XVI

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Lee la nota al final, es importante.

Presente

La superficie de cemento debajo de mi cuerpo se sentía incómoda, como si hubiera piedritas en ella, pero realmente no importaba. Recostada en el piso inserté el fusil de francotirador CheyTac M-200 Intervention en la base que estaba instalada en el piso —uno de los mejores del mercado—, posteriormente me incliné para observar mejor otra vez de la mirilla, que gracias a su sistema de visión nocturna me permitía ver de manera casi perfecta. Tenía una vista desde lo alto del edificio lo suficientemente buena para atacar con una precisión increíble a las puertas del rascacielos frente a mi.

Mi cabello no destacaba demasiado envuelto en una coleta con mechones rojos enmarcando mi mirada, mientras el resto de mi cuerpo estaba enfundado en vestimenta negra, al igual que las manos. Lo suficiente para no dejar huellas.

Eran las once menos cinco y solo me quedaba esperar cinco minutos más para poder darle a mi objetivo lo suficientemente rápido y largarme del lugar sin dejar rastro alguno. Había tomado el trabajo en gran parte porque estaba terriblemente aburrida y a las once y punto, si mi objetivo estaba muerto solo necesitaba realizar una llamada y cincuenta de los grandes se deslizarían a través de mi cuenta bancaria.

Tenía una política y los contratistas se adaptan firmemente a ella: solo personas con las manos sangrientas. Y mi objetivo tenia, por supuesto, las manos bien llenas. Un hombre, el cual tenía un apellido lo suficientemente raro para pronunciar —por si fuera poco tampoco recordaba el nombre—, pero no importaba nada. El curriculum lleno de violencia doméstica, violaciones, tratas... etcétera, me había atraído lo suficiente para hacer de verdugo. También estaba el hecho de que lo querían muerto porque se había atrevido lo suficiente para infiltrarse con la rusa bratvá, robar dinero y creer que había pasado desapercibido.

Jodido imbécil.

Mire el reloj digital en mi muñeca y me preparé, activando el silenciador y poniéndome en posición. Quedaban dos minutos para que saliera el cabrón, en efecto, así fue. Con su traje a medida y el aspecto de un hombre de mediana edad, transmitía un aura de arrogancia y soberbia. Salió exactamente a un minuto para los once. Aunque no me preparé para lo que vi después.

¿Qué mierda?

De espaldas estaba un hombre alto y fornido con un traje a medida hablando con él, se podían evidenciar a través de la mira óptica los tatuajes en su nuca. No. Me. Van. A. Joder. Los. Planes. Observé de nuevo el reloj y supe que quedaban solo segundos.

Maldita sea.

No esperé mucho más y tampoco me importó. Mi objetivo estaba apoyado en un ángulo perfecto para una bala en su cabeza. Así que disparé. En los otros segundos que faltaban la bala impactó en su cráneo, dándole una muerte instantánea aparte del gran golpe que se dio el cuerpo junto al asfalto. Los guardias y sus guardaespaldas empezaron a correr por todos lados realizando llamadas y queriendo dar con el asesino.

Antes de que emprendiera mi camino de regreso, dejé la tarjeta con uno de los lemas de la hermandad en ella. Todos unidos, juntos. La hermandad en las sombras, una vez bratvá siempre bratvá. El mensaje era lo suficientemente claro para dar la interpretación de haber sido un ajuste de cuentas, de manera que la policía no se va a involucrar.

Mientras me levantaba sentí un cosquilleo por mi cuerpo y la mirada a mi espalda. Sabía que desde mi posición era indetectable, pero él sabía que estaba aquí, porque con las manos en los bolsillos de su pantalón miraba fijamente a mi dirección. Traté de ignorar el escalofrío que me recorrió y metí todo en el gran bolso negro que cargaba conmigo para luego irme sin dejar más rastro que una tarjeta de la hermandad.

Aeron © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora