Capítulo 39

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Tal y como me había dicho, Anne me dejó en casa nada más marcharse PJ para empezar a negociar con sus superiores que le dejaran quedarse conmigo un tiempo.

Yo, por mi parte, no quería estar —ni quiero— estar dentro, cada pequeña cosa que veo me recuerda a él de alguna manera, y aunque me repito una y otra vez que sólo es un buen amigo, no termino de convencerme a mí misma, siempre hay algo que lo pone en duda. ¿Intenté acostarme con él para olvidar, o porque de verdad lo sentía? No lo sé, no tengo nada claro aparte de que no soy capaz de pasar a mi habitación, o a la de Anne, siempre me quedo en la puerta, mirando la cama, antes de cerrar la puerta. Entre esas, las que ya lo estaban, y la de la habitación donde está el peluche, no queda nada abierto en la planta de arriba. Y tampoco es que haya demasiado en la planta baja, ni siquiera tengo televisión por cable y todo lo que echan es una porquería. Al final, acabo limpiando la casa a fondo, poniendo todo mi empeño, hasta que tengo las manos irritadas y tengo que salir al jardín por una ventana —porque sí, la puerta sigue cerrada y es mejor forzar una ventana, es menos llamativo—, el olor de la lejía me estaba asfixiando y dando ganas de vomitar, me trae el recuerdo del sótano de la mansión de Moore y de aquel pobre hombre. Sentada en el poco césped que queda, descuidado y seco, no puedo evitar preguntarme qué le pasó. Quizá fue otra persona quien le dio el golpe de gracia, o quizá le dejaron desangrarse en cualquier sitio. Sinceramente, no creo que se preocuparan por llevarle a ningún sitio para que le curaran, sería demasiada molestia. Es cierto que podría difundir lo que le han hecho como medida disuasoria, pero también que un cadáver atemoriza mucho más que un charlatán. Y ese tipo ya no tendría nada que perder, podría traicionarle de nuevo —si es que alguna vez lo hizo en realidad— fácilmente, ya ha pasado por ese terrible dolor, esa sensación de estar al límite de la vida; la muerte sólo sería el siguiente paso lógico.

¿Alex sabrá algo de eso? ¿Sabrá lo que ocurre bajo sus pies cuando está en esa casa, cuando duerme? No sé si quiero saber la respuesta, si lo sabe y aún consigue dormir bien, podría ser porque está acostumbrado o porque...bueno, porque no le importa lo que haga su padre. Prefiero pensar que no tiene ni idea de con quién convive, sólo de pensar que le apoya se me revuelve el estómago y siento una presión en el pecho que me hace difícil respirar. El chico que conozco jamás estaría del lado de alguien así. Pero claro, no sé si le conozco tanto como creo. No estaría mal poder hablar con él. No puedo seguir así, necesito moverme, olvidarme de todo esto. Descansar. Buena suerte con eso.

Vuelvo dentro de la casa, no sin algo de esfuerzo, la ventana está a unos pies de altura y tengo que hacer fuerza para cruzarla; cambio las sábanas, intentando ignorar con todas mis fuerzas que aún conservan su olor, abro todas las puertas de arriba y me preparo algo de comer. Estoy cansada de sentirme tan débil, debo volver a mi forma anterior, ganar algo de peso por complicado que se me haga comer, y buscarme algún maldito hobby para pasar el rato, porque tanto tiempo para mí misma está haciendo estragos en mi ya frágil salud mental. Sí, sé que tengo un problema, lo reconozco, y sé que puedo salir sola de esto, nunca he necesitado ayuda de nadie para afrontar lo que sea que ocurre en mi vida, pero para salir de este bucle tengo que respirar aire fresco, lejos de preocupaciones, con algo que distraiga mi mente de todos estos pensamientos horribles, que me impida recordar todo lo que he hecho, que no es poco ni agradable.

Después de dos días de absoluto aburrimiento en los que me dedico a comer todas las proteínas que encuentro por la casa, obligarme a hacer cuatro comidas diarias y a aguantarlas en el estómago, y a redecorar el salón unas tres veces cambiando los muebles de sitio constantemente, mi madre vuelve a la casa, esta vez con una bolsa de viaje bastante grande colgando del brazo y con una expresión algo más calmada que la que vi la última vez. Fue bastante buena y comprensiva dejando a PJ quedarse una noche, y supongo que recibir una llamada pidiéndola venir porque no podía manejar la situación después de haberla desobedecido no fue una buena idea. No, fue la peor.

Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora