Capítulo 31

3 0 0
                                    

Mon ange —me dice suavemente mientras me abraza en el aire.

— Cuidado —sonrío y me deja en el suelo.

— Perdona. Te echaba de menos.

— Han sido sólo dos días —me río.

— Con una hora es suficiente.

— No sé ni cómo te aguanto. Por cierto, felicidades —susurro. Acaricia mi nariz con la suya e intento que no se note que me duele.

Aún sigo dolorida por la pelea con el tipo en el callejón, y he tenido que pasarme un buen rato en casa maquillándome para que no se note tanto, aunque teniendo en cuenta que ya me vio justo después de que ocurriera, no puede ser mucho peor. Es cierto que se ha puesto más oscuro e hinchado, pero con hielo casi permanente se está curando relativamente rápido. Lo que dudo mucho que sea tan fácil de curar es mi conciencia.

Desde el encuentro con Moore no le he visto, no hubiera podido mirarle a la cara teniendo en cuenta todo lo que estaba sucediendo con mis padres, policía, FBI... Ahora he decido olvidar todo eso, al menos hasta mañana, ya que planeo pasar el día al completo con él, aprovechar al máximo el poco tiempo que tenemos.

Lo bueno de las grandes ciudades es que nadie te mira y te reprocha nada. Todos están demasiado ocupados con sus propios problemas. Alex procura no apretarme cuando me abraza, pero al final acaba haciéndolo y no tengo más remedio que apartarlo.

— Sé que me quieres, pero aún duele —le sonrío con ternura, pero la cara de preocupación no se le quita— ¿Quieres tu regalo? —cambio de tema.

— Te dije que no quería nada, no sé por qué has tenido que comprarme algo.

— ¿Desde cuándo te hago caso? Pues ya está.

Con otra sonrisa divertida le cojo de la mano para que me siga y le llevo al coche. Está impaciente, igual que un crío, y a pesar de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, de toda la locura, siempre consigue sacarme una sonrisa y dejarme con cara de idiota, por mucho que pretenda que no me afecta tanto. No creo que nadie sepa en realidad cómo me siento, ni siquiera se hacen a una idea, y sí, podría intentar explicarlo, pero sencillamente no encuentro las palabras. Es una necesidad de estar cerca de él, si estamos juntos siento que todo va a ir bien, es mi refugio de paz, con quien puedo hablar sin preocuparme de lo que pueda pensar o simplemente divagar, porque sé que esperará a que ordene mis pensamientos pacientemente, sin decir nada y sin presionarme. Y me siento profundamente en deuda con él; sé que nunca llegaré a compensárselo, menos en mi situación, no obstante, hoy voy a intentar devolverle algo de lo mucho que me ha dado.

Justo antes de sentarnos en el coche, saco una venda igual a la que usan conmigo cuando voy a la mansión. Me mira atónito.

— No irás en serio.

— ¿Me ves cara de broma? Yo he tenido que hacerlo muchas veces, Alexander, esto es una pareja igualitaria. No seas cobarde —le provoco.

— Vale, reconozco que es...

— ¿Justo?

— Sexy —me quita la venda de las manos y se la anuda.

— Siempre pensando en lo mismo —suspiro cuando nos ponemos en marcha.

Hasta que llegamos me limito a sonreír ante sus preguntas y a regañarle cuando intenta subir la mano más allá del muslo. «Así no hay quien se concentre» es uno de los argumentos que más repito. Le bajo del coche y, agarrado a mi cintura, deja que le guíe; por lo menos mientras intenta besarme está callado. No es fácil ir por aquí con él detrás, aun así consigo sortear todos los obstáculos —no sé ni cómo— y llegamos a la casa abandonada donde me dijo que se sentía tranquilo e incluso feliz, así que he pensado que no estaría mal prepararle algo aquí. Esta mañana a primera hora he traído todo para hacer un íntimo picnic, incluso he traído unas luces colgantes por si se nos hace tarde aquí. Estaremos hasta que él se aburra o me pregunte por otra cosa.

Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora