Capítulo 30

8 0 0
                                    

No sé exactamente cómo sentirme, soy una mezcla tan explosiva que no consigo expresar nada. Estoy enfadada, sí, han intentado matarme a fin de cuentas; y tampoco puedo ir a ver a Lily porque no quiero arriesgarme a que me sigan y descubran mi relación con ella, lo último que me faltaba es que la metieran en esto. Moore no está tan preocupado por su hijo como para encargarse de seguirle a él, por lo que al menos puede visitarla con normalidad y llevarla las cartas que le escribo, no obstante, ni siquiera se acerca a lo que necesito verla. Y se está haciendo complicado fingir delante de Alex, se supone que no voy a verla por falta de tiempo o voy por la noche, cuando él ya no está o se ha quedado dormido, y duele tener que mentirle una vez más. Cualquiera diría que a estas alturas me he acostumbrado, pero la realidad es que cada día se hace más difícil.

Le he dado la navaja a Frank para que la guarde en su caja fuerte. Prefiero evitar tentaciones ante lo que pueda pasar, lo poco que puedo dormir por las noches me inundan las pesadillas, y cuando tomo pastillas para que no pase, tampoco consigo descansar, es como cerrar los ojos durante unas horas. Al menos para Alex nada ha cambiado, sigue mirándome con el mismo cariño que siempre, y lo cierto es que tengo miedo de salir de casa sin él, porque a su lado no se atreverán a tocarme. Mi padre me escolta a la ida y vuelta del instituto, no obstante, para trabajar, no puede hacer lo mismo, y me sigue desde la distancia, aunque tampoco creo que sirva demasiado si me atacan, tardaría mucho en alcanzarme. Agradezco el esfuerzo, de todas formas.

Ahora estoy en el despacho de Moore, esperándolo aterrorizada. No quiero pensar lo que puede estar ocurriendo a tan sólo unos metros debajo de mí. La última vez que me citaron para hablar personalmente con él no acabó especialmente bien, así que no sé qué esperar. Al menos estoy en su despacho, no me han llevado al sótano y debería ser una buena señal; aun así no sé qué esperar.

Intento calmarme mirando el cuadro de la pared, buscando alguna señal de que es el robado, tal y como me temo, pero no sé muy bien qué buscar, por lo que me limito a analizarlo, fijándome en las pinceladas. Me aparto el pelo una y otra vez, jugueteo con mis manos, porque por primera vez no me han dejado quedarme el móvil y me han cacheado rudamente; por supuesto he tenido que reprimir los gestos de dolor que peleaban por salir, no quiero depender de los calmantes y sólo me he tomado el más estrictamente necesario, y ahora me estoy arrepintiendo de haberlo hecho.

— Has venido pronto —me saluda cuando entra.

— Soy puntual —toma asiento—. ¿Para qué me quería?

— Me gustaría hablar con mi nuera, eso es todo —intenta sonreír, aunque todo lo que le sale es una mueca desagradable—. Alexander ha pasado alguna noche en tu casa, ¿es cierto?

— Sí, señor. Mis padres han estado de viaje y no quería que me quedara sola.

— Entonces, vais en serio mi hijo y tú. ¿Sigues sintiendo lo mismo por él?

— Sí, señor, le quiero. Cada día más.

— Eso pensaba —dice con un suspiro y recostándose en su silla—. Por cierto, ¿has visto últimamente a alguno de mis hombres por tu zona? —me mira atentamente.

— No, señor. ¿Por qué lo dice? —«aguanta, Alice. Sólo un poco más».

— Ha desaparecido. Si sabes algo, me gustaría saberlo.

— Por supuesto, señor.

— No era una pregunta.

— Lo sé —respondo en el mismo tono serio y severo.

Me muerdo el labio por dentro hasta notar el sabor de la sangre para evitar responder. La tensión es más que palpable, y me desafía con la mirada, pero yo tampoco la aparto. Ya dije que no iba a ceder más veces, y por mucho miedo que tenga a lo que pueda hacerme, prefiero conservar mi dignidad. Ser joven no significa nada, y menos cuando estoy decidida a seguir adelante. En realidad no sé ni cómo estoy aguantando, siento las manos temblar sobre mi regazo y tengo que apretarlas para que no se note.

Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora