IV

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15 de mayo del 2009

Moscú

Anya

—Levántate, Anna dijo que tenías que despertar —Dijo el pequeño Anatoly mientras se encontraba frente a mi cama. Medio abrí un ojo y luego lo volví a cerrar, sentí otro empujón en el brazo y lo volví a abrir, le dedique una mirada somnolienta.

—Vete de aquí, enano —eso fue lo único que pude decir.

Me fui a voltear, pero el enano adivinó lo que iba a hacer así que me dio un gran tirón que me lanzo al suelo. De mi boca salió un entrecortado grito, pero no tenía fuerzas para levantarme así que volví a cerrar los ojos.

Aunque mi cuerpo estaba en el día de hoy, mi mente estaba confusa y borrosa. Tenía pocos recuerdos del día de ayer, así que mi cerebro movía sus mecanismos internos tratando de mandarme algún otro recuerdo, pero no pasaba nada.

Lo único que recordaba era mi padre entrando de manera furiosa al club por dejar entrar a una niña de 15 años a un lugar para mayores de 21. Y luego estaba él, el chico que hacía que mi estómago se llenara de mariposas, sabía que había estado ahí. Conmigo. Pero no tenía idea de por qué.

Claro, estaba llena hasta arriba de cocaína, no podía recordar prácticamente nada.

Pase una mano por mis ojos y para cuando los fui a abrir una mujer de cabello rubio por los hombros encontraba al lado del mocoso en la puerta de mi habitación. Hice caso omiso a su presencia y me fui directamente al baño de la recámara, acabé con mis necesidades y luego me dirigí al vestidor.

Cuando decidí hacer acto de mi presencia, el mocoso ya se había ido y mi querida madrastra se encontraba sentada sobre mi cama con una expresión fría en su rostro.

—¿Qué pasó? —Puse mis brazos en jarras. Había estado preparada para un sermón sobre el consumo de drogas y alcohol, pero no para lo que venía a continuación:

—Víctor está muerto —Se había mantenido cabeza abajo al decir eso último.

Sentí un nudo en mi pecho y de repente no podía respirar, mi cabeza empezó a dar vueltas e imagine lo que venía a continuación, sabía quién había sido. Sabía que mi vida estaba a punto de ser arrojada más profundo de lo que estaba.

—Lo siento mucho —sollozó—, tú ya dedujiste por tu cuenta quien fue.

Mi mirada se encontraba fija en un solo punto, ya no podía pensar en nada. Anna me levantó del piso, no me di cuenta en qué momento me caí del impacto. Me dio un corto abrazo al ayudarme a sentarme en la cama para luego deslizar las manos por su falda e irse del cuarto.

La única persona en la que había confiado hasta mi vida estaba muerta y alguien que compartía lazos sanguíneos conmigo la había matado.



               ***

Actualidad

Nueva York, EE. UU.

El recuerdo de hace unos días estaba impreso en mi mente, la palabra pakhan se habían repetido en mi mente una y otra vez. Ni siquiera había pensando las posibilidades de cómo Andrei y Misha se habían enterado de eso, a menos que hubieran ascendido de rango de la misma manera lo cual hacia todo más sospechoso y nada bueno.

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