CAPITULO 2

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Desperté a causa de unas manitos que tiraban del edredón, me removí entre los brazos de mi esposo, pero no abrí los ojos. Un quejido provino del costado de la cama, bajo ella, una pequeña risa secundó en quejido del que reconocí como mi hijo mayor.

-Arriba dormilones-la voz de David sonó en el ambiente.

-Creo que han muerto-le respondió una chillona voz femenina.

Alison estaba en casa.

Se quedaron en silencio mientras yo volvía a caer en un profundo sueño, no pude. Las persianas de la habitación fueron abiertas por los dos pequeños.

¿Acaso no se les había enseñado a no molestar a la gente que dormía?

James gruñó y se movió por primera vez al despertar. Hice lo mismo, aunque yo me senté en la cama y observé a los dos pequeños que me observaban casi sin pestañear.

-La abuela dice que ya no es hora de estar en la cama-David se cruzó de brazos.

Me pregunté cómo había conseguido entrar Alison a la casa.

-Bueno, ya nos levantamos. Vayan a jugar.

Alison y David negaron con la cabeza.

James chasqueó la lengua.

-Fuera de la habitación, ya-dio una simple orden-. O juro que este fin de semana no habrá salidas a los juegos.

Como si fuera lo peor que podrían haberles dicho, los dos salieron disparados de la habitación, llevándose todo por delante y casi gritando. James rió y se sentó a mi lado.

-Que niños más molestos-se quejó-. ¿Me dices la hora?

-Las once y media de la mañana, ¿es que acaso no saben hacer otra cosa que dormir?

James observó a su madre que entraba a la habitación mientras decía lo anterior.

-No sé que harían ustedes dos sin mí y Mike, hemos bañado a las niñas y Pilliph se encargó de darles el biberón a ambas.

-Mamá, ya está-dijo James en un suspiro.

-Es en serio, James.

-Nadie nos deja despertar en paz-se quejó por segunda vez en la mañana-. ¿Puedes retirarte? Quiero amanecer junto a mi esposa, como corresponde.

Cathy lanzó una tierna carcajada y salió por la puerta. James la siguió con la mirada hasta que la puerta se cerró, y cuando esto había ocurrido, se puso de pie y bajó la persiana.

-¿Piensas seguir durmiendo?-pregunté divertida.

No respondió y se volvió a acostar.

-Ven aquí, hagamos como que recién nos despertamos-dijo.

Reí.

-Amas repetir las escenas de la vida que te salen mal.

Ahora fue su turno de reír.

-Vamos, ven aquí.

Como a James siempre le gustaba repetir lo que había salido mal, volvimos a despertar y con un tierno beso de por medio, nos pusimos de pie.

David ya había desayunado y mis dos niñas, igual. James se duchó mientras yo tendía la cama en la cual habíamos dormido, y cuando él acabo de ducharse, fue mi turno.

En menos de media hora, ambos estábamos sentados en los sillones del comedor, compartiendo una taza de café y hablando con Cathy, que mecía a Ashley entre sus brazos.

Megan tenía un pequeño sonajero en sus manos, lo movía de aquí para allá mientras lo observaba atentamente. Se mareaba y comenzaba a llorar.

Megan y Ashley tenían casi un año y ninguna de las dos había dado sus primeros pasos. Megan había dicho una que otra palabra inentendible, pero Ashley seguía sin decir algo. A James le preocupaba, ya que, David había hablado y caminado antes de su primer año y ellas ni siquiera amagaban a hacerlo.

El día pasó normal, James jugó con David toda la tarde, mientras yo jugaba con las niñas y observaba a mis dos hombres favoritos, jugar juntos. A la noche, David quiso darse una ducha, sólo, sin ayuda de nosotros. David ayudó a James a bañar a las dos niñas, que pataleaban y los empapaban con agua, mientras yo hacía la cena para nosotros tres.

Por suerte, ambas niñas sabían agarrar sus biberones y así yo podía cenar tranquila. Siempre era lo mismo, la sillita de comer de Megan iba al lado de James y la de Ashley a mi lado. David a veces se enojaba por el simple hecho de que a veces no teníamos tiempo para él, pero con las gemelas, era difícil ponerle más atención al niño de ojos miel.

-Todo en orden-dije entrando a la habitación.

-¿Los tres duermen?-preguntó sin despegar la mirada del televisor.

-Los tres-le dije mientras asentía.

Estaba agotada, eso de dormir a ambas niñas y tener un pequeño tironeando de mi pijama, era cansador. David siempre se quedaba conmigo mientras las dos niñas se dormían, mientras James no hacía nada en la cama y yo terminaba de desgastar toda mi energía en hacer dormir a las niñas. Luego de que ellas conciliaran el sueño, era el turno de David. No podía dormir si no escuchaba un cuento, siempre el mismo, pero no podía ser contado por otra personas, más que por mí.

Me acosté al lado de James y le di la espalda. Ni siquiera tenía la atención de mi esposo. Sentí como apagaba el televisor y quitó el almohadón de encima de su almohada, para poder dormir mejor. Me dio la espalda.

Maldito, James-dije para mis adentros.

Doblé mi pierna y le pateé el trasero.

-¡Oye!-casi gritó-. Quédate quieta.

-Te detesto, Maslow.

No respondió, sentí como las lágrimas se acumulaban en mis ojos. No había cambiado en nada, seguía siendo la misma niña llorona.

-No me detestes-dijo al cabo de varios minutos-. Yo debería detestarte, me pateaste el trasero.

-Tu culpa.

Se removió bajo las sábanas y se apoyó en su codo para observarme mejor. Me di la vuelta y lo observe bajo la oscuridad.

-¿Mía?

-Tuya, sólo tuya.

-¿Qué hice, ahora?-preguntó cansado.

-Déjalo.

-¿Por qué te irritas tan fácilmente?

-Porque tú no eres capaz de abrazarme para dormir, maldito bastardo.

James rió entre dientes y se acercó a mí.

-No, no, ya no quiero que me toques-lo alejé.

-Oh, vamos, desgraciada, ven aquí-dijo divertido.

Sonreí bajo la oscuridad y me dejé abrazar. James enterró su rostro en mi cabello y besó mi cuello.

-¿Sabes de que tengo ganas?

-De lo mismo de todas las noches, ¿quizá?-reí.

-¿Cómo has adivinado?-preguntó divertido.

Lo besé, una y otra vez, mientras él acariciaba la primera parte de mi cuerpo que encontraba bajo la oscuridad.

-¿Mami?-preguntó la voz de David.

-¿Sabes?-se quejó James-. Nuestro hijo me hace acordar a Kendall.

Reí divertidamente mientras me acordaba del chico de recepción que siempre sacaba de quicio a mi esposo.

-¿Qué pasó, hijo?-pregunté sentándome en la cama.

-Creo que hay una araña en mi lámpara-dijo al borde de las lágrimas.

-Maldita paranoia con las arañas, David-le dijo James mientras encendía la luz.

Se puso de pie y tomó a David entre sus brazos. Volteó a verme.

-Ya vuelvo, no te duermas.

Le sonreí y me volví a recostar.  

LA BELLA Y LA BESTIA (JAMES MASLOW Y TU) SEGUNDA TEMPORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora