CAPITULO 34

323 11 0
                                    

Los niños quedan a cargo de Caroline cuando con James salimos por la puerta principal. La idea de dejar a mis tres hijos solos con la niñera no me deja para nada tranquila, por más de que Caro es de confianza, no me gusta estar en un país completamente distinto paseando por allí mientras mis niños están solos en la casa veraniega. James pasa su brazo por sobre mis hombros y besa mi mejilla haciendo que todos mis pensamientos se desvanezcan en el instante.

—Ashley está bien, _______ —dice como si pudiera leer mi mente— y Caro sabe hacer bien su trabajo. La niña solo ha pasado frío al salir del mar, más que come en bikini y hace mal comer con frío.

—Yo sé, pero me preocupa. Es mi hija.

—Y mía —dice ladeando la cabeza.

—Bueno, es nuestra hija, yo sé. Y me preocupa que esté enferma en casa mientras nosotros salimos a pasar tiempo juntos.

James se frena al instante y mira hacia delante con el ceño fruncido.

—¿Quieres volver a casa? Podemos venir a Argentina cuando tú quieras, ya sabes, podemos viajar para venir a almorzar a este muelle cuando a ti te parezca, cariño.

No paso por alto la ironía de sus palabras. Mis ojos se achican mientras giro la cabeza para verlo de frente, tomo su mano que cuelga sobre mi hombro y la quito de allí como si quemara, me cruzo de brazos y lo miro con el ceño fruncido.

—Deja de hablar así, James. ¿No puedo preocuparme por mi hija?

—Puedes preocuparte por mí, también —dice alzando ambas cejas.

—Si que lo hago, ¿crees que no? Pero ahora no estás enfermo y ella si, James. ¿Te enoja que volvamos a casa? Pues yo si voy a volver, no quiero estar preocupándome por ella todo el día en vez de pasar un lindo momento.

—Y no te preocupes entonces, ________ —más que pronunciar las palabras, las escupe—. No puedes controlar todo, tienes que dejarte ir un poco. La niña está medicada y se sentía bien, sabes que si hubiera querido que la cuidáramos nos lo habría dicho.

—No siempre dice lo que piensa o siente, ¿sabes? Es una nena, no tiene ni seis años y tú crees que puede ser independiente.

—Yo no he dicho eso.

—Bueno, bueno —largo una mano hacia atrás—. Voy a volver a casa, tú vete por allí si quieres.

Sus ojos dan una vuelta completa y se toma las puntas del cabello para echar un grito ahogado con mezcla de frustración al aire.

—¿Por qué siempre quieres pelear?

—¿Y por qué tú siempre quieres estar por encima de mis hijos? Ellos son mucho más importantes que tú.

Como si de una navaja en su abdomen se tratara, se toca el pecho con dolor. Me arrepiento al instante de haber dicho aquello, pero mi orgullo no me permite decir palabra alguna antes de que James asienta levemente y se eche a andar en dirección al muelle. Pronuncio su nombre por lo bajo, pero a la vez no sé si quiero que me escuche y vuelva, así que lentamente me doy la media vuelta en dirección a la casa de verano y comienzo a caminar con desgano. Giro la cabeza para ver a James y lo encuentro de espaldas a mí trotando como si quisiera alejarse lo más rápido posible.
Entro a la casa secando unas lágrimas que corren por mis mejillas sin permiso o intención, me sorbo la nariz y suspiro.

—¿Qué ocurre?

Caro me mira desde el sofá y sus ojos se agrandan. Busca detrás de mí a James y al no encontrarlo se pone de pie rápidamente, me agarra por los antebrazos y me sacude levemente.

—¿Qué pasa, ______?

—Nos peleamos.

—¿De nuevo? —Pregunta quitando sus manos de mí—. No pueden pelearse todo el tiempo, linda.

LA BELLA Y LA BESTIA (JAMES MASLOW Y TU) SEGUNDA TEMPORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora