Resulta que las vacaciones en Chile han terminado espectaculares y ahora nos preparamos para irnos a Villa Gesell, la costa de Argentina. Los niños están muy emocionados, al igual que yo, porque ninguno hemos ido para esos lados alguna vez, al igual que a Chile, que ahora ya conocemos.
Caroline se sienta con Megan y Ashley, en el medio de ambas. James y yo ocupamos los asientos de atrás con David. Esta vez no tenemos el jet privado de James, porque se los ha prestado a sus padres que debían arreglar unos asuntos en Nueva Jersey.
James se conforma con viajar en primera clase de un avión abierto al público, pero no soporta tener que pagar de más para poder llevar el peso que quiere llevar. Yo, por mi lado, estoy feliz. Me gusta tener contacto con la gente, no estar siempre aislada como a mi esposo le fascina estar. Me gusta ver a la gente interactuando cerca nuestro y que los niños curioseen por ahí.
El viaje dura nada a comparación de lo que hemos tenido que viajar para llegar a Chile hace unas semanas. Los niños no están tan inquietos, sino más bien relajados y me alegro de que al fin vayan a comportarse para poder pasar unas vacaciones como Dios manda.
—Iremos por las maletas —le dice James a Caroline, tomándome de la mano.Mientras nos alejamos, Caro busca un banco para sentarse con los niños que están agobiados por el sueño. James me lleva hasta las cintas y allí esperamos unos minutos hasta que las maletas comienzan a correr para ser llevadas por sus dueños. Recuesto la cabeza en el hombro de James y cierro los ojos.
— ¿Cansada?
—Más o menos.Su dedo comienza a acariciar el dorso de mi mano mientras yo me quedo allí con mis ojos cerrados. Cuando él se mueve, sé que ha visto nuestras maletas y tenemos que ir a por ellas.
Las de Barbie son de las niñas, la del Hombre Araña es de David. Y las normales, a los ojos de los demás, son nuestras. James toma la mía y la suya, mientras que yo me las arreglo con las más pequeñas. Caroline recibe la suya en cuanto nos ve cargar con ella. James consigue un carrito para llevarlas hasta el taxi, que nuevamente tendremos que dividirnos. Y así es.La siguiente parada es en la casa de la playa. Para cuando llegamos, no hay rastro de sueño de mis niños, sino que corren escaleras arriba para llegar a la casa blanca que James ha alquilado toda para nosotros. Mientras que nosotros cargamos con las maletas, los tres niños brincan y buscan una entrada en la casa.
— ¿Frente a la playa? No bromees —suelto sonando como uno de mis hijos.
James se inclina para besarme y luego me pide que le ayude a subir las maletas. Cuando llegamos al último descansillo, James saca un manojo de llaves y abre la puerta principal de la casa.
¿Dije que era maravillosa? Pues si lo he dicho, me he quedado corta.
Tiene un solo piso, es blanca por fuera, pero llena de color por dentro. Un ventanal que da justo directo al mar, con sillones frente a un televisor pantalla plana y una mesita ratona. Las paredes de la sala son blancas y están adornadas con cuadros por todas partes. Lo siguiente que puedo apreciar es la cocina, amplia y llena de utensilios de acero inoxidable.
En vez de ayudar a James con las maletas, sigo andando por el pasillo para ver bien la casa. Explorar cada rincón, como un niño.
Posee tres habitaciones en escala. Una grande, una mediana y una más pequeña. La mayor está decorada en gris, negro y blanco, tiene un baño amplio y un gran armario. Una cama matrimonial enorme y un pequeño sillón al pie de ésta. La habitación mediana, a diferencia de la más grande, no tiene baño, sino que comparte el del pasillo con la habitación más pequeña. Tiene dos cuchetas (una cama sobre otra en altura), está decorada en celeste y azul. Y por último la habitación pequeña, posee solo una cama pequeña de una plaza y una mesa de noche pegada al armario de puertas corredizas.
Salgo al pasillo mientras voy observando el techo y me llevo por delante a James.—Gracias por ayudar ahí afuera.
—Perdón. ¿Sabes? Esta casa está increíble, James.
—Lo sé, lo sé. Me gustó desde que la vi por Internet.
— ¿Por qué no consultaste conmigo?
—Sabía que iba a gustarte.Le sonreí demostrándole que así había sido cuando vi que aparecian mis tres hijos siendo una montaña de arena viviente.
— ¡No entren así! —Gritó James.
Caroline se detuvo en la puerta principal y estiro el brazo para tomar a David y así sacarlos a los tres de allí adentro.
No tuvimos un día de playa o compras por ahí. James dijo que iba a darle el día a Caro para que hiciera lo que quisiera por allí, mientras nosotros teníamos un día en familia. Lo cual me gustó. Aunque los juegos de mesa y las manualidades no son lo mío, me gusta estar con mis cuatro personas favoritas. James había puesto casi diez juegos de mesa distintos en el suelo de la sala, no sabía de dónde provenían, y unos cuantos lápices de colores y hojas blancas listas para ser coloreadas.
Para cuando nos fuimos a dormir, los niños estaban felices, aseados y nos habían dejado solos. Caroline estaba exhausta y acostada en su cama. James salió de la ducha antes que yo y me quedé en el baño secándome el cabello, que con la humedad estaba inflado como melena de león.
— ¿Quieres salir ya? —Preguntó James golpeando suavemente la puerta.
—Ya voy —dije en un cantito.Vi la cabeza de mi esposo asomarse por la puerta y me sonrío.
—Tengo una sorpresa para ti.
Apagué el secador y lo dejé en el lavabo. Si de sorpresas se trata, paciencia no es mi segundo nombre. Así que salté de emoción y apagué las luces para salir del baño detrás de James.
— ¿A dónde vamos? —Pregunto emocionada.
Al salir del bañó me encuentro con la cama revuelta y James abrigado. Alzo una ceja.
—Toma tu almohada.
Eso ha sonado como "manos arriba, esto es un asalto". Me rio y la tomo sin comprender de qué va todo eso.
—Dormiremos en la playa, pero volveremos lo suficientemente temprano como para que nadie note nada.
Mis ojos se agrandan más de dos pelotas del golf y corro a arrojarme sobre él. Sin estar preparado para que su esposa se cuelgue de él, cae hacia atrás desprevenido.
—Creo que me he roto unos cuantos huesos —dice riendo—.Vamos, nena.
Me pongo de pie y le tiendo una mano. James toma las mantas y yo llevo las almohadas. Salimos de casa sin hacer el más mínimo ruido. Voy más emocionada que un niño abriendo regalos de Navidad y cuando llego a unos metros del mar, me giro a verlo.
—Tenemos que quedarnos un poco más lejos, ______. La marea sube mucho más cuando anochece.
Claro, él lo ha pensado todo. Así que retrocedo hasta que James dice que allí nos quedaremos. Tiende una manta en el suelo y yo tiro ambas almohadas allí, aplaudo como tonta y James me hace callar en un instante.—No creo que sea muy legal dormir en la playa.
Frunzo el ceño y los labios y luego me río. Me tiro en la manta antes de que el edredón caiga sobre mí. James no tarda en tirar sus sandalias a un lado y meterse en la "cama" conmigo.
—Al fin solos —murmura abrazándome por detrás.Me revuelvo entre sus brazos para quedar frente a frente. Noto sus rasgos gracias a la luna que nos da la suficiente cantidad de luz como para vernos en lo oscuro.
—Hola —digo sonriendo.
—Hola. —Se ríe—. Tenía pensado algo mejor que saludarnos.
Arqueo una ceja sabiendo a que se refiere y luego lo ataco con besos por todo su rostro y cuello.
--,MNSKDJ,VF Lo siento esta foto me mata cae con estilo ajjajajaja las amo sigamen en twitter
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LA BELLA Y LA BESTIA (JAMES MASLOW Y TU) SEGUNDA TEMPORADA
RomanceSegunda parte de la Bella y La Bestia