Capítulo 7

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A diferencia de cómo vinimos, este vuelo es comercial, por lo que mis ''padres'' no pueden llevar las armas encima sin identificarse. Yo he acabado acostumbrándome a su presencia, al frío del metal contra mi piel, al impulso del retroceso, a la adrenalina cada vez que aprieto el gatillo. Jamás imaginé que iba a disparar un arma, y me costó un mes cambiar eso. Frank consideró oportuno empezar a enseñarme cuanto antes, así cuando empezara el curso ya tendría cierta experiencia y puntería. No entiendo por qué, pero no voy a poner pegas, he descubierto lo mucho que me gusta. Y, en cierto modo, me da miedo.

Quedan semanas para empezar el curso y siento que cada día que pasa se hace más intenso. El entrenamiento es más duro, las clases van más rápido, Anne me habla en francés para acostumbrarme, incluso las películas que veo son en ese idioma y tengo que analizarlas para detectar fallos en las operaciones. Y todavía no he comenzado con el seguimiento personal. Se supone que iban a dejarme acercarme más a Moore, pero todo lo que he conseguido ha sido observarle desde la calle de en frente con sus múltiples ligues. Frank está cansado de regañarme cada vez que vamos de vigilancia, y de verdad que intento concentrarme, e incluso el problema puede ser ese: tiene un maldito porte que hace que el resto del mundo desaparezca, y no puedo ver más allá de él cuando se supone que debería buscar guardaespaldas o algún patrón de comportamiento más allá a novia por semana, a lo sumo. Tengo que cambiar eso, nadie que se dedique a jugar con las mujeres así se merece tanta atención por mi parte.

Espero que este fin de semana en casa me ayude a relajarme y a centrarme en mi objetivo. Cuanto antes lo haga, antes podré volver con mis amigos, antes podré volver a tener una vida propia, podré dejar de estudiar todas estas tonterías y, con suerte, jamás tocar un arma. No me gusta la sensación que me dejan las pistolas, demasiado poder en algo tan pequeño; demasiada calma tras apretar el gatillo.

El reencuentro con mis padres no es precisamente idílico, aunque sí bastante como me lo esperaba: incómodo. No sé qué ha pasado en el tiempo que he estado fuera, no me permiten el contacto con el exterior, puede que hayan cambiado muchas cosas, y tengo que preguntar, no me puedo quedar de brazos cruzados. Tengo que tomar la iniciativa, Anne y Frank se han quedado en un piso franco en el centro y yo estaré en casa, y me temo que si no averiguo lo que ha pasado no podré dormir bajo el mismo techo que mi padre. Espero que se lo haya comentado a mi madre o a mi hermano.

De todas formas, el humor cuando me ven parece ser bastante bueno, y creo que mi aspecto tiene bastante que ver. Ya habían tirado la toalla con respecto a eso, y verme con el pelo suelto y bien arreglado y no una coleta, una camiseta ajustada en vez de una de tallas más grande, un pantalón vaquero corto en lugar de uno de chándal...

Al principio me agobiaba la ropa tan corta y ajustada, no obstante, ahora me da igual. Paolo sigue intentando que me guste y lo use como un ''método de expresión'', pero hasta que eso ocurra, mucho tiempo tiene que pasar.

¾ Mamá, ¿estáis bien? —la nevera está más vacía que de costumbre— Papá está algo...distante.

¾ Sí, todo está bien, cielo. ¿Y tú en el instituto nuevo?

¾ Mamá, no me cambies de tema. Dime la verdad.

¾ Es...no quiero preocuparte, eres muy joven y... —vuelvo a insistir con la mirada; da un profundo suspiro— Han congelado las cuentas a tu padre, estamos cogiendo dinero de los ahorros.

¾ ¿Y sabes por qué?

¾ Ha habido un problema en la empresa y lo han hecho a todos los empleados. No me ha contado más. A demás le han revocado el ascenso de hace unos meses —buena manera de cubrir que robaba dinero—, así que va a entrar menos dinero. Pero no te preocupes, tendremos para todo.

Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora