XIX. TIENE RAZÓN.

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Yoongi caminaba con pasos realmente lentos por los silenciosos pasillos a la biblioteca.

No quería pasar la mayor parte de la tarde con ese idiota, pero era preferible que pasar tres horas con la idiota Señora Stone.

Lo mejor en este tipo de casos es mantener la calma, por eso, Yoongi debería centrarse en la Literatura que ese enano le iba a enseñar y no en molestarlo.

Simple y sencillo.

Abrió una de las grandes puertas de la vieja biblioteca y ésta avisó su entrada con un gran rechinido de mierda.

—Joder—maldijo Yoongi en alto y luego de entrar, la cerró molesto de un golpe.

Se dio la vuelta y pudo contemplar la mirada de odio que le dirigió la que bibliotecaria desde el mostrador. Yoongi la ignoró y fue a sentarse en la zona de mesas que se encontraba frente a donde atendía la vieja que seguía mirándolo mal.

Daba por hecho que no se llevaba bien con las ancianas—parecía de unos treintas, pero para él es una vieja—tal vez en un futuro, ni siquiera se llevaría con los niños y no es que planeara tener uno. Podía vivir solo y soltero por toda su vida, de todos modos, era algo a lo que ya estaba acostumbrado, pues nunca tuvo novia, mucho menos novio. Yoongi era lo contrario a un imán con las personas, por eso no le extrañaba que nunca le haya atraído nadie.  

Se sentó en la primera silla que vio y dejó su morral al costado de los pies, en el sucio piso.

Confirmó mentalmente si la biblioteca era el lugar donde le dijo «Jimin» que se vieran después de clases. Así fue, lo comprobó recordando lo nervioso que se puso al soltárselo e irse corriendo. Al parecer lo había puesto en una situación incómoda hablándole de una manera tan directa. Eso le llamó mucho la atención a Yoongi.
Podría acostumbrarse a ello.

La puerta se abrió, desconcertando a Yoongi de sus pensamientos.

Era Jimin. Había llegado cinco minutos tarde después de la hora de salida, lo cuál hacía que fueran cinco minutos malgastados del preciado tiempo de Yoongi y no se lo iba dejar pasar tan fácilmente. 

El pelirrojo cerró la puerta haciendo un gran ruido y se disculpó con la bibliotecaria avergonzado.

A lo que la vieja negó con la cabeza:

—Solo hace ese ruido cuando entran chicos bonitos—le sonrió.

«Qué asco, por amor a satanás»

Yoongi debía denunciarla por alusión a la pedófila y al otro idiota por asalta-asilos debido a la forma en que se sonrojó.

Aquél chico debería estar llorando, sonaba asqueroso que alguien de la edad de esa señora te piropee, y además de humillante, vergonzoso también. Se cruzó de brazos y se dedicó a contemplar la escena perturbadora.

Después de unos segundos, Jimin pareció salir de sus pensamientos y levantó la vista, encontrándose con la mirada seria de Yoongi.

Tal vez el más pequeño descubrió que lo había estado viendo desde que entró, por la forma en que su cara se tornó el doble de roja.

Se dirigió hacia la silla vacía junto a la de Yoongi con la sangre en las orejas y luego de examinarla de una extraña manera, se sentó. Dejó la mochila a su costado.

Las ganas de burlarse eran incontrolables, y en ese incómodo silencio, cabían a la perfección.

—Así que hace ruido con los chicos guapos.

Jimin pegó su frente a la mesa.

—Además de llegar tarde, te pones a coquetear con la vieja bibliotecaria, qué aplicado.

El silencio nuevamente había llegado a la mesa.

Yoongi estaba internamente contento, y como pensó anteriormente; podía acostumbrarse a ello. Hacerlo sufrir definitivamente sería lo más divertido que haría en la semana (luego de jugar Warcraft por las noches, claro).

Jimin siguió en la misma posición por varios minutos, hasta que una de las grandes puertas de madera se abrió dejando un rechinido a su paso.

Los dos levantaron la vista y allí, frente al mostrador, estaba Jungkook. Yoongi miró atento a Jimin, sabía que algo estúpido iba a hacer y así lo fue, después de todo, había ido a acosarlo todos esos meses.

El más bajo tomó su celular de la mochila y se dedicó a arreglarse el pelo.

Tantos insultos y tipos de humillaciones se le ocurrieron a Yoongi, pero pensó que Jimin sabía de principio a fin que estaba haciendo el ridículo. Seguramente no necesitaba de alguien que se lo recordara.

El tucán no se inmutó de su presencia y se fue de la biblioteca después de conseguir un libro prestado.

Jimin soltó un suspiro.

—Deberías considerar calmar tus hormonas de promiscua—acabó diciendo Yoongi. 

—¿Cómo te atreves a hablarme así?—reclamó finalmente—. Sinvergüenza

Definitivamente ese chico se llevaba bien con el profesor Kim, usando palabras que ni siquiera en el mismo antaño se escuchaban.

Eso solo lo incitaba más a mofarse de él.

—Oh, perdón, abuela—cubrió su boca—. La próxima vez prometo comerme todas las galletas.

Jimin frunció el ceño e infló sus mejillas.

—No sé como no te han expulsado de aquí—comentó Jimin, se había ofendido.

—Lo mismo digo. Con tu altura de niña de primaria, se me hace raro.     

Jimin miró a la nada por un momento.

—Terminemos con esto—dijo por fin y comenzó a sacar útiles de su mochila—. Te pondré un ejercicio.

Yoongi se rindió e imitó lo que hacía el más bajo.

—Lo único que me faltaba, que un enano me diera órdenes—suspiró.

—Creo que te lo buscaste por ti mismo, si no me equivoco.

Él ni siquiera lo conocía del todo, sin embargo supo resumir cada aspecto de la vida de Yoongi con solo ese enunciando. 

 

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LA LOCURA DE MIN YOONGIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora