Aunque no lo veo de frente, sé que está frunciendo el ceño mientras mantiene los ojos cerrados. Se remueve en la lona lentamente dándome a entender que debo moverme para que él se de la vuelta. Me siento y le doy la espalda.
—Eres una niña, _______ —dice sin dar crédito.
Frunzo el ceño y me arrodillo en la lona mientras lo miro. Su mirada persigue mi trenza hecha con hilos de cera blancos.
—A que la trenza de Megan es más madura que la tuya.
—¿Qué dices? James, era la más bonita.Trenzada con más de seis hilos, la trenza es blanca con piedras en tonos grisáceos tirando a negro por momentos, brillantes casi recién lustradas.
—No puedo creer que sigas siendo tan inmadura.
Alzo una ceja y me cruzo de brazos. Muevo una pierna para dejar caer mi cuerpo sentado sobre la lona y sostengo la mirada sobre los ojos de James.
—¿No te gusta?
—Claro que no, _____ —casi me grita.
—Que mal por ti. A mí me encanta.Me pongo de pie y camino hasta David, me pongo en cuclillas para quedar a su altura. Él, con sus lentes de sol multicolor puestos, me sonríe y se quita la gorra para secarse el sudor de la frente con el dorso de la mano.
—¿Vamos al mar? Hace mucho calor.
Su sonrisa de pequeños dientes de leche se hace aún más extensa y se pone de pie.
—Yo voy —dice James sentándose en la lona.
—No —digo mientras le quito las sandalias a David—, alguien tiene que quedarse con las cosas.
—¿Y por qué no te quedas tú y yo voy con David? —Me dice poniéndose de pie y esquivando la sombrilla que puede quitarle un ojo.
—Porque te quedarás tú.David nos mira repetidamente a ambos y luego procede a quitarse los lentes de sol para guardarlos en su mochila del hombre araña azul y roja.
—No quiero quedarme, quédate tú.
—Luego la inmadura soy yo. —Formo una línea con mis labios—. ¿Sabes? Ni siquiera le has pedido a David que te muestre su tatuaje.James eleva los ojos al cielo y los deja caer sobre mí nuevamente porque el sol daña su vista.
—He estado ocupándome de ti —dice enojado—. Ahora que me doy cuenta, tengo cuatro hijos. Tres niñas y un niño.
—¿Disculpa? Me ofendes, James. Yo sería la que tiene cuatro hijos, porque tú eres todo un maldito estúpido inmaduro —digo furiosa. James aparta la vista de mí y se queda viendo a David que se ha sentado a jugar con la arena—. Aparte, —titubeo unos segundos—eres mal padre.Vuelve a mirarme y sus ojos se cargan de enojo. Larga una risa amarga mientras pasa sus manos por su cabello despeinado. Alza su dedo índice y lo coloca muy cerca de mí rostro mientras aprieta los dientes.
—No te permito que digas eso, _______ —dice con la mandíbula tensa.
—Mami, vamos. —David tira de mi mano para alejarme de la vista enojada de mi esposo—. No peleen, ma.Relajo los hombros y tomo la mano de James con la mía.
—No estamos peleando, mi amor.
Me quito las sandalias y las pateo para que queden cerca de todas las cosas. Doy media vuelta y comienzo a correr en dirección al mar. David se emociona en un segundo y me sigue el ritmo mientras larga carcajadas de felicidad. Odio que mis hijos siempre presencien las peleas matrimoniales que tenemos James y yo.
Cuando llegamos a la orilla del mar, David patea el agua y grita de emoción al sentir el frío en la planta de su pie. Me río divertida cuando me pide que lo tome en brazos porque no se anima a caminar mar adentro. Nos metemos un poco más, hasta que el agua me llega poco más arriba del ombligo y a David a la cintura debido a que lo tengo en brazos. Me cuenta sobre que le gustaría vivir en una casa frente al mar alguna vez y que desea tener una esposa que sea súper modelo en Brasil. No tengo idea de dónde saca esas ideas mi hijo mayor.
—¿Mami? —Pregunta enredando sus dedos en mi pelo.
Una ola me obliga a retroceder y desestabilizarme por un segundo. David se ríe de mí.
—Dime, peque.
—¿Amas a papi?Mi boca forma una prefecta O.
