CAPITULO 35

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Sus palabras me dejan helada, está enojado, completamente enojado conmigo. Tiene razón en hacerlo, lo merezco y lo sé, pero la distancia entre nosotros siempre anda matándome, no me apetece tener que dormir sin abrazarlo o no recibir mi beso de todas las noches porque he dicho una pavada grandísima. Lo amo y siempre digo cosas que nos hacen alejarnos el uno del otro.

—No seas tan duro conmigo, James. —Mi voz se quiebra.

Retuerzo mi pijama entre mis manos nerviosas intentando evadir su mirada cargada de rabia. Una risa amarga escapa de sus labios.

—¿Yo ser duro contigo? Perdona, por lo que recuerdo tú fuiste dura conmigo.

—Lo siento, ¿si? Ya pasó, no quise decirlo, solo lo dije sin querer.

—Pues podrías haberlo pensado mejor antes de decirlo, _______.

—Por favor, James —digo casi abandonándome a las lágrimas.

Me ignora por completo y pasa por al lado mío para ir a abrir la nevera. Mis ojos se llenan de lágrimas cuando me esquiva y no me toca ni un pelo al pasar. Mis manos caen a los costados de mi cuerpo, James saca comida de la nevera y la mete al microondas para calentarla. Me siento en la barra sobre la banqueta del medio, si o si tiene que sentarse a mí lado, o eso creía hasta que lo veo comer parado con la comida sobre la mesada. Las lágrimas caen por mis mejillas, no va a perdonarme fácil si ni siquiera quiere tenerme a su lado.

James abandona la cocina luego de lavar la losa y llevarse un vaso de agua a la habitación. Me abandono al llanto al verlo irse sin darme un beso o decirme lo mucho que me quiere, como cada noche. Me cubro el rostro con las manos para ahogar los sollozos que podrían ser escuchados por mis hijos desde la habitación que ellos ocupan en este momento. No quiero despertar a nadie, ni tampoco preocupar a los niños. Solo quiero estar bien con James. Y aunque creo que va a ser horrible pasar la noche así, por lo menos ha vuelto a casa y no nos ha abandonado. No es que lo crea capaz de hacerlo, pero al no haber llegado temprano mis dudas salieron a la superficie haciéndome pensar lo peor de mi marido. Recuesto mis brazos sobre la barra y le hago una especie de casa a mi rostro para luego cerrar los ojos allí. No recuerdo cuándo ni cómo, pero la soledad, tristeza y profundidad del sueño me asaltaron por completo haciéndome sumir en una oscuridad tranquilizante. Todos mis problemas y preocupaciones quedan enterrados cuando me quedo completamente dormida sobre la barra del desayuno.

—_______, ve a la cama.

Abro los ojos y vuelvo a cerrarlos cuando la claridad asalta mis pupilas con fervor. Me siento derecha en la banqueta y siento mis huesos crujir. Es de día allá afuera, ¿he dormido toda la noche en la cocina? James se aleja de mí para ir hacia la nevera.

—¿Qué hora es?

—Las siete y veinte.

Me estiro lenta y dolorosamente elevando mis brazos en el aire. Mi espalda tira y duele, mis hombros están completamente contracturados y mis piernas adoloridas horriblemente.

—¿James?

Se da vuelta para verme y es cuando me doy cuenta de que su cabello está húmedo y tiene una ropa distinta a la de ayer. Su barbilla se eleva dándome a entender que puedo hablar porque está escuchando. Dejo caer mis brazos estirados sobre la barra y a continuación apoyo mi cabeza sobre el antebrazo de mi brazo izquierdo, James me observa cuidadosamente, pero no hace esfuerzo alguno por comprender o hablarme.

—¿Sigues enojado?

Da media vuelta para abrir la nevera en busca de la leche descremada, analiza los alimentos antes de sacar mermelada y mantequilla, deja todo eso sobre la mesada y busca una taza para verter la leche allí dentro. Prende la tostadora y prepara dos panes para ser tostados, busca un plato y un cuchillo mantequero, lo deja sobre la barra a mi lado derecho y vuelve a la mesada para tomar la taza y meterla dentro del microondas. Mis ojos siguen sus movimientos sin perderse detalle. Está enojado, si que lo está. Sus tostadas están listas, apaga la tostadora y deja el plato con los panes sobre la barra, al lado de lo que antes ha dejado allí, el pitido del aparato indica que la leche ya está caliente, saca la taza y le coloca unas cucharadas de café, luego azúcar y luego camina hasta llegar a la banqueta, deja la taza sobre la barra y se sienta a mi lado. Estoy técnicamente dándole la espalda, pero dejo mi cabeza caer sobre la barra para observarlo de revés.

LA BELLA Y LA BESTIA (JAMES MASLOW Y TU) SEGUNDA TEMPORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora