El patio se mostraba desierto a mitad de la jornada.
Mientras tanto, Yoongi divagaba desde la ventana de la segunda planta.
El árbol donde se sentaba con su amigo, Hoseok, yacía vacilante, con el viento meneando sus ramas de par en par. Yoongi los imaginó debajo de ellas, riendo como cuando se conocieron, y escalando hasta lo alto, para hacer formas cómicas con las nubes. Lo que daría por hacer realidad aquella ocurrencia. No obstante, Hoseok intentaba hablar acerca de cosas que a Yoongi no le gustaban para nada.Y eso le ponía los pelos de punta.
—Entonces, Min, repítame lo que acabo de explicar—escuchó al frente del aula y, como ya hacía costumbre, los ojos de sus compañeros se fijaban en él—. ¿Min?
Yoongi se limitó a mirarlo, unos segundos.
—No estaba prestando atención.Su profesor negó con gracia.
—Claro que no lo hacías. Tampoco lo hacías la clase anterior, ni las demás—dijo—. ¿Por qué no vas a tomar un poco de aire de camino a la oficina del director? Le puedes contar sobre lo que estabas pensando.Abrió la puerta y Yoongi supo que debía juntar sus cosas, en silencio. Pensó que la ida a la oficina del gordo le favorecería: podría ir al baño, y de paso rayarle el coche a su no tan querido profesor.
En la puerta, éste le dijo:
—En cuanto acabe la clase, te veo allá. No te vayas a escapar.Yoongi le sonrió, ladino.
—¿Cuándo lo he decepcionado, profesor?