Capítulo 41

2 0 0
                                    

Camino por mi viejo barrio recordando cada momento de este último año. Ha sido extraño y confuso. A pesar de todo, me repiten que debo quedarme con la parte positiva, con lo que me sea útil para el futuro, pero por más que lo busco sólo encuentro una cosa: no debo confiar en nadie. Una de mis mejores amigas me traicionó; mi mejor amigo está en la cárcel y no puedo hacer nada por él; mi novio está en la otra punta del país y me prefiere muerta; ya no conozco al resto de mis amigos, ni siquiera a mi familia; y el chico que me llevó al hospital, inconsciente y con el corazón apenas latiendo, ha desaparecido. Aquel coche fue la última vez que le vi, cuando me estabilicé en Los Ángeles me trajeron aquí, y al recuperar la consciencia se fue. Me abandonó. Parece que al fin ha decidido hacerme caso y alejarse, es lo más inteligente. Lo que nadie sabe es que, aun con Ronald Moore entre rejas, no existe un sitio seguro para mí.

Según mis padres —los de verdad, los biológicos— me indujeron el coma durante cinco días para evitar daños, había perdido mucha sangre y necesitaba el máximo reposo posible. Algo drástico, sí, pero efectivo a fin de cuentas. Nada más despertar me ofrecieron unas sesiones con un buen psicólogo, o algún tipo de terapia de grupo para sobrellevar el trauma, no obstante, lo rechacé en cuanto lo dijeron. No voy a ir a ningún sitio para contar lo que me ha pasado, lo más probable es que no me creyeran, y si lo hacen, no quiero que se compadezcan de mí, de lo que he pasado. Ha sido difícil, ha sido duro y un verdadero reto para mi salid mental, y nadie tiene por qué saberlo. Es mi vida, seré yo quien tenga que revivir todo eso una y otra vez, ellos volverán a sus perfectas casas con su perfecta familia, mientras a mí me aterroriza la idea de dormir, no consigo deshacerme de las pesadillas a menos que me tome tres pastillas que hacen que prácticamente me desmaye al minuto. Y ni siquiera descanso.

La única buena noticia es que contacté con Tom en cuanto recuperé el conocimiento y me contó que está empezando a mejorar, que habían intentado un nuevo tratamiento y parece que da buenos resultados. De eso hace un mes y medio. No soy libre del todo, el FBI todavía tiene bastante poder sobre mí, y la verdad es que yo tampoco protesto en nada referente a la seguridad de mi hermana. Quieren esperar al veredicto del jurado y a lo que pueda añadir el juez antes de desentenderse de mí por completo, ya que testifiqué la semana pasada por videoconferencia desde una comisaría del centro —vinieron a buscarme un par de agentes y supervisaron todo lo que decía—. Por lo que conseguí averiguar es bastante seguro que Ronald Moore acabe en la cárcel, lo que no sabemos todavía es por cuánto tiempo, así que han tenido el buen gesto de dejarme conservar la pistola, como una especie de pago por mis servicios. No obstante, en cuanto puse un pie en casa decidí mi futuro: quiero seguir en el FBI. Lo comuniqué lo más rápido que me permitieron y he recuperado mi placa, oficialmente se podría decir que soy parte de la organización, pero tendré que pasar por todos los entrenamientos de nuevo. Eso me da igual, ya los superé una vez, puedo hacerlo otra; lo que me preocupa es si tendrán en cuenta todo este año anterior. Espero que sea un sitio alejado, donde nadie me conozca, donde pueda relajarme lo suficiente como para no tener que llevar la reglamentaria a todos lados. Dudo que eso llegue a ocurrir alguna vez. Todavía conservo mi revólver. Fue un regalo personal de Frank y Anne, no pueden decir nada de ello. No sé nada de ellos; he preguntado a todo el que se me ha puesto delante, pero es como si se hubieran esfumado. Duele mucho, más de lo que me gustaría, han sido mis padres y me han apoyado durante quince meses cuando nadie lo hacía y les necesito más que nunca. Son ellos quienes comprenden por lo que he pasado, quienes entienden el dolor de quitar una vida, de abandonarte por completo por una causa mayor. Ellos no se compadecen de mí, ellos me obligan a levantarme y a seguir luchando. O antes lo hacían.

Paso una vez más por el parque repleto de gente, incluidos mis ''amigos'', que me piden que me quede con ellos a pasar lo que queda de tarde, pero declino su oferta amablemente. Ni siquiera haber cambiado mi vestuario y color de pelo les hace no reconocerme a lo lejos, simplemente es mucho tiempo el que hemos pasado juntos como para que algo tan tonto como esto haga efecto. Al menos el resto del barrio no sabe quién soy, con eso me doy por satisfecha. Según me han dicho, pasaron a verme varios días al hospital, aunque yo estaba tan sedada que no me habría dado cuenta si el mismísimo Dalí se acercara a saludar. Les agradezco el gesto, a pesar de todo siguen apoyándome, y por eso me sentí tan mal cuando rechacé ser la líder de la banda después de la marcha de PJ —de quien nadie sabe absolutamente nada—. Ya no soy parte de ellos, salí huyendo la última vez para no enfrentarlos, creo que eso ya dice mucho. Sí, les quiero y siempre serán una parte de mí, pero se han quedado en el pasado, en la vida de alguien quien ya no soy.

Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora