XIII

3.4K 250 28
                                    



El misterioso hombre se encontraba mirando por la ventana con una de las manos en el bolsillo del pantalón en una pose que demostraba poder, superioridad y arrogancia. La otra mano del hombre se encontraba ocupada con un vaso de whisky en ella, pero su expresión indicaba que estaba perdido y solo obscuridad se encontraba en ellos. La maldad y la crueldad ocupaban su intensa mirada del color del mar, una mirada que en algún momento fue cálida y amigable, no obstante acabó hace mucho tiempo.

Se encontraba sumergido en sus pensamientos mientras el calor del whisky le quemaba la garganta, no podía concentrarse ni aclarar el revoltijo que era su mente.

Otro hombre, bajito y un poco rechoncho entró en la oficina de la gran mansión. Con un estilo veraniego y elegante la mansión se encontraba un poco a las afueras de Nueva York en una gran extensión de tierra donde se llevaban acabo todo tipo de negocios y con una seguridad tan envidiable que pondría en vergüenza al Pentágono, era la sede de la mafia de Nueva York.

—Señor Volkov, lamento interrumpir pero necesito hablar con usted —el hombre rechoncho se paró justo al frente del escritorio luego de cerrar la puerta y tragó saliva pero el otro hombre se mantuvo impasible mientras seguía mirando por la ventana como si no hubiera arruinado su paz interior en ningún momento.

De un momento a otro se volteó, su rostro reflejo la máscara fría con la que lo conocía la mayoría de las personas. Esa máscara era lo que más asustaba a las personas y la absoluta tranquilidad con la que recibía hasta a su peor enemigo.

— ¿Qué quiere? —su voz no calmó el ánimo del otro hombre, la profunda y ronca voz con acento ruso hacía que hasta el hombre más poderoso tuviera miedo.

Era increíble que luego de tantos años no había dejado ese acento atrás, pero le daba esa aura oscura que efectivamente necesitaba. Volkov no guardaba buenas relaciones con la bratvá, a pesar de todos los sucios y tórridos negocios en los que se encontraba. Uno de los pocos hombres que logró salir con vida de manos de la bratvá para convertirse en el hombre más poderoso de Nueva York, a pesar de tener la corta de edad de 26 años. La bratvá rusa no se metía con el jefe de Nueva York porque sabía que era peligroso y una guerra entre mafias no era una opción, pero al parecer estaban cambiando de opinión.

—S-soy Mitch, vengo en representación de la bratvá por eso me dejaron entrar —Volkov alzó la ceja, no pudo creer que un hombre así viniera en representación de la bratvá.

Seguro una ofrenda de paz, pensó. Aunque era ridículo.

—Es sobre el pakhan —habló el hombre de nuevo luego de un rato titubeando sobre lo que iba a decir. Ahora sí Volkov se encontró interesado en lo que decía.

Ahora sí se encontraba un poco más interesado.

—¿Qué me quieres decir sobre el pakhan? —Esto último lo dijo con un gesto mordaz y burlón, pero que apenas se notaba por la tranquilidad que emanaba por los poros. Odiaba ese expresión, pero si la hermandad rusa se quería referir de esa forma a su jefe no podía presentar queja, pero odiaba todo lo que tuviera relacionado con Rusia.

—No está muy contento con la decisión sobre la trata de blancas, quisiera hablar personalmente con usted.

A pesar de la rabia que sentía por dentro Volkov lo supo ocultar, aprovechó el momento y se sentó en la silla. Ojeo unos papeles por un minuto para luego dirigirle su mirada de nuevo al mensajero.

Aeron © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora