CAPITULO 39

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Hace ya unos minutos que he despertado, pero aún así no poseo muchas ganas de abrir los ojos todavía y sé que tampoco es muy necesario porque aún es temprano y todos en casa duermen. James se encuentra acurrucado a mi lado con sus piernas entrelazadas con las mías y sonrío porque me aprieta contra su pecho.

—¿Duermes? —Susurra en una pregunta.

Con un sonido de mi garganta niego ante su pregunta. Besa la coronilla de mi cabeza y luego mi nariz, por último mis labios.

—¿Has dormido bien?
—Muy bien. —Sonrío cargada de sueño y abro los ojos—. ¿Tú?
—Bien.

Sus ojos miel se encuentran con el verde de los míos. Le sonrío tiernamente sin prever que va a besarme con dulzura.

—¿No te he dicho yo que no me gustan los besos en la mañana?
—Sh, calla.
—James... —murmuro.
—Sh, calla. —Su boca atrapa la mía—. No tiene nada de malo.
—Si que tiene.

Rueda los ojos y me da otro corto beso ruidoso.

—Deberíamos vestirnos, no vaya a ser que a los niños se les ocurra venir aquí al despertar.

Esta vez es mi turno de rodar los ojos y luego el cuerpo para apartarme de mi esposo. Me siento en el borde de la cama sabiendo que la mirada de James está clavada en mi espalda desnuda. Uno de sus dedos se desliza por mi columna regalándome un escalofrío que nos hace reír a ambos, busco mi ropa interior con la vista y cuando la encuentro la dejo sobre la cama y luego me la coloco. James se queda allí tirado en la cama, enciende el televisor y acomoda sus brazos tras su nuca. Me dirijo al baño, me lavo la cara y cepillo mis dientes, luego me ato el cabello en una coleta de caballo que dejando que la punta de mi pelo toque apenas en un roce mi nuca y luego salgo del baño. James sigue igual que antes, solo lo observo unos segundos y me dirijo a buscar algo para ponerme. Por supuesto que ya no hay más verano para nosotros y de estar acostumbrada a andar en bikini y vestidos cortos, tengo que pasar a los gorros, bufandas y camperas. Me coloco un pantalón negro y una camisa, luego un pañuelo alrededor de mi cuello y me maquillo solo un poco. Unos zapatos con un pequeño taco completan el look y pronto salgo del vestidor. Como es de esperar, James no se ha movido de su lugar y sigue con los ojos pegados al televisor. Salgo de la habitación y me encuentro con un frío descomunal, frunzo el ceño y cierro la puerta tras mis pasos. Me dirijo al regulador de temperatura y lo arreglo, de allí paso a las habitaciones de mis hijos, que siguen durmiendo como angelitos, y luego bajo las escaleras para entrar en la cocina. Las chicas se ponen de pie al verme entrar.

—Buen día. —Les regalo una tierna sonrisa.
—¿Qué va a querer desayunar?
—No tienes que preocuparte, voy a hacer mi desayuno y el de James.

Su ceño se frunce.

—¿Segura?
—Segura. —Asiento.

Busco la cafetera y pongo el café para hacer, luego pongo los panes dentro de la tostadora y cuando las chicas comienzan a irse para empezar con sus trabajos, preparo la mesa para ambos. Pequeños platos y las dos tazas de café sobre la barra, coloco mermelada y mantequilla de maní. James no tarda en aparecer con su gorro negro que parece a punto de caerse.

—Ya decía yo que tenía a la mejor esposa.

Me muerdo el labio irónicamente y río. James se sienta y me observa desde su lugar. Le dejo las tostadas enfrente y no tarda ni dos segundos en comenzar con su desayuno. Me siento a su lado y beso su mejilla.

—El lunes los niños vuelven al colegio.
—Lo sé. No les queda mucho para las vacaciones invernales, ¿por qué no pueden comenzar luego de las fiestas?
—Porque no, James. Deben aprender, por lo menos David. Las niñas aún son pequeñas, pero David está obligado a ir.

Alza sus hombros y toma de su café.

—Los llevaras tú, ¿verdad?
—Creo que volvemos a la rutina.
—Exactamente.

LA BELLA Y LA BESTIA (JAMES MASLOW Y TU) SEGUNDA TEMPORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora