La Manada Del 6B || Stydia

Capítulo 1: Bienvenida al Infierno

De acuerdo, esta vez sí que lo había arruinado. Definitivamente, esto fue un error–Uno muy divertido–. Puedo asegurar que las consecuencias de mis actos irán más allá de los límites.

No fue tan malo...

Por supuesto que lo fue, había sido una de las cosas más jodidas que he hecho en mi vida.

No seas paranóica, sólo...Te hundirás en el círculo más bajo del infierno...

Lo único que me quedaba era esperar a que el director Snow llegara al salón gritando mi nombre como todos los días, sólo que hoy lo haría con más furia.

—Gritona...—una irritante voz llega a mi cabeza—. Pelirroja...

Cierro los ojos y me vuelvo hacia la persona que me llama.

—¿Qué quieres Matt?—digo fastidiada.

—¿Es cierto lo de la broma que le hiciste al director?—susurra y yo me limito a asentir—. Te van a expulsar—suelta una pequeña risa antes de mirar de nuevo hacia la pizarra.

Pongo los ojos en blanco.

Maldito Matt Deahler, molestando como siempre. Estaba a punto de contestarle cuando una voz me interrumpe.

—¡Lydia Martin!

Automáticamente todas las miradas se vuelven hacia mí, aprieto los labios y me giro lentamente.

—¿Si?...—carraspeo—. Señor director —reprimo una sonrisa en el momento en que paseo la mirada por su traje color rosa.

Él gruñe furioso y señala el pasillo.

—¡A mi oficina ahora!—grita.

Chasqueo la lengua y me dispongo a levantarme de mi asiento y caminar hacia la puerta.

—¡Con tus cosas!—habla de nuevo el director en su tono demandante, lo que le hace ver como un tierno algodón de azúcar enfadado.

Trago fuerte y me limito a guardar las cosas en mi mochila, ignorando todas las miradas de los presentes, algunas de burla, otras de admiración, y otras simplemente de espanto.
Coloco la mochila sobre mi hombro y paso a un lado del Director Snow para salir del salón.

—Lindo traje Patrick—sonrío de lado, entonces veo sus mejillas enrojecer del enojo—. Ya sé donde queda su oficina—digo a regañadientes, antes de que él pueda decir otra palabra.

Al llegar allí, tomo asiento en la silla frente al escritorio. El director aún me miraba furioso, yo permanecía en silencio con una sonrisa de diversión en mi cara mientras miraba a mi alrededor las paredes color rosa de su oficina, estaba tan acostumbrada a este tipo de situaciones que ya ni siquiera me preocupaba que me estrangulara aquí mismo.

La puerta se abre, dejando entrar a mis preocupados padres. Yo miro al director y esbozo una sonrisa de suficiencia.

—Señor y Señora Martín, tomen asiento por favor—les indica Snow.

Ellos le hacen caso no sin antes lanzarme su típica mirada de «¿Ahora qué fue lo que hiciste?», me encojo de hombros y ellos toman asiento, uno a cada lado mío.

El director se acomoda su saco rosa y mira a mis padres desafiante.

—Señores, su hija...

—Oh no, díganos Director ¿Qué fue lo que hizo esta vez?—le interrumpe mi madre—. ¿Rompió alguna ventana del salón?

—¿Hizo llorar a otro chico del equipo de Fútbol americano?—le sigue mi padre y yo dejo salir una pequeña risita.

Esos eran buenos recuerdos.