XV. RAYO DE SOL.

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—¿Qué pasa?—preguntó Jimin luego de haber arrastrado a Yoongi atrás de las aulas. Estaban bajo un techo que apenas los cubría a ambos de aquella lluvia torrencial que arrasaba con las pocas hojas colgadas sobre los arboles frente a ellos.

La bella sonrisa del más pequeño se había desvanecido en el camino dejando vacías dudas por la cabeza de Yoongi. Era la primera vez que lo veía tan serio respecto a un tema; respecto a él.

—¿Cómo me viste?—preguntó en un hilo de voz Yoongi, aún permanecía secándose las lágrimas con su dedo pulgar. Ojalá Jimin no notase que había estado llorando, eso sería lo peor de todo el día de hoy.

—Un amigo me dijo que te había visto correr a la...—Jimin se interrumpió y frunció el ceño—. ¡Ese no es el punto, Yoongi!

El nombrado tembló; en parte por el miedo que le dio el más bajo y también por la humedad que recorría cada parte de su ser.

—¡Te mojaste todo!

—Wow, quién lo hubiera adivinado, Jimin, eres un maldito genio.

Jimin soltó un respiro y prosiguió a quitarse su chaqueta con el estampado del instituto manga por manga. Se acercó a Yoongi y colocó la prenda detenidamente sobre los hombros del más alto, provocando extrañas sensaciones en éste.

—Mira, no sé porque intentaste escaparte de la escuela en medio de la jornada solo no lo vuelvas a hacer.

—Tranquila, mamá.

—Lo digo en serio—su voz se tornó fría—. Estás con un pie fuera del instituto, si llegas a...

—¿Qué te incumbe a ti en todo esto?—interrumpió apretado de puños. 

Jimin se cruzó de brazos cansado e infló sus mejillas.

—No me lo hagas decir, Grinch.

—¿Decir qué?

Jimin dio un paso adelante.

—¡Decir que me importas, peludo!

Vale, al niño se le había safado un pequeñísimo tornillo. Sus apodos no eran buenos, para nada buenos; eran más graciosos que coherentes para Yoongi. 

Soltó una carcajada. 

—¿Por qué mierda yo te importaría?—preguntó entre risas, no quería medir sus palabras. 

El de cabellos rosas se sonrojó y se cruzó de brazos. 

—No lo sé. A ninguno de mis amigos les gusta el Sexto Sentido. Les da pávor lo de la gente muerta.

Jimin trataba de no mirarlo por lo avergonzado que estaba, Yoongi jamás admitiría que le comenzaba a gustar ese tipo de reacciones en él. En sí, cada una de ellas sin importar que tan pequeña e insignificante sea.

—Así que por favor—continuó diciendo—, no vuelvas a intentar irte... no quiero perder mis tardes contigo.

Eso se clavó como una flecha profundamente en el corazón de Yoongi que, quién sabía por qué, le acabó doliendo.

—Cómo quieras—susurró entrecerrado de ojos.

Jimin le regaló una sonrisa.

—Bien, te esperaré después de clases en la biblioteca cómo siempre ¿está bien?—abrió el paraguas rosa que reposaba en el piso afuera del techo que los cubría—. Si quieres hablar estoy dispuesto a escucharte.

Yoongi sintió como la sangre se acumulaba en sus delgadas mejillas y volvió a asentir embobado. No tardó en notar que el paraguas que traía el pequeño en la mano era del mismo color que su cabello.

LA LOCURA DE MIN YOONGIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora