2. Mariachi, no dama de compañía.

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Summer

Me miro por última vez en el espejo, sé que llevo media hora de retraso y ahora tengo que salir volando al centro de la ciudad para ver a Kaleb.

—¡Sal de una vez, Summer! —me dice la abuela.

Salgo de la habitación, veo a Jim que ya está con su correa de paseo. Así que salgo de casa despidiéndome, Jim sube al asiento de copiloto de mi auto.

—Allá vamos —murmuro.

No toma más de siete minutos llegar al lugar indicado, bajo del auto con Jim, sujetándolo de la correa. Veo a Kaleb en un asiento del parque, sin ropa elegante, sentado de manera despreocupada.

Me mira y sonríe de lado.

—¿Llegando tarde? —ríe.

—Una mujer nunca llega tarde —le digo.

Me siento a su lado, Jim empieza a olisquearlo. La mano de Kaleb le da una caricia en las orejas.

—Nunca había visto un hurón de cerca —sonríe.

—Jim no es cualquier hurón, es el hurón de mi vida —le digo, agarrando a Jim con mis dos manos y lo ubicándolo frente a mí para observarlo mejor— ¿Verdad, Jim?

No, claro que Jim no me responde.

Kaleb y yo nos mantenemos sentados en la banca del parque, mientras observamos como la gente pasa y pasa.

—Te conocía antes del baile —me dice después de unos minutos de silencio.

—¿Ah sí? —le sonrío— ¿Me explicas cómo pasó eso?

Él se encoge de hombros, sonriendo.

—Una vez mi hermana Pepper y el grupo vino a la ciudad para una ecografía —habla—. Pasamos para dejar a Kerrick, entonces te vi.

Asiento a lo que me dice.

—¿Qué fue lo primero que pensaste o dijiste de mí? —le pregunto.

Él ríe con ganas, entrecierra sus ojos y muestra sus dientes, son rectos, no perfectos pero sí decentes. Tiene una boca carnosa y... mejor me concentro.

—Dije, ¡esa chica tiene un jodido hurón! —exclama.

Me río acariciando el pelaje de Jim.

—Ahora quiero que me respondas esa pregunta —me dice.

Sonrío.

—Yo no acostumbro a mentir —le digo, arqueando una ceja—. Cuando te vi entrar al baile de mi madre con ese traje, lo primero que pensé fue: “¡Ese bombón está echando fuego!”

Mi carcajada de mezcla con la de él, haciendo que Jim se inquiete un poco, pero logro tranquilizarlo.

—Bien, bombón —le digo—. Tú me invitaste a un helado y yo quiero mi helado.

—Levántate de esa banca entonces —me sonríe, levantándose.

Caminamos por el parque, cruzamos con incomodidad por las piedras que hay. Llegamos al local de la heladería, nos sentamos en una pequeña mesa redonda. Jim se queda sobre mis piernas.

—Bien, ¿sabor de helado? —pregunta.

—Menta —respondo.

—Pensé que dirías chocolate —sonríe, frunciendo ligeramente el ceño.

—Odio el chocolate.

Él me sonríe y se levanta, va directo a la señorita que atiende. Saco mi celular y le tomo fotos de todos los ángulos que me sean posibles.

¡Enamórate, Kaleb!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora