Capítulo 11

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Lo peor de volver al instituto no es tener que soportar a todos estos niños pijos, o siquiera estudiar, sino que me ocupa más tiempo y energía de lo que pensaba. Cuando voy a ver Lily estoy agotada, y ni siquiera puedo ir todos los días como quería. En el hospital los críos me echan de menos, me lo dicen cada vez que me paso, y de los tres días que he podido ir, dos me he quedado dormida con la niña en brazos. Ella no me lo toma en cuenta, es demasiado buena para hacerlo, pero sé lo que significa para ella que juegue y le lea cualquier cosa, y no soy capaz. He pensado ir nada más terminar el instituto, cambiarme en un baño con ropa que lleve en el coche y los deberes o cualquier cosa que tenga que hacer, la haré allí. No estaré como debería, no obstante, ya es algo, así me ve y se relaja conmigo. Y para qué mentir, a mí me calma tenerla a mi lado, siempre tan dulce y comprensiva con lo que le digo.

De hecho me encantaría pasar toda la tarde del viernes con ella, más tranquila y sin tener que hacer deberes, porque tengo el fin de semana para ir poco a poco entre ratos, no obstante, Moore ha organizado una fiesta para celebrar el comienzo del curso en un exclusivo club del centro, y entre unas cosas y otras estoy obligada a ir. Anne me ha dicho que puede ser un buen momento para perdonarle y conseguir información cuando ya lleve alguna copa de más. Sé que ella me comprende, pero a veces antepone el trabajo y eso me asusta, no por mí ni mucho menos, sino porque no quiero hacer lo mismo con Lily, ni siquiera con los dolores repentinos del hombro.

Mis ''padres'' me acompañan hasta el club y se mantienen en un coche a varios metros para vigilar. Me han proporcionado un pinganillo casi invisible con el que pueden oír lo mismo que yo y mantenerse en contacto conmigo. Es menos incómodo de lo que pensé, es parecido a llevar un auricular, sólo que con esto tengo un zumbido constante y pueden hablarme en cualquier momento. Ah, y no tengo intimidad. Perfecto.

— Más te vale arreglarte con él y que no te lo vea —señala mi oreja mientras me coloco el pinganillo—. Estos juguetes son caros.

— Lo sé, Frank; me lo has dicho unas quince veces —respondo cansada.

— Recuerda informarnos de cada paso que des —Anne parece más comprensiva.

— Entendido.

— Ten cuidado —asiento y salgo del coche.

A pesar de molestarme la pistola en el muslo, ando con normalidad. Ahora es cuando me doy cuenta de que las horas con Paolo dan sus frutos: no me caigo, ni siquiera parezco insegura con zapatos de tacón alto y vestido por encima de la rodilla y ajustado. El color negro de éste resalta mi pelo dorado y los labios rojos —a juego con la suela de los zapatos— haciéndolos más carnosos. Nunca me he visto los ojos, ligeramente maquillados también de negro para remarcar las diferentes tonalidades de azul. Si alguien me dice hace unos meses que iba a ir vestida así a una fiesta, no sólo no le hubiera creído, sino que le hubiera mandado a paseo. No termina de disgustarme cómo voy, no obstante, sigo sin estar convencida; me hubiera gustado poder tener algo más de voto en este tipo de decisiones. Se supone que yo soy Du' Fromagge, no mis padres y Paolo.

Me acerco hasta la puerta y me paralizo un instante al ver al portero. Es un verdadero gorila tal y como los ponen en las películas: ancho de espalda y bastante alto; aunque con la cara de malas pulgas sería suficiente para ahuyentar a cualquiera. En mi barrio sólo habían bares de mala muerte y, si quería salir de fiesta, teníamos que coger el metro a vente minutos andando y esperar que nos dejase en el centro después de otra media hora. Y había que contar con que si salíamos, había que volver por la mañana, cuando abriera el metro de nuevo. Así que nunca salíamos de la zona.

Tengo que decirle el nombre al portero y, tras consultarlo por su propio pinganillo, me permite el paso. Cuando me muestro amigable con él Frank me regaña, 'eso no sería propio de Du' Fromagge, ella no se relaciona con los que son inferiores'. No sé cómo se supone que voy a hacer esto a mi manera si a cada paso que doy me están corrigiendo. Entro en el club sin reparar en el guardarropa, tampoco es que lleve nada de ropa extra. Consiste en una gran pista de baile con la barra a la izquierda y una rampa a la derecha que da acceso a un balcón con mesas y otra barra más. Al fondo de esto hay sillones con pequeñas mesas apartados del resto y con una cortina. También hay un estrecho pasillo con puertas, de las cuales hay una abierta. No hay que ser muy inteligente para figurarse su intención. Tampoco me extraña que Moore haya elegido este sitio, concuerda bastante con él.

Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora