Capítulo 20

4 0 0
                                    

Decido tomarme el resto del día con calma, sé que necesito descansar para mañana y no me vendrá mal estar tranquila en el hospital, leyendo con Lily o hablando con Tom. La niña parece que se ha hecho más rápido a estar aquí de lo que pensé, y me alegro de que se sienta cómoda con tanta facilidad, es un gesto indiscutible de sus avances con respecto al trauma, ya que las quemaduras están casi cicatrizadas por completo y apenas le duele la zona irritada. Hoy tenía cita con el psicólogo, así que me he acercado a la consulta de Tom, como siempre suelo hacer, para charlar un rato. Me contó hace un par de días el caso de una niña con una herida de bala que me resultó bastante interesante; no estaría mal enterarme de cómo le va. Sé que no debería decírmelo, técnicamente es ilegal, pero ¿quién se va a enterar? Y no hacemos nada malo, sólo lo comentamos y, si puedo ayudarle con cualquier cosa, me ofrezco. He acabado acostumbrándome a estar en un hospital y estoy aprendiendo más cosas de las que debería. En el anterior, incluso echaba una mano a las enfermeras cuando tenían mucho trabajo, y me encargaba de entretener a los críos, me conocían incluso los padres. No me importa hacerlo aquí tampoco, sólo será hasta que Lily pueda salir y yo tenga un sitio para ella, que con suerte no será mucho.

Tom me deja entrar con una amplia sonrisa, se ve casi tan cansado como yo. Hoy ha tenido una cirugía bastante larga y aún tiene que arreglar algo de papeleo, no obstante, se muestra agradecido por la distracción y deja de lado el trabajo para charlar conmigo. En medio de la conversación, recibo una llamada. Dudo en cogerla cuando veo el nombre, no sé si debería, se supone que no estoy disponible, y me parece una falta de respeto cuando Tom ha dejado de un lado su trabajo por estar conmigo.

— Adelante, cógelo. No te preocupes por mí —el hombre me anima.

— ¿Seguro? —asiente y lo cojo con un suspiro; me levanto y salgo al pasillo— Dime.

Bonsoir, mon ange. Te tengo una noticia.

Bonsoir à toi (Buenas tardes a ti). ¿Buena o mala?

— Depende de cómo te la quieras tomar.

— Me estás asustando. Suéltala de una vez, prácticamente te estoy viendo sonreír —le oigo reírse.

— Antes de nada, quiero decirte que me encanta oírte en francés.

— No me hagas la pelota y habla. Y que sepas que como sigas diciéndome que soy tu ángel me voy a acabar acostumbrando —añado con una sonrisa.

— Perfecto, porque es precisamente lo que pretendo; quiero que lo sepas porque es verdad.

— Eres muy empalagoso, Alex —no puedo evitar soltar una risa.

— Así no hay quien sea romántico —respira hondo, fingiendo estar dolido—. Te he conseguido trabajo —anuncia—. No es gran cosa, pero como dijiste que no querías que interfiriera no me he atrevido a más. ¿Te acuerdas de la cafetería cerca de tu casa? ¿Donde fuimos antes de nuestro primer beso?

— Cómo no. ¿Soy camarera?

— Técnicamente sí. Pero si prefieres gerente o...

— Así es perfecto, muchísimas gracias. No tienes ni idea de lo que significa para mí, Alex.

— Pues a mí no me gusta —protesta—, no sé por qué te pones así. No es propio de alguien de tu clase. Alguien podría decirte algo y entonces sí que intervendría. Pero para nada bueno, te lo aseguro.

— Suficiente, león. Sé cuidar de mí misma, nadie me va a decir nada.

— Alice, escúchame: no te merece la pena este trabajo, van a explotarte por seiscientos dólares; el horario es horrible, incluso abusivo. Yo puedo conseguirte otro mucho más sencillo y mejor pagado —no quiero ni imaginarme de qué trabajo se trataría.

Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora