XXIII. LA FALTA DE JIMIN HACE A YOONGI UN CHICO MELANCÓLICO.

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Yoongi esperó en la estación junto a Jimin hasta que el metro se dignara a pasar.

Ahora, él estaba tiritando afuera de la puerta de su casa, abrazando su torso por el frío que recorría su nuca y que también atravesaba el espacio entre los pantalones y sus piernas. Los vecinos ya habían apagado las luces y la calle sólo estaba iluminada por los focos que se asomaban torcidos sobre la acera. Yoongi no podía ver la luna en esa noche estrellada.

Ella lo había hecho otra vez.
No era la primera vez que su madre lo dejaba sin llave. Había pasado dos veces más al correr de la semana (incluso ayer). Según la mujer, ella simplemente se olvidaba de dejarla bajo la maceta de la entrada. Yoongi no le creía. ¿Cómo alguien podía olvidarse de que, su supuesto hijo, iría a casa en busca de algo llamado comida y un lugar para dormir? Era inaudito, y si Yoongi se lo proponía: podía hacer que la arrestasen.

Pero claro, cuando ella sacudía el hombro de su hijo a las cuatro de la mañana en el pequeño porche, este estaba lo suficientemente cansado y monstruosamente helado como para no reclamarle las miles de cosas que había pensado en reprochar todo el tiempo que pasó esperando, cruzado de brazos.

«¿Estás bien?», siempre preguntaba la hipócrita y Yoongi abría con esfuerzo los ojos, que se habían pegado por el frío de la niebla. En la madrugada, su boca no respondía. Los labios se mantenían pegados, ellos sí eran bastantes difíciles de abrir, pero Yoongi aún no encontraba el por qué. ¿El responsable era el miedo a su madre o, también el frío? De sólo pensarlo, se sentía entrar en pánico. Justo como hace... ¿un año ya? ¿O más? Vaya que el tiempo era veloz.

También un año y algo más de su amistad con Hoseok. ¿Los últimos meses contaban? Claro que sí, no es como si nunca lo viera. A veces, Yoongi lo notaba en los pasillos. De la mano con aquel chico con cara tonta. ¿Seguiría creyendo que todavía estaba enfadado con él? Yoongi ya no lo estaba. Su enojo se había esfumado poco a poco, junto con su amistad. Pero no podía empezar a dirigirle la palabra con: «Oye, ya lo comprendí. Ahora sí acepto que soy un puto depresivo de mierda, así que...¿amigos, de nuevo? ¡Genial, ¿entonces es un sí?!». Sería estúpido. Más estúpido de lo que Yoongi podría llegar a ser jamás, y eso era mucho.

Yoongi era bueno olvidando pero no dando el primer paso. Hoseok sabía de memoria lo último. ¿Entonces por qué no se acercaba? ¿Tan bien se sentía estar sin él? ¿Tan malo era Yoongi para su vida que no le bastaba con ignorarlo?

Yoongi estornudó y se limpió con la manga de su sudadera. Sintió la humedad de la noche penetrar por sus fosas nasales. Aparentemente, la niebla ya lo había alcanzado y comenzaba a mojar su ropa como la noche anterior.

Se recostó más sobre la puerta y se abrazó a sí mismo. Necesitaba calor, de lo contrario terminaría congelado. Sus oídos comenzaban a sentirse duros, y creyó que poniéndose la capucha sería suficiente para entibiarlos un poco, sin embargo, no resultó y comenzó a frotarse los lóbulos con las dos manos. Cualquier vago que pasara por la acera en ese momento creería que se tratase de un loco.

Bueno, Yoongi no estaba tan lejos de ser uno...

Miró al cielo una vez más, buscando la luna. No sabía por qué pero necesitaba verla. Necesitaba algo que le dijiese: «Estoy aquí. Despierto. Igual que tú, así que ánimo. No todo es tan malo como paeece». Fue inútil, no estaba. Y ahora las estrellas tampoco. Lo único que yacía en el cielo a las cuatro de la mañana eran nubes gruesas que ocupaban casi toda la zona.

Yoongi no sabía cuantas veces había comparado a la luna colgada en el cielo con Jimin desde que lo conoció. Quizá una. Y tenía razón. Para él tenía bastante sentido.

Pero la luna no estaba colgada en el cielo a las tres de la madrugada y a Jimin no le gustaba Yoongi de la misma forma en la que Yoongi sí gustaba de él. Y ahora nada tenía sentido.

Yoongi se detuvo de acariciar sus lóbulos y se resguardó entre sus rodillas porque la noche iba a ser larga.
Lo bastante larga para que no se diera cuenta de que el techo de la entrada de su casa no le permitía ver la hermosa Luna Creciente que se avecinaba con énfasis detrás de su hogar.

Lo bastante larga para que no se diera cuenta de que el techo de la entrada de su casa no le permitía ver la hermosa Luna Creciente que se avecinaba con énfasis detrás de su hogar

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LA LOCURA DE MIN YOONGIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora