondió: —Estas aprendiendo, nena. Solo trato que se te haga más fácil. Primero lento y delicado y cuando tengas practica lo haces rápido.

Me dedicó una sonrisa de medio lado y no pasé desapercibido lo mal que sonó eso, así que lo miré. Hubiera querido saber cómo era mi cara porque su risa fue música para mis oídos.

—Así nunca voy a aprender —niego con la cabeza mientras rio. Él frunce el ceño.

—Aprenderás —sonríe antes de continuar— y lo amarás.

— ¿Tanto como te amo a ti?

Frunce el ceño.

—Nunca amarás como me amas a mí.

Y tenía razón, nunca lo haría. Era mi otra mitad, pero no le daría la razón.

—Ya lo veremos —sonreí mientras me acerque lo que más pude y rozar sus labios, pero nada más eso.

Me separé rápidamente y sin darle tiempo a reaccionar arranqué la moto como me enseñó. Y otra vez tenía razón, podía amar la velocidad tal vez un poco como lo amaba a él.

Volteé y pude ver como abría los ojos estaba parecer platos y gritar: — ¡Anya!





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