—Claro que lo amo —le digo sonando lo más sincera posible—. ¿Por qué preguntas, amor?
—Porque siempre se pelean.Suspiro e intento evadir su mirada esperanzada.
—Hijo, todas las parejas pelean. Es normal, mi vida —explico. Tuerce el gesto y apoya su cabeza sobre mi hombro desnudo y mojado—. Pero nos amamos, si no peleáramos nunca, sería todo muy aburrido.
—¿Y papi te dice que te ama?
Me río por su pregunta y asiento levemente. Otra ola nos sacude y hace reír a mi hijo, de nuevo.
—Siempre lo dice. ¿Quieres que te cuente un secreto?
Alza la cabeza de mi hombro y me mira directo a los ojos. Se lleva las manos a la boca mientras asiente muy emocionado.
—Papá es como un ogro —digo en un susurro. David se ríe—. Pero no un ogro cualquiera, ¿has visto a Shrek?
Asiente muy serio y se muerde las uñas.
—Así de malo y bueno a la vez. Le gusta protegernos, se enoja siempre, pero nos ama más que a nada en el mundo.
—¿A mí también?
—Pero claro que si. A cada uno de sus pequeños.Su sonrisa tierna florece en su hermoso y delicado rostro. Tirita de frío dándome la pauta para salir del agua.
—Ya vamos. Seguramente las niñas ya están allá y papá se querrá ir.
—Se va a poner verde si lo hacemos esperar.Largo una risotada y lo dejo de pie en la orilla del mar. Con una mano en la boca, me tiende la otra para tomarme la mano y así poder caminar hasta donde estamos asentados esta tarde.
Llegamos cuando James está levantando campamento y ni siquiera me dirige una mirada. Las niñas y Caro no están allí, pero cuando le pregunto a James si las ha visto, no es capaz de responder. David alza las manitos mientras explica que él no sabe nada. Pero no me preocupo porque las niñas están con Caro y ella sabe como cuidarlas. Seguro el mar las despistó un poco y ahora les está costando volver a encontrarnos.
—¿Nos vamos si Ash y Megan? —Pregunta David.
No le respondo esperando a que James lo haga, pero él no se digna a responderle a su hijo. Así que niego con la cabeza dándole una respuesta. Le quito la ropa mojada y le coloco una seca para que no pase frío. James ya ha quitado la sombrilla y doblado las dos lonas para guardarlas. Las tres reposeras siguen en sus lugares y parece que él no piensa doblarlas porque no vamos a irnos hasta que las chicas vuelvan.
—¡Hola, gente! —Les grita David cuando ve a sus hermanas y a Caro.
Me río divertida, a diferencia de James que las mira y procede a terminar de guardar las cosas. Cubro a ambas niñas con una toalla de Barbie y luego las visto, primero a Ashley y luego a Megan, mientras Caroline se coloca su vestido de playa por encima del traje de baño mojado.
—¿Y a este qué? —Me pregunta Caro en un susurro cuando se agacha a guardar sus lentes de sol en el bolso.
Tomo la punta de mi trenza y se la enseño a Caroline. Ella hace una mueca y pregunta un silencioso "¿Por eso?". Asiento riéndome y ella niega con la cabeza dando a entender que es una tontería.
Sin siquiera decirnos que nos vamos, James nos indica que ya es hora de que abandonemos la playa. Simplemente nos damos cuenta cuando dobla su reposera y toma el canasto para echarse a andar. Frunzo el ceño y tomo la otra reposera. Cada uno de los niños lleva su mochila y su toalla mojada bajo el brazo. Caro se encarga de la sombrilla y de su bolso. David me ayuda con su reposera pequeña. James pronto nos deja caminando más atrás, pero es mejor, porque no soporto su mal humor.
Cuando llegamos a la casa, la puerta del frente está abierta porque James ha entrado hace solo unos minutos. Dejamos las cosas en la sala y mando a los niños a tender cada uno su toalla húmeda. Las reposeras y la sombrilla quedan al costado de la puerta, cada mochila en su lugar y el canasto en la cocina. James no está en el comedor ni en la cocina. Supongo que está en la habitación viendo televisión o dándose una ducha.
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LA BELLA Y LA BESTIA (JAMES MASLOW Y TU) SEGUNDA TEMPORADA
RomanceSegunda parte de la Bella y La Bestia