Ya era la hora.Las chicas estaban montadas en el auto de Vanessa, mientras yo sacaba la motocicleta del garaje. Me puse mi casco negro y las seguí.
A pesar de haber tenido la opción de irme sin ella, no quería hacerlo. No tenía idea de dónde estaba Leonid, ni cómo iba a llegar a la reunión, pero en este momento no quería saber dónde se encontraba.
Me encontraba en un vacío interno, mi mente pensaba de manera monótona, como si todo lo que sintiera se hubiera desaparecido. Estaba fría.
El camino estaba cada vez más alejado de las calles de la gran ciudad. Y supe que probablemente era a las afueras, o un lugar que no podía ser detectado por los policías, pero según las chicas no iban a parecer. Habían comprado su silencio.
Este iba a ser un gran evento, todo el mundo en la universidad hablaba sobre él. Y solo se organizaba de vez en cuando, como máximo unas dos veces al año.
Cuando llegamos al lugar pude observada que se encontraba en una especie de barrio abandonado pero que habían ambientando perfectamente bien. Había mucha gente y la música se escuchaba por altavoces en todo el sitio.
Todo estaba estratégicamente colocado, por lo tanto, muy bien organizado. A mi mano derecha podía observar una especie de club, donde seguramente se realizaban las peleas clandestinas. Habían autos de todo tipo y motocicletas también preparándose para las peleas.
Las mujeres se paseaban por todos lados con minifaldas que apenas le cubrían las nalgas y unos top extremadamente cortos, otras optaban por desfilar en topless. Que degradante, pensé.
Estacione donde pude y baje de la motocicleta con la gracia y elegancia que solo un gánster de Rusia puede tener. Miré a mis lados y habían hombres que me comían con la mirada y les sonríe maliciosamente.
Leonid se encontraba hablando con unos chicos así que me dirigí a ellos. Eran todos bastante normales, atractivos pero sin nada que los destaque, con solo mirarlos supe que eran aquellos que se encargaban de chequear que los autos estuvieran bien para la carrera.
Alcé una ceja en dirección a Leonid.
— ¿Todo bien, muñequita? —habló uno de ellos con una voz bastante desagradable. Le sonreí sarcásticamente y sin mostrar los dientes.
—Vuelve a decirme muñequita y te rompo la cara.
Me volví hacia Leonid para decirle algo cuando el moreno me interrumpió.
—Uuuuh, la gatita tiene garras —abrió un poco la boca y alzó las cejas. No me busque la lengua, hombrecito.
—Garras que te pueden matar de diferentes formas —lo digo de forma tan seria que al parecer se lo termina creyendo.
Fastidiada ya, me volteo a Leonid que está con una sonrisa de oreja a oreja y le digo:
—¿Dónde puedo apuntarme a las carreras?
Los chicos que están con él ríen, como si fuera una especie de broma, pero al ver mi mirada seria se detienen.
— Como acompañante ¿no? —Dice uno de ellos. Ahora es mi turno de reír.
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Aeron ©
ActionÉl era como la adicción que tienes a la cuchilla, la satisfacción que sientes al cortar alguna parte de tu cuerpo... las muñecas, el estómago, las piernas... Dándote tanto placer que por más daño que te haga no lo dejas de hacer, el sentimiento de l...