Ya era sábado, eran las 4:00 p.m. exactamente. Madison y Vanessa habían llegado al edificio/apartamento hace un rato. Estuvieron emocionadas desde el primer momento que pisaron aquel lugar, pero luego de ver el armario casi se desmayan de la impresión.Al tener un lugar tan grande —todo un edificio de tres pisos convertido en un solo apartamento— estaba añadido un gran armario lleno de ropa de todo tipo.
—Pueden tomar lo que quieran, ya yo sé lo que usaré.
Eso fue como música para los oídos de Vanessa, que chilló de la impresión. Madison solo se quedó observando todo como si hubiera querido que ese momento se quedara grabado en su mente.
Salí del lugar para bajar las escaleras hacia la cocina por un vaso de agua. Los efectos secundarios de las drogas combinado con el alcohol todavía hacían su aparición en mi organismo. Y tenía una gran jaqueca. Agarré una pastilla de unas de las cajas y la tomé junto al vaso de agua.
Estaba algo cansada de toda la mierda qué he pasado actualmente —y en el pasado también, cabe destacar—, la cobardía no me iba a llevar a ningún lado así que me pongo en marcha con lo que debería haber hecho.
Tomo mi celular y marcó aquel número que tenía muchísimo tiempo sin llamar pero que sabía de memoria.
—Privet —Oigo del otro lado de la línea al pequeño Anatoly, aunque ya no tan pequeño. Sonrío.
Suspiro y me preparo para decir lo que viene a continuación:
—Hola Anatoly, soy Anya ¿Puedes pasarme a Anna?
Hay un breve silencio al otro lado de la línea.
—¡Anya! Qué... sor... presa. Ya te la paso.
Frunzo el ceño.
—Anya ¿cómo has estado? —Escuchó la voz femenina al otro lado de la línea un poco sorprendida que asocio inmediatamente con Anna.
—Bien. Iré directo al grano ¿por qué Dimitri es pakhan?
Hay otro silencio en la línea. No me hace mucha gracia llamar y debe entender que las cosas no son como antes. Ya nada es igual.
Escucho un leve suspiro del otro lado.
—Anya, tu padre y yo ya no estamos juntos. No sé qué ha estado haciendo y tampoco que trucos hizo para llegar a tan alto nivel.
Aquella confesión me deja pasmada, sin saber qué hacer o qué responder. Me quedo en blanco un momento sin reaccionar.
—No estamos juntos desde hace dos años —lo dice tan bajito que apenas la oigo hablar.
—¿Por qué nadie me dice nada? —mascullo entredientes.
—Tú decidiste alejarte, Anya, no querías saber nada.
— ¡Eso no es excusa!
—Escucha —hace una breve pausa—, no te desquites conmigo, no es mi culpa. Yo solo trato de mantener al margen, no es bueno saber mucho en esa familia y más cuando está involucrada otra que no es de sangre.
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Aeron ©
AcciónÉl era como la adicción que tienes a la cuchilla, la satisfacción que sientes al cortar alguna parte de tu cuerpo... las muñecas, el estómago, las piernas... Dándote tanto placer que por más daño que te haga no lo dejas de hacer, el sentimiento de l...