1
Al otro día en la mañana, Yoongi se despertó totalmente descansado.
Dormir bien una noche había dado sus frutos, pues luego de llegar cansado y en parte mojado del instituto, él tomó un relajante baño y se acostó a dormir junto a la chaqueta de Jimin. Según Yoongi sólo lo hizo para no perderle de vista cuando despertase.
Bajó las escaleras sujetando la prenda con una mano y fue directo a la cocina. Necesitaba la ayuda de su madre. Ella se encontraba lavando vasijas en el fregadero de aluminio con su atuendo puesto para irse al trabajo en una hora.
—¿Tienes idea de cómo lavar esto?—preguntó mostrando la chaqueta. Su madre alzó la vista y cuando Yoongi se dio cuenta, se la había quitado de las manos.
—¿De quién es? No la había visto—interrogó extendiendo la chaqueta en el aire de manga a manga. Yoongi la observaba nervioso, no quería que la rasgara.
—Eso no importa. ¿Sabes o no?
La mujer bajó la prenda con el sonido del agua corriendo por el fregadero cómo fondo y arqueó una ceja (cómo para matarlo). Acto seguido, procedió a secarse las manos en el delantal que colgaba de su cintura y cerrar la llave:—Dame treinta minutos.
2
Yoongi se sentía un buen chico por primera vez en años, exactamente desde que había comenzado a leer Stephen King (su imaginación sí que volaba).
Estaba sentado con sus auriculares puestos en el receso, esperando a que el momento de irse a casa llegara. La chaqueta de Jimin reposaba en una bolsa a parte dentro de su morral, ya planchada y doblada cómo correspondía. Su madre le había puesto empeño, sin embargo, cuando se la devolvió ya no quedó algún rastro del aroma del pequeño de pelos rosas, solamente un extravagante olor a suavizante y el tibio vapor de la plancha.
Ahora el olor a Jimin solo vagaba por lo más profundo de su nariz, sin la capacidad de volver a ser olfateado, claro, a no ser que Yoongi lo salude cómo los perros acostumbraban (imposible).
Jamás volverá a sentir ese dulce y empalagoso perfume en su vida. Más que una pena era un desperdicio.
Resopló en el silencio del aula. La clase de Literatura era la siguiente y Yoongi no pensaba dejar de escuchar música.
—Min— llamó una voz.
El pelinegro abrió los ojos pero no fue por mucho tiempo hasta que un bollo aterrizó sobre la superficie de su muy desordenado escritorio.
—Estaban a dos por uno—comentó Jungkook tomando asiento junto a él.
Yoongi estaba aturdido y pestañeaba sin parar. Debía asimilar la situación antes de abrir la envoltura.
—¿No tienes otro a quién dárselo?
—No.
El de pelos castaños le dio un mordisco a su bollo, mientras, Yoongi seguía sin comprender.
Para su suerte, comer no requería realmente entender nada así que copió lo que hizo el más alto.—¿De qué es?
—Chocolate creo.
Yoongi lo comprobó por sí mismo.
—Sí, chocolate.
3
Había llegado el fin de las clases de hoy para los demás, Yoongi debía quedarse unas horas más cómo de costumbre. Tampoco es que le molestase mucho quedarse junto a Jimin pero lo quejoso no se va de un día a otro.