CAPITULO 15

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Bajé la mirada a nuestras manos entrelazadas, James besó mi frente. Volví a sentarme como estaba antes y dejé caer mi cabeza en su hombro, nuevamente. Él dejó caer la suya sobre la mía.

-¿Quieres contarme por qué estás triste? –susurró.

Desde allí veíamos perfectamente a los niños jugando los tres juntos. Había dos o tres niños más, pero ellos solo jugaban entre hermanos, por ahora.

-¿No crees que tengo muchas razones para estar triste?

-¿Cómo cuales?

-Muchas, James.

-Habla claro, ______.

-Yo sé que vuelvo siempre al mismo tema, pero en serio me hace mal. O sea, desde niña que sufro, primero la muerte de mi madre, luego que mi padre me crió como pudo, más tarde la muerte de mi padre y luego... -me quedé callada por un momento- Olvídalo.

-Luego te venden y yo te compro –susurró afligido.

-No, James, no. Olvídalo, dije.

James respiró profundo y soltó el aire de golpe. Me removí un poco, él quitó su cabeza de la posición en la que estaba y luego se sentó derecho. Hice lo mismo, el comenzó a jugar con nuestros dedos entrelazados.

-Te hice mucho daño, yo lo sé, ______, pero...

-No, James, ya pasó. Dije que lo olvides.

Nos quedamos callados unos minutos. Ashley cada tanto miraba hacia nosotros para asegurarse de que estábamos allí y no nos íbamos. Yo o James le sonreíamos y seguía jugando de lo más bien. Luego dos niños de la edad de David se unieron al juego y los cinco comenzaron a correr por una pequeña cancha de fútbol que había allí.

-No te hago feliz, ¿es eso?

Volteé a verlo como si hubiera dicho la cosa más espantosa que en mi vida había escuchado, y casi había sido así. Ese tono de voz, esa pregunta casi afirmando cosas que no eran ciertas.

-Si me haces feliz, James. Eres lo único que tengo, tú y los niños.

-Eso no tiene nada que ver, hasta hace poco querías el divorcio.

-Ya no cuenta, ¿puedes olvidarlo?

-No, me duele pensar eso, pero no voy a olvidarlo.

-Vamos, James. No había pensado lo que decía, no me castigues de ese modo. Te amo y lo sabes, no volvamos a ese tema. No quiero ningún divorcio.

-¿Lo prometes?

-Lo prometo.

Ni siquiera cruzamos miradas, nuevamente nos quedamos callados. Quizá necesitábamos un poco de ayuda para aprender a llevar nuestro matrimonio. Si bien no era el peor de los matrimonios y nos llevábamos de lo mejor mientras que nos hacíamos responsables de los niños, teníamos altibajos que a veces perjudicaban el hecho de cómo nos tratábamos.

-¿James? ¿Crees que tendríamos que ir a terapia de pareja?

-Si tú dices que lo necesitamos, yo creo que así es, ¿qué dices?

-Me gustaría probar.

-Entonces...

-¿Vamos?

El asintió y luego besó mis labios.

-Sabes que haría lo que fuera por estar bien contigo, ______. Así que si quieres ir a terapia de pareja, vamos a ir.

Le sonreí, me hacía feliz cuando decía esas cosas.

LA BELLA Y LA BESTIA (JAMES MASLOW Y TU) SEGUNDA TEMPORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora