CAPITULO 32

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Termino de arropar a David y le planto un beso ruidoso en la frente. Mi hijo mayor se ríe tiernamente antes de cerrar sus ojos y darse la vuelta. Megan me observa desde su cama, le regalo una sonrisa, pero ella no parece tener las intenciones de devolvérmela, cierra sus ojos y se cubre la cara con la manta. Sonrío divertida, apago la luz central luego de encender la lámpara porque a ninguno le gusta dormir a oscuras. Megan se descubre un ojo y me observa atentamente, me cruzo de brazos y recargo mi peso sobre el marco de la puerta, ella termina de quitarse la manta de la cara y forma una tierna trompita con sus labios.

—Hasta mañana, princesa —le digo con una sonrisa en mis labios.
—Hasta mañana, ma —me dice por lo bajo. Su voz de niña se quiebra—. ¿Quieres dormir conmigo?

Observo hacia atrás en el pasillo cuando siento los pasos de James. Mi esposo camina hasta la habitación con un vaso de agua en una de sus manos, me sonríe y hace una seña, le susurro que espere un momento y él con el gesto torcido entra a la habitación de nosotros. Doy la vuelta y me encuentro a Megan que me observa desde su cama con sus ojitos lagrimosos.

—¿Qué pasa? —Me acerco a ella y se hace a un lado para dejarme lugar en la cama.
—¿Tú me quieres como a David y Ashley?
—Pero claro que si, Meg —digo en un susurro y me acuesto a su lado. Su pequeña mano con uñas mal pintadas busca la mía y la aprieta suavemente—. Te he dicho mil veces que yo y papá los amamos a los tres por igual y siempre va a ser así, ¿cómo puedes preguntarme eso?
—Yo soy mala y ellos buenos.
—No eres mala, corazón. Pasa que eres un poco más revoltosa que tus hermanos y a veces un poco más gritona e histérica.

Se ríe levemente mientras muerde el borde de la manta.

—Pero papá y yo te amamos mucho mucho mucho, como a tus hermanos.
—¿Aunque siempre haga que nos peleemos?
—Todas las familias tienen discusiones, sino serían aburridas.
—¿Cierto?
—Cierto. —Me río—. Tienes que descansar, Meg. Mañana no iremos a la playa, así que tienes que recargar las energías para jugar en el parque.
—Si —chilla—, un lindo parque.

Le sonrío antes de darle un beso en la mejilla. Su mano suelta la mía para esconderse debajo de la manta nuevamente. Megan me sonríe de costado y yo me pongo de pie.

—A dormir.
—Si.

Me alejo de ella y volteo a verla desde la puerta. Vuelve a sonreírme, cierra sus ojos y no tarda ni dos segundos en volverlos a abrir.

—Voy a portarme mejor, mami —dice suavemente—. Lo prometo.

Le regalo una sonrisa tierna y luego asiento, vuelve a cerrar sus ojos dándome la pauta para salir de la habitación y cerrarles un poco la puerta, pero no del todo. Entro en la habitación y me encuentro con James golpeando el control remoto, me río despacio y rodeo la cama para ir al baño.

—Odio estas cosas, son malditamente inservibles.
—Pasa que ya estás viejo y no las comprendes.
—¡Oye! —Lo siento gritar cuando entrecierro la puerta del baño—. Que no estoy viejo.
—Los niños duermen, James —le aviso.
—¿Eso significa que tendremos sexo o que tengo que hablar más despacio? —Preguntando entrando al baño.

Me río muy divertida a la vez que tomo mi cepillo de dientes.

—La segunda, Mals.
—Luego el anciano soy yo, ______ —dice sugestivamente alzando las cejas.

Me muerdo el labio inferior y a continuación le muestro la lengua en una burla infantil. Se ríe y agita el control remoto en el aire. También me río antes de meterme el cepillo a la boca y comenzar a lavarme los dientes. James golpea rítmicamente el control contra su mano derecha mientras me observa hacer lo de todas las noches, siempre lo mismo. No habla, está completamente callado y parece pensar en algo.

—Tenemos que hacer algo con Megan, no puede ser que tenga ese carácter.

Escupo el dentífrico al lavabo y me enjuago la boca con agua. Seco mis labios con la toalla celeste llena de florecillas y volteo a verlo.

—Piensa que la queremos menos que a sus hermanos y me ha prometido portarse mejor.

James frunce el ceño como si no creyera ni una sola de mis palabras. Lo empujo fuera del baño con mis manos contra su pecho y consigo sacarle una sonrisa, apago la luz del baño y cierro la puerta. Mi esposo sigue allí parado donde lo dejé.

—Yo le creo, James —digo—. No es lindo sentir que tus padres te quieren menos que a tus hermanos.
—Bueno, yo sé —me dice abriendo bien sus ojos—. Créeme, lo sé.
—Es distinto.
—No, claro que no lo es, ______.
—Ella es apenas una niña, tú tenías veinte años.
—Pero todos tenemos un niño interior.
—Cállate bobo —digo riéndome.

James me sigue hasta la cama y se acuesta de su lado. Me siento de mi lado y volteo a verlo, el control aún sigue entre sus manos y no ha conseguido cambiar de canal.

—Con todo esto de que tuvimos que socorrer a la pelea de los niños y el berrinche de Ashley, nunca te mostré —me dice.

Bajo la mirada a su brazo que se extiende hacia mí y me encuentro con su muñeca tatuada con tinta turca. Abro la boca de la impresión y de repente me volteo en la cama para quedar casi sobre él. Se ríe.

—No, espera, no —digo rápidamente—. Me gusta mucho.

James vuelve a reírse.

—Bueno, digamos que estuve casi media hora para escoger una letra linda y creo que lo conseguí, ¿verdad?
—Oh, si, claro que si.

Mi nombre completo escrito en cursiva se extiende a lo largo de su muñeca tatuado en tinta turca. Me gusta, me gusta demasiado. Es como si él fuera mío y el tatuaje marcara territorio.

—Te quedaría bien si te lo haces en serio —le digo sugestivamente. Vuelve a reírse—. ¿Y por qué no me lo mostraste igual, James?
—Porque teníamos que separar a los niños si no queríamos quedarnos sin hijos.
—Bueno, si. —Ladeo la cabeza—. Me gusta, si, si, si, si me gusta.
—Yo te dije que todos tenemos un niño interior, acabas de parecerte a Ashley.
—Ya cállate, cuando tienes sueño dices bobadas.
—Me la paso con sueño entonces.

Me risa retumba en toda la habitación y James se contagia. Susurra que ya pare de reír si no quiero que los niños se despierten y termino por hacerle caso cuando para mi risa con un apasionante beso. Me rodea con sus brazos y me atrae hacia sí.

LA BELLA Y LA BESTIA (JAMES MASLOW Y TU) SEGUNDA TEMPORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora