XXI (2)

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Alcé una ceja luego de escuchar aquello.

Su mirada enfurecida podía sentir como me traspasaba por cada paso que cada más cerca de mi. Agaché la mirada, no soportaba el dolor de cabeza que sentía por los efectos de la cocaína, gracias a ella mis sentidos estaban más intensificados. Escuchaba el sonido de la suela de sus zapatos al chocar contra el suelo y mi piel se erizaba con solo sentir su mirada clavada en mi.  Levante la cabeza cuando deje de escuchar el sonido de sus pasos, estaba frente a mí pero en vez de uno veía dos Aeron.

Me eché a reír.

Eso pareció enfurecerlo más, porque se agachó a la mesa y quito los restos de cocaína que se encontraban en ella. De manera rápida, sin que yo pudiera hacer nada agarró mi bolso de mano y sacó las bolsitas que quedaban de repuesto en ella, al lado del sofá había una papelera así que vacío el polvo blanco en ella y luego echo las bolsas. Mi boca se mantenía abierta, no podía creer que hubiera hecho eso.

Me levante del sofá de golpe haciendo que me tambaleara un poco, pero recupere el equilibrio rápidamente. Le iba a dar un manotazo pero cogió mi muñeca firmemente sin lastimarme antes de que pudiera hacerlo y me acercó a él.

— ¿Qué crees que estás haciendo? —le grité en la cara enfurecida forcejeando para soltarme de su agarre.

Él tenía su mirada fija en mis ojos, no podía saber con exactitud que era lo que expresaban los suyos. Había furia en ellos, pero también había ¿decepción? No estaba segura.

— ¿A qué crees que estás jugando? —siseó— ¡Esto no es un maldito juego! ¡Madura, Anya!

Me tenía muy cerca, casi podía sentir su aliento en mi cara. Su mano soltó mi mi muñeca de repente como si no pudiera soportarme tocarme más. Me maree y cerré los ojos por un momento.

No sabía que responder a eso, estaba muy drogada. Y en donde debía haber un Aeron había dos.

— ¿Tienes un gemelo? —me reí.

Un ataque de risa me invadió de repente cayendo de lleno en el sofá, me acomodé de forma que estaba acostada y seguí riéndome sin cesar mientras agarra mi estómago.

Cuando mi ataque de risa por fin cesó mi respiración se oía entrecortada, me incorporé en el sofá y lo miré nuevamente. Se encontraba apoyado en la pared cercana con los brazos cruzados y la mirada fija en mí. Su pose denotaba arrogancia, pero una que hacía que todos lo miraran con respeto. Y por primera vez lo analicé detalladamente. Había cambiado muchísimo, no era el mismo que antes. La mirada de amor que vi en sus ojos por muchos años ya no estaba en ellos cuando me miraba, en vez de eso no había nada. Parecía como si se hubiera sumergido en su propio infierno personal.

De repente su mirada cambio, se suavizó un poco más y no entendí por qué, hasta que note como unas lágrimas silenciosas se extendía por mis mejillas. Las quité bruscamente, sintiendo odio por todo. Me paré del sofá e hice como si él no estuviera ahí por un segundo —por más que sintiera su mirada clavada en mi— acomodé mi vestido y dirigí mi mirada hacia la gran pared de espejos que había a mis espaldas, de la cual no me había dado cuenta de que estaba hasta este momento. Agarré mi bolso de mano y arreglé mi maquillaje rápidamente.

Lo miré altivamente pero pasé de él mientras me dirigía a la puerta, no me iba a quedar mientras él trataba de humillarme, pero cuando le di la espalda me agarró del brazo y me volteo.

— ¿Qué coño haces? Ni siquiera hemos hablado por andar como una drogadicta —escupió.

Me solté de él asqueada por haberme llamado así. Estaba ofendida. Y quise salir más rápido de ahí.

Aeron © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora