Bajé la mirada a nuestras manos entrelazadas, James besó mi frente. Volví a sentarme como estaba antes y dejé caer mi cabeza en su hombro, nuevamente. Él dejó caer la suya sobre la mía.
-¿Quieres contarme por qué estás triste? –susurró.
Desde allí veíamos perfectamente a los niños jugando los tres juntos. Había dos o tres niños más, pero ellos solo jugaban entre hermanos, por ahora.
-¿No crees que tengo muchas razones para estar triste?
-¿Cómo cuales?
-Muchas, James.
-Habla claro, ______.
-Yo sé que vuelvo siempre al mismo tema, pero en serio me hace mal. O sea, desde niña que sufro, primero la muerte de mi madre, luego que mi padre me crió como pudo, más tarde la muerte de mi padre y luego... -me quedé callada por un momento- Olvídalo.
-Luego te venden y yo te compro –susurró afligido.
-No, James, no. Olvídalo, dije.
James respiró profundo y soltó el aire de golpe. Me removí un poco, él quitó su cabeza de la posición en la que estaba y luego se sentó derecho. Hice lo mismo, el comenzó a jugar con nuestros dedos entrelazados.
-Te hice mucho daño, yo lo sé, ______, pero...
-No, James, ya pasó. Dije que lo olvides.
Nos quedamos callados unos minutos. Ashley cada tanto miraba hacia nosotros para asegurarse de que estábamos allí y no nos íbamos. Yo o James le sonreíamos y seguía jugando de lo más bien. Luego dos niños de la edad de David se unieron al juego y los cinco comenzaron a correr por una pequeña cancha de fútbol que había allí.
-No te hago feliz, ¿es eso?
Volteé a verlo como si hubiera dicho la cosa más espantosa que en mi vida había escuchado, y casi había sido así. Ese tono de voz, esa pregunta casi afirmando cosas que no eran ciertas.
-Si me haces feliz, James. Eres lo único que tengo, tú y los niños.
-Eso no tiene nada que ver, hasta hace poco querías el divorcio.
-Ya no cuenta, ¿puedes olvidarlo?
-No, me duele pensar eso, pero no voy a olvidarlo.
-Vamos, James. No había pensado lo que decía, no me castigues de ese modo. Te amo y lo sabes, no volvamos a ese tema. No quiero ningún divorcio.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo.
Ni siquiera cruzamos miradas, nuevamente nos quedamos callados. Quizá necesitábamos un poco de ayuda para aprender a llevar nuestro matrimonio. Si bien no era el peor de los matrimonios y nos llevábamos de lo mejor mientras que nos hacíamos responsables de los niños, teníamos altibajos que a veces perjudicaban el hecho de cómo nos tratábamos.
-¿James? ¿Crees que tendríamos que ir a terapia de pareja?
-Si tú dices que lo necesitamos, yo creo que así es, ¿qué dices?
-Me gustaría probar.
-Entonces...
-¿Vamos?
El asintió y luego besó mis labios.
-Sabes que haría lo que fuera por estar bien contigo, ______. Así que si quieres ir a terapia de pareja, vamos a ir.
Le sonreí, me hacía feliz cuando decía esas cosas.
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LA BELLA Y LA BESTIA (JAMES MASLOW Y TU) SEGUNDA TEMPORADA
RomansaSegunda parte de la Bella y La Bestia