XV

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26 de mayo del 2012

Nueva York, E.E. U. U.

Anya

Pasé mucho tiempo fuera de serie, necesitaba un poco de acción. Mi cuerpo ansiaba la adrenalina tanto como mi mente, me sentía como una adicta en abstinencia. Había tratado en vano de escuchar las palabras de Aeron, pero eran difíciles.

Escuchaba en mi mente resurgir sus palabras. No quiero que lo hagas, es peligroso. No me importaba, era realmente ridículo, por más que lo amara no iba a hacerlo. Ya había dejado las drogas ¿qué más quería?

Todavía me preguntaba qué había visto en mi, siendo seis mayor que yo. Solo era una niña para él en ese momento, a pesar de tener diecisiete años y aparentar más edad.

— ¿A dónde crees que vas? —reconocí perfectamente su voz desde la puerta del apartamento.

Vi como mis planes se hacían añicos al visualizarlo junto a la puerta. Se supone que tenía que llegar más tarde, de esa manera podría haberme ido en este momento y escuchar su escarmiento luego.

Lo miré fijamente y supe que estaba furioso. A pesar de eso no pude evitar recorrer lo guapo que se veía, sus hermosos ojos de un tono entre gris y azul vislumbraban desde donde estaba, tenía la camiseta blanca llena de sangre y supe lo que andaba haciendo.

Tragué saliva. No podía quejarme, yo nací en este momento y él era la única familia y persona que me quedaba en este mundo, vivía junto a él porque no tenía con quién más ir. Y confiaba en él tanto como lo amaba ciegamente.

—Voy a una carrera.

No podía mentir, mi intención era evitarlo. Nunca era capaz de mentirle, cuando estaba junto a mí me convertía en lo que siempre había odiado. Parecía casi sumisa, pero sabía que eso no se debía a él. Se debía a mi padre, fue su culpa que hubiera perdido tanto mi confianza, pero gracias a él la estaba recuperando. Era mi vida, aparte de mi alma.

—Es peligroso, Anya —suspiró—, las cosas no andan bien en las calles.

Sé que se preocupaba por mí, pero no podía seguir encerrada. Era como una jaula.

—Lo sé, pero no puedo quedarme aquí —me acerqué un poco más a él— me está matando.

Hice un mohín. Sabía que no podía resistirse a eso.  Observé como cerró sus ojos un momento, librando seguramente una batalla en su interior para luego posar sus manos en mis mejillas y mirarme fijamente.

—Esta bien, pero iremos juntos.

Le sonreí ampliamente para luego posar mis labios en los suyos. Lo besé como si no hubiera un mañana, como casi siempre hacía, porque así era en el mundo en que vivíamos. Nunca sabíamos cuando iba a ser nuestro último dia juntos.

Su boca se movía al compás de la mía y su lengua entraba en combate luego, como si la de él y la mía querían batirse el récord al primer lugar. Los sentimientos en nuestros besos siempre eran profundos, hacíamos explosión juntos. Éramos como una bomba a punto de explotar.

No sé cuánto tiempo pasó, pero junto a él el tiempo se paraliza. Rompió el beso y nos miramos un rato, pegando su frente contra la mía mientras calmábamos nuestras respiraciones.

Aeron © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